Jazmín, acostada en su cama, acechaba fijadamente el techo de su habitación. Meditaba en la conversación días atrás con Joaquín, aunque no le brindo muchas explicaciones, sabía con convicción que le anunciaría una noticia muy importante. Le rondo por la cabeza dos propuestas, que solicitase su mano en matrimonio o de probar la convivencia, de repente, un relámpago, una nube negra poso sobre sus teorías, ¿y si no era ninguna de las dos estipulaciones?, se preguntó. Él, condujo su carácter de forma anormal en las últimas semanas. Un poco distante, preocupado, y cuándo la abrazaba, daba la impresión de que no quería soltarla, particularidades muy desacostumbradas en su forma de proceder. También considero la posibilidad de deberse a la constante desaprobación e interferencia de Cesar. Estaba dispuesta a enfrentar a su padre y adquirir un bando, por supuesto, favoreciendo a su pareja. A su lado derrotaría cualquier obstáculo. Lo elegía a él. Ya no asentaba en vacilaciones. Su visión completamente clara de lo que quería para su vida, Joaquín, sería su futuro, su presente, su familia, su todo. Lo conocía desde pequeña, pero la relación comenzó seis años atrás. En unidad, atravesaron las peores dificultades por culpa de Cesar. Dispuesta a luchar, no dejaría que los separe, ella no se interponía en sus asuntos y él no era nadie para entrometerse. Disponía de edad suficiente para tomar sus propias resoluciones. En las discusiones con su padre (permanentes durante el último período) Cuándo estaba en la casa, la convivencia se tornaba insostenible. La última vez que hablaron, le había procurado un ultimátum. La desterraba de la familia si aventuraba a casarse con Joaquín, irrefutablemente, no le reconocía como yerno, señalando como excusa que no rodeaba el estatus económico, ni le daría un buen porvenir. A Jazmín el dinero no le importaba, era un pedazo de papel devaluándose constantemente. Tampoco le afectaba no corresponder a su familia, muy en el fondo se alegraba, desarrollándose en un atenuante alivio por alejarse de ellos. Su padre se oponía terriblemente, desconocía esa parte de su carácter tan insensible y tirano. Cesar, consideraba que por trabajar dentro de las instalaciones de una compañía siderúrgica (pertenecía a la rama en medios de comunicación) Un cargo que desempeñaba eficiente y ejemplar, responsabilizándose en dar conocimiento y parte, especialmente, fuera del país. Productora de aceros abasteciendo a los sectores de la construcción civil, petróleo, energía, automotriz, agro e industria en general. Proporcionando productos y servicios en barras y bolas para la molienda de minerales, mallas de acero para la industria minera; alambres, tensores, postes especiales para la industria vitivinícola; varillas, alambres y accesorios para la construcción de alambrados de acero destinados al sector agropecuario; diversos productos destinados a la industria de la construcción; además de productos especiales para la industria metalúrgica, la explotación petrolera, etc. Declaraba que si no pertenecías a “esa rama de la alta alcurnia” no eras digno de su grata compañía. La mayor parte del tiempo viajaba cerrando contratos en países del exterior. La siderúrgica instalada en su pueblo era un gran engaño, contaminaba todo a su paso, pero los habitantes subsistían gracias a ella, entonces, todos miraban para otro lado. Joaquín, trabajaba en la misma compañía siderúrgica, cobijando un buen puesto, con buena paga, pero a su padre no le era suficiente. Le daba vueltas al asunto y no podía deducirlo, escogía desterrar la felicidad de su única hija, tirarla por el suelo, antes que otorgarlo en su familia. Su madrastra, Lucia, instituía en la familia desde que tenía dos años de edad, el vivo retrato de Cruela de Vil, a su pesar, también se oponía a su relación. Cesar vivía por los ojos de ella, eso le jugaba en contra sin tener una chance a que la comprenda. Desde que gozaba uso de razón, añoró la presencia de su madre, que por desgracia, conocía por fotografías que tenía bien archivadas. Cruela (Jazmín la detallaba con ese nombre) no permitía que las fotografías deambulen por ningún rincón de la casa. Con los años la fue alejando día a día del cariño de su padre, abusaba de unos celos enfermizos, y no quería compartirlo. Su infancia fue amarga. Al viajar su padre, se sentía una nena muy solitaria, refugiándose en libros que eran su escape de la realidad. La atendían niñeras que duraban poco en la residencia por el carácter efusivo y descontrolado de Lucia. No le daba oportunidad de encariñarse, buscando el afecto de una madre, a más tardar medio año renunciaban. Lucia directamente ni la registraba y tampoco trato nunca de acercársele. Cuando era pequeña le temía y a medida que fue creciendo se dio cuenta de que le entorpecía el camino. Pero la soledad termino al conocer dos rayitos de sol, que fueron Joaquín y Gustavo, concediéndole un nuevo aire alegre a su mundo y agradecería eternamente al universo de que sean parte de su existir. Lucia nunca los quiso y nunca aprobó que estén cerca de Jazmín. Ella era una mujer vanidosa, mala persona, egocéntrica, presumida y manipuladora, amargada y peleada con la mismísima vida. Le encantaba opinar barbaridades, refiriéndose minuciosamente sin pruebas de los demás, creyéndose mejor por poseer influencias y fortuna. Introducía mentiras en la cabeza de su padre, fundamentalmente, contra el padre José. Repetía una y otra vez “Joaquín no aspira a un futuro, tiene ideas de bohemio, y pasaríamos por ridículos si lo presentáramos en nuestro círculo de amistades” “Lo acuno un párroco muerto de hambre. Las malas lenguas comentan que es hijo suyo, no reconocido” Odiaba al párroco, ni siquiera, toleraba que pronuncien su nombre, demostrando con total impunidad algo personal en su contra. Lo peor, y un poco tétrico, es que se presentaba sin falta los domingos a misa de nueve, a la feligresía del Sagrado Corazón de Jesús, la iglesia a cargo de José. Una hipócrita sin escrúpulos. Jazmín siempre intento mantener distancia, o entablar conversaciones amistosas, por lo menos, aspiraba por respeto no buscarle pelea, pero inauditamente, topaba hasta lo menos juicioso para difamarla, y ocurrió lo inevitable, un día se canso de sus arrebatos sin ningún motivo, comenzó a defenderse de los irracionales ataques persistentes, también, examino que no estaba en todos sus cabales y no podía creer cómo su padre estaba tan ciego para no querer verlo. Al hablar de José o Joaquín, ciertamente, era desalmada. En una de las peleas por defenderlos de las falsas acusaciones, se atrevió a abofetearle, por supuesto, Cesar no la defendió, inclinándose por qué Lucia tenía razón. Jazmín, después de ese encontronazo, definió que era una valiosa pérdida de tiempo entablar una sociabilidad y comunicación con la frivolidad pura, así tachaba a Lucia. Manteniendo a flor de piel la esperanza de que Joaquín la rescatara de esa casa funesta, atiborrada de malas energías. Agradecía haberlo conocido, porque su vida cambió después de Joaquín, y agradecía también la compañía de Gustavo, le regalaron un nuevo aire alegre a su mundo. Gustavo, el mejor amigo de Joaquín, también lo había acunado el padre José hasta la edad de Diez años, luego lo adoptó una muy buena familia del pueblo. Lo que más estimaba y veranaba con locura eran los ideales de su amado, seguida de su humildad, y su afecto por el prójimo. Un día probó razonar con su padre, aclarándole lo estupendo hombre que era, asegurándole que le daría un buen porvenir y él solo le contestó “Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor se retira por la ventana. Estás encaprichada, son de mundos diferentes y el amor no basta” retirándose embravecido, detestaba que lo defienda. No modificaría su concepto y no autorizaría cambiar de opinión. A Joaquín lo amaba con una pasión sin barreras, su gran y verdadero amor. No pudo dominarse, la ansiedad la sobrevaloraba. Agarró agiblemente una campera gruesa del closet y el paraguas aparcado en un rincón. Al salir de la casa, una brisa fría, casi helada golpeó su cuerpo, y vibro resoplando. El cielo gris, la recargo en nostalgia, los días nublados le estimulaban abatimiento. Evadió un charco en la acera mojada y abordaron a caer unas leves gotas, desenvolvió el paraguas y camino por la avenida. En una hora arribó al lugar acordado. Miro su reloj de pulsera. Llegando mucho rato antes, se sentó debajo de un reparo en la zona predilecta dónde se encontraban a escondidas, el puerto, era una zona muy fresca y linda de Constitución. Para pasar el tiempo, se concentro en el río que subía y bajaba, elaborando pequeñas olas. Pero la incertidumbre la amedrentaba y frecuento instantáneamente un poco exasperada su reloj de pulsera, marcaban las once menos cuarto de la mañana. La lluvia rápidamente embistió. No quería retirarse, pero la llovizna la forzó. Empezó a adelantar el paso en dirección a la iglesia, aseguró que retraso al encuentro era por estar en compañía del Padre José. Al entrar a la iglesia, se acercó al cuenco de cerámica aferrado a la pared, mojo el dedo índice de una mano y los traslado a su entrecejo. Se arrodilló en el suelo y consumo La Señal De La Cruz. Reparo a pocos feligreses y ocupó asiento en el último banco despejado. Estremeció cuando sus vestimentas mojadas tocaron su piel. La lluvia había embestido con furia sus pupilas y con la manga de su abrigo extrajo el agua. Busco por todos lados a Joaquín sin encontrarle. Seguramente se localizaba en la secretaria. Igual, era raro. Siendo una persona puntual, dejarla plantada no significaba buena señal. Pispío solapadamente el celular, no contenía mensajes, ni llamadas. Se concentró en José que al verlo tan calmado, abandonó la idea de que le hubiese ocurrido algún percance. Antes de finalizar la misa él dijo: “Hijos míos, retírense en paz, no importa los obstáculos que se han encomendado en sus vidas. Todos, con la gracia del Señor, son adjudicados. El amor es más fuerte que cualquier símbolo de inquietud o abandonó. Vivan en cariño, armonía y prosperidad hacia el prójimo. La paz sea contigo” Retumbando en contestación: “Y con tu espíritu” Sin ningún motivo, entristeció, su pecho se contrajo y unas lágrimas cayeron deslizándose por sus mejillas. Deslizo la vista a su izquierda, invocando a la gran estatua del Sagrado Corazón. No podía mentirse, sentía dolor por abandonar a su padre, porque al enterarse de que elegiría a Joaquín, no vincularía ningún acercamiento, Cesar no se lo perdonaría. Las personas fueron dejando la iglesia. El padre José, se acercó lentamente, colocándose a su lado.
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Editado: 07.10.2021