Confía en Mí

El gran ventanal de mi habitación permitía que entrara una gran cantidad de luz. Me senté en mi cama y mire a mi alrededor hasta que llegue a mi sofá que estaba a metros de mi cama.

Parpadeé varias veces confundida y sorprendida.

<< ¿Qué hacia Emeric allí? >>

Hasta que miré la hora y vi el vaso de agua y el paño. Y un bote al lado de mi cama.

Leves recuerdos tenia de la noche anterior, me coloque mi bata y mire a Emeric.

Se veía tan tranquilo durmiendo, me puse de pie y me miré en el espejo. Me veía fatal me desmaquille y el sujeto se despertó.

Él se sentó y se estiro, tenía una camiseta color verde claro. Los músculos de sus brazos se notaban.

—Buen día —dije con una tímida sonrisa.

El levanto una ceja y se puso de pie, mire sus pies y estaba descalzo.

—Oh quiero una de estas —dijo refregando sus pies sobre la alfombra— tengo hambre.

—Me siento mejor gracias por preguntar —me cruce de brazos y abrí la puerta.

Sali hacia el pasillo y empecé a bajar las escaleras.

—No me interesa solo quiero comer algo e irme —dijo el pasando por mi lado— anoche comprobé mi teoría que eres una niñata.

Bajé los últimos escalones y vi que seguía descalzo.

—Mi pregunta es por qué no te fuiste a… —él se quedó quieto y yo me choque con su espalda.

—Emeric ¿Qué haces aquí? —dijo la voz de una mujer que conocía.

Me pare a su lado y abrí mis ojos, la mesa del comedor estaba con comida y los invitados.

—¿Qué significa esto Sabine? ¿Natacha? —pregunto Sucette mirando a nuestras madres que estaban sentadas juntas.

Volví a mirar a Emeric y tenía sus pelos alborotados, su camiseta que estaba arrugada y los pies descalzos. Y yo estaba con bata y pantuflas de conejito.

—¡Aun no están casados! ¡Tu nieta es una cualquiera! —mire a mama que estaba seria.

Nuestros padres estaban con cara de molestia.

—¡Mi nieta no es una cualquiera! ¡No te atrevas Sucette! —defendió mi abuela.

—¿Entonces que puedes decirnos de esto? ¡los dos recién aparecen! —dijo el abuelo Roch mirando a mi padre.

—No entiendo que hace Emeric aquí —Olivier miro a Emeric.

—Yo tampoco, pero de todas formas ambos son adolescentes —dijo mi papá.

—¡Se supone que esta es una familia que tiene cultura y honores! —continuo Sucette.

Me acerque a Emeric que fruncia el ceño.

—No tuvimos sexo —dijo el con firmeza.

Mi abuela me miraba con tristeza y su abuela me miraba juzgándome.

—¿Y qué hacías con tu novia? Por lo visto amanecieron juntos… —Sucette se puso de pie para acercarse a nosotros.

Mi abuela y mi madre se pusieron de pie también acercándose.

—Elise no se sentía bien anoche y yo me quede con ella —Emeric miraba con odio a su abuela.

—Gracias muchacho por cuidar a mi nieta —mi abuela Regine poso su mano en el hombro de Emeric.

Olivier se puso de pie y sonrío falsamente.

—Creo que ya aclaramos lo sucedido lo mejor es que te vayas a casa —dijo Olivier mirando a su hijo.

Emeric lo miraba con enojo y mi instinto fue tomarlo de la mano.

—No se enoje con mi hijo señora Fortier —dijo Natacha mirando a la abuela Sucette.

—¡Te dije que a este muchacho le falta lecciones! —exclamo la abuela.

Aprete la mano de Emeric el suspiro y soltó mi mano dándose la vuelta. Para salir así como estaba de mi casa.

Me gire para encontrarme con mi madre me acerque a ella y la abrace.

—Él se quedó a cuidarme mama no paso nada… —mire a mi abuela que estaba a mi lado.

—Lo se mi amor ven vamos —mi abuela me tomo de la mano y subimos las escaleras entrando a mi cuarto.

—Sucette aún es insistente con seguir formalidades del pasado y créeme cariño a mí me cuesta tanto acostumbrarme —ella se acercó a mi sofá y acomodo la chaqueta de Emeric.

Me sentí mal por el su familia solo lo trataba mal y siempre había sido así.

Miré los tenis de Emeric y sus medias con lunitas, solté una risita al darme cuenta de eso.

—Ya verás cariño que se llevaran muy bien… el es un buen muchacho —dijo mi abuela mirándome con una sonrisa.

“Buen muchacho” quizás lo que había hecho en la noche lo hizo por culpa.

Aunque no quería ponerme en ese plan como su abuela juzgando sin saber.

—Serán buenos esposos.

Y ahí íbamos de nuevo…




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