Con P mayúscula

Capitulo 10:

Hailee

Cameron me besó.

Pasaron cuatro días y todavía no puedo entenderlo. Habíamos pasado de discutir, lanzar insultos de un lado a otro, a él presionándome contra el estante en el armario del conserje y besándome. Solo que besarme no le hacía justicia a la forma en que sus labios se habían sentido contra los míos. Si los besos tuvieran nombres, los de Cameron se llamarían peligrosos. Es como si hubiera tomado todo el odio entre nosotros, todo el estira y afloja y lo desatara en mí. No había sido dulce o tierno, o un reconocimiento de sentimientos enterrados durante mucho tiempo. Fue un beso de odio, alimentado por la continua tensión entre nosotros. Ciertamente no fue por emociones que ninguno de nosotros quería sentir. Emociones que me niego a reconocer.

No. No estoy aceptando eso como una posibilidad. Es el mejor amigo de mi hermanastro.

Un Raider.

Sin mencionar que es uno de mis verdugos. Cameron Chase es todo lo que odio.

Y, sin embargo, no he  podido olvidar la sensación de sus labios moviéndose contra los míos,  la forma en que me había abrazado, me había tocado. Así que hice lo único que se me ocurrió: pasé la semana fingiendo que él no existía.

Por supuesto, no le dije a Flick; eso solo alimentaría su teoría de que Cameron realmente siente algo por mí. Incluso después del beso, todavía no estoy convencida de que lo haga. Su lealtad a mi hermano, el hecho de que sea un Raider, el hecho de que ha pasado tantos años burlándose de mí como lo ha hecho Jason, todo eso me dice lo que necesito saber sobre un tipo como Cameron Chase.

Pero esta noche, no había forma de escapar de él.

—¿Recuérdame por qué estamos aquí de nuevo? —Gruño, siguiendo a Flick mientras ella se adentra en el mar azul y blanco.

—Porque —grita sobre su hombro, con una sonrisa cursi en su rostro—. Es el último año y lo estamos experimentando todo, tú acordaste a ayudar a tu mejor amiga a cumplir su lista de tonterías, ¿recuerdas?

—¿Cómo podría olvidarlo? —Le saco la lengua—. Siempre y cuando  sepas lo doloroso que es para mí. ¿Te dije que realmente odio el fútbol?

Mi respuesta es un poco demasiado fuerte y algunas personas a nuestro alrededor me lanzan dagas.

—Hails —dice Flick, acercándose a mí y empujando su brazo a través del mío—. Estamos aquí para divertirnos. Sé que odias el fútbol americano. Sé que realmente te duele estar aquí, pero esta es la última vez que tendremos la oportunidad de hacerlo. Dentro de cuatro años, no querrás mirar atrás y lamentarte de no haber venido a una de estas cosas.

No puedo imaginar un escenario en el que eso suceda.

Mis ojos escudriñan el campo de fútbol, asimilando los grupos de chicas emocionadas, el ruido desgarrador, la banda de música tocando ante un público distraído. El aire es eléctrico, cargado con la energía de ochocientos chicos reunidos para rendir homenaje a su equipo. Pero lo

único que se agita dentro de mí es un dolor de estómago leve y un mal caso de ojos rodados.

—No te muestres tan malhumorada. —Flick suelta una risita, empujándome un puñado de palitos luminosos.

—¿Se supone que debo saber qué hacer con estos?

Ella sacude la cabeza, la diversión brilla en sus ojos, y levanta las muñecas.

—Ajústalos y úsalos.

—¿Pero para qué?

—Ya verás —es todo lo que dice cuando agarra mi mano y me atrae hacia la multitud, me sorprende lo tranquila que está con todo esto.

La sección de las gradas donde nos han invitado a sentarnos está abarrotada. Letreros hechos en casa llenan la multitud y los chicos se derraman al borde del campo. El grupo de porristas se reúne cerca del escenario elevado donde están parados el director Finnigan y el entrenador Hasson. Es el fanatismo del fútbol americano en su máxima expresión, todos esperando echar un vistazo al equipo titular de este año; el equipo que esperan les traiga a casa el campeonato estatal. Flick logra encontrarnos dos asientos a mitad de camino en las gradas  junto  a  un  grupo  de chicas jóvenes con el logotipo de los Raiders en sus mejillas. Con orgullo agitan sus letreros caseros de “Yo ♥ Jason” y “Llámame Cameron” nos ofrecen sonrisas llenas de orgullo, pero el saludo más agradable que puedo reunir es rodar los ojos y fruncir los labios. A pesar de que saben, como todas las otras chicas de Rixon, que la mayor atención que pueden esperar de mi hermanastro es una follada y una palmada en el culo al terminar, no les importa. Supongo que obtienes un pase gratis por ser un imbécil engreído e idiota cuando eres un recluta de cinco estrellas, con numerosos récords de temporada, persiguiendo el récord histórico de yardas de  pase del campeonato estatal. Solo lo sé porque Kent mantiene una tabla en la cocina que suma todas las estadísticas de Jason. Todas las mañanas, mientras disfruto de mi café acompañado de una Pop-Tart, recibo un pequeño recordatorio de que Jason y el fútbol americano, son parte de mi

vida, me guste o no.

Solo por unos pocos meses más.

—Me sorprende que no hayas hecho algo. —Le doy un codazo a Flick, señalando a las chicas

—. Desde que tú quieres ya sabes… experimentar esto y todo

—Compórtate —responde ella con una sonrisa sardónica—. Oh, mira, está a punto de comenzar.

Flick da un pequeño aplauso y me quejo por lo bajo.

La banda de música entra en formación, pero es imposible escucharlos por encima del rugido de la multitud. La fuerza de esto se estrella contra mí, haciendo que mi corazón se caiga, electrificando los pelos a lo largo de mis brazos y la parte posterior de mi cuello.



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En el texto hay: problemas, amor, futbol

Editado: 13.12.2020

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