Esta jornada cambió todo, le confesé a mi fuente confiable mis sentimientos hacia ti, como y de qué maneras me hacías sentir, el sentido de nuestros besos en mis pensamientos, de lo tersa de tu piel. Ella, callada y con un mohín en sus labios, admitió lo mismo, que mis sentimientos no eran únicos. Percibía los mismos también.
Desde ese día me dejó de hablar, me comenzó a divisar como una enemiga, con un odio latente en su iris. Me hizo pensar que yo, era la persona más horrorosa del mundo.