Tome un sorbo de la taza de té que tenía entre mis manos.
Me sentía tan extraña que solo podía apreciar aquella mañana de otoño con las hojas de los arboles volando con el viento.
—Mi Urubi tan hermosa y pensativa —mire a mi abuela Adeline que tenia una sonrisa en su rostro.
—Emeric me pidió perdón abuela —dije de repente como si aquellas palabras tuvieran su propia libertad.
Mi abuela mi miro a los ojos y sin borrar la sonrisa, volteo su mirada al gran patio de la casa.
—Creo que esas disculpas serán el inicio de algo —dijo ella soltando una risita.
Levante una ceja sin poder entender a que se refería mi abuela.
—¡Buenos días mujeres! —saludo mi abuela Regine entrando con un gran fuentón entre sus manos.
Detrás de mi abuela llegaba mi madre con cara de cansancio.
—¡Hija dile a Natacha que enviaras a los empleados de la mudanza que conocemos! —hablo mi abuela.
¿Natacha? ¿Mudanza?
Deje la taza de te sobre la pequeña mesita y me dirigí hacia la cocina.
—Buenos días, Gina —dije con una sonrisa al ver que ella y Tatiana ya se encontraban en casa.
—¿Mama? ¿Todo esta bien con Natacha? —pregunte al ver como ella miraba con concentración su teléfono.
—Buenos días, Señorita Fontaine ¿Lista para la clase de hoy? —pregunto Gina mostrando una sutil sonrisa.
—Hoy tendremos otro aprendiz —dijo Tatiana con emoción.
Mire con confusión a Tatiana y luego a Gina.
—¿Mama? —insistí con ella.
—Se están mudando los Fortier —respondió mi abuela Regine con una gran sonrisa.
Mi boca se abrió con asombro y fue donde sentí el escalofrío recorrer mi espada desde la cabeza hasta los pies.
¿Cómo que los Fortier se mudaban?
—¿Do-donde? —dije casi tartamudeando.
Tatiana que se veía mas emocionada que yo me tomo de la mano y nos dirigimos hacia la puerta.
Mi cara de por favor que no sea lo que estoy pensando se mostró en mi rostro.
<< No, no por favor >>
En frente nuestro no había una casa pero si había una casa y al lado otra que fue justo el lugar donde señalo Tatiana.
Al final de la calle un auto negro apareció. Audi más específicamente.
Sin pensarlo demasiado volví a entrar a la casa y me dirigí hacia el comedor.
—Creo que ahí esta llegando el joven Fortier —dijo la señora Gina mirando por el gran ventanal que daba hacia la calle.
Rápidamente mire a mi abuela Adeline que tenia una sonrisa de oreja a oreja.
No sabía que expresión poner después del llanto de la noche anterior, había recapacitado un poco de todo lo que había sucedido y la conclusión final fue…
¡Ninguna!
No estaba lista para enfrentar a Emeric.
—Buenos días —dijo aquella voz.
—Muy buenos días querido —mama se acerco a el y lo miro sonriente— iré a ayudar a tu madre.
—Buenos días señor Fortier —dijo Gina señalando que ingresara al comedor.
Y sus ojos fueron directos a los míos, esos ojos grisáceos me observaban.
—Abuela Adeline —mi abuela se acerco a el y le dio un abrazo.
—Hola querido bienvenido a nuestro hogar —ella no dejaba de sonreír.
Mi abuela miraba a Emeric con tanta felicidad y todas las mujeres de aquel lugar también.
¿Acaso yo era la única que no sabia como disimular la incomodidad?
—A partir de hoy tomaran juntos la clase de protocolo —dijo la señora Gina con seriedad.
No iba a oponerme pero todo estaba tan extraño que ni siquiera sabía que decir.
—Tomen asiento —ella señalo a las dos puntas de la larga mesa del comedor.
—¡Icy! —exclamo el de repente al ver aparecer a mi perra.
Ella empezó a saltarle y a mover su colita.
Y así empezó la clase, sentía la mirada de Emeric sobre mi pero tenia que mostrarme indiferente que el estuviese allí.
—Les hare todas las clases preguntas de cultura general ¿De acuerdo? —dijo Gina sacando un papel.
—¿Cuál es la capital de Egipto?
—El Cairo —respondí de inmediato.
—¿Finlandia?
—Helsinki
—¿Tres ríos de América? —ella miro a Emeric.
—Rio Mississippi…—dije recordando algo de la clase de geografía— Rio amazonas…
—Y Rio Colorado —agrego Emeric.
—Muy bien Elise —dijo Gina con una sonrisa.
—Eso fue suerte —comento Emeric que ya no tenía una sonrisa
Sabia cuando le molestaba perder a Emeric y a pesar de que los dos éramos los mejores alumnos de la clase siempre solía sobrepasarlo por unos puntos.
—O fue tu ignorancia —dije cruzándome de brazos y mirándolo desafiante— hazme más preguntas Gina.
—No creo que quieras jugar a ese juego Elise —dijo Emeric alejándose un poco de la mesa.
Los dos nos miramos desafiantes y el sonrió.
—¿Cuántos huesos tiene el cuerpo humano?
—¡206! —exclamamos al mismo tiempo.
—¿Tres elementos de la tabla periódica?
Hice silencio y Emeric sonrió de oreja a oreja.
—Helio, boro y oxigeno —respondió llevando sus manos detrás de su cabeza.
—¿Cuándo acabo la Segunda Guerra Mundial?
—1945 —dijo Emeric.
—1944 —respondí.
Los dos miramos expectantes a Gina.
—Emeric dijo la correcta —dijo ella con una sonrisa.
Solté un suspiro y miré hacia la cocina donde tres pares de ojos nos estaban observando.
—Creo que llego la hora de practicar un poco de baile
—¡Yo quiero ver esto! —exclamo Tatiana apareciendo.
¿Qué acaso ella no sabia que Emeric y yo no éramos nada?
—Pronto tendrán una cena muy importante con personas de otros países y es muy importante que sepan de baile.
Mire a Gina que nos dirigió hacia la sala donde se encontraba el piano.
—Extiende tu mano Emeric con delicadez hacia Elise —dijo ella para darle al tocador de disco.
Un vals comenzó a sonar.
Emeric miro dudoso a Gina y extendió su mano hacia mí. De la misma forma tome su mano.
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Editado: 22.07.2024