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Así como todo lo bueno llega, de alguna manera también se va.
Jamás me hubiera permitido pensar que en realidad conocería a mi crush, pero tampoco imaginé lo mucho que me dolería quedarme a su lado.
Hoy me levanté temprano con la intención de hacer el papeleo para el traslado.
Así es, he tomado la decisión más difícil de mi vida. Pero sé que es lo mejor.
Camino hacia secretaría y al llegar, hablo con la señora para entregarle los papeles de la solicitud.
Lo cual básicamente significará que ya no estaré en el sistema.
Después de unos minutos explicándole a dónde me trasladaría y firmando algunos documentos, me voy hacia el Starbucks.
Esta última semana me la pasé en desvela debido a que tenía muchas cosas qué hacer, empezando por el formulario para mi nueva universidad, el papeleo para el traslado, los boletos de avión, la carta de renuncia para mi trabajo y, por último, me tendría que despedir de los chicos.
Una vez que me encuentro frente al Starbucks, inhalo profundo y tomo coraje para empujar de la puerta.
Lo primero que veo es a Dave, quien está limpiando el piso.
Camino directo a la gerencia y toco dos veces la puerta hasta que escucho su voz diciendo ‹‹Adelante››.
Tomo el pomo y lo giro para entrar en la oficina.
―Hola, Melody. Siéntate ―hago lo que Sarah me dice y la miro nerviosa―. ¿Qué pasa? ―desvía la mirada de la laptop, ya que estaba escribiendo en ella y me observa por encima de sus lentes esperando una respuesta.
Ha notado mi nerviosismo, como era de esperarse.
―Yo... ―rasco mi nuca sintiendo un nudo en la garganta―. Vengo a dejar mi carta de renuncia. ―extiendo el sobre con la carta dentro, y pronto soy consciente de mi mano temblorosa.
Sus ojos se abren como platos y cierra la laptop.
Le vuelvo a insistir con un sutil movimiento de mano que la acepte.
Ella toma el sobre y lo ojea, pasando su mano por encima, como si no quisiera abrirlo.
―Pero... ¿Por qué? No lo entiendo. ―levanta la vista y en ella se refleja lo dolida que está.
Trago saliva pensando cómo se lo explicaré sin que la voz me tiemble.
Suspiro tratando de calmarme, cuando siento que ya estoy lista, empiezo hablar.
Le digo muy sinceramente que es una gran jefa, que no ha sido ningún problema en el trabajo, que me llevo bien con Dave, pero cuando pregunta por la verdadera razón por la cual me voy, no respondo con honestidad.
Derrama una que otra lágrima, diciendo que soy la hija que nunca tuvo, y que me va a extrañar.
Las ganas de llorar me consumen, pero me contengo.
Me despido de ella diciendo que de vez en cuando le escribiré.
Al salir de gerencia, escucho su llanto y bajo la cabeza, tratando de respirar con calma. Ella por un lado me recuerda a mi madre, cuando se despidió de mí en el aeropuerto. A quien por cierto, no le he avisado aún que me voy, de hecho, todavía no le he dicho a nadie.
Cuando decido irme, me detengo en seco al ver a Dave de frente, mirándome entre sorprendido y confundido.
Debe estar preguntándose qué está pasando.
―No pasa nada. ―me adelanto a decir.
―¿Segura? ¿Todo está bien? ―pregunta con incertidumbre.
Asiento rápidamente y bajo lo cabeza.
―Ya me tengo que ir ―digo en susurro―. ¿Sabes? Me vas a hacer falta, gusano. ―trato de bromear pero no funciona con mi voz tan afligida.
―¿De qué hablas? ―pregunta confundido.
Ladeo la cabeza y sonrío con nostalgia.
―Me voy a casa.
Sus ojos se abren como platos y parpadea varias veces.
―¿Me estás hablando en serio o estás bromeando? ―pregunta confuso―. Porque en serio, si me estás...
―Hablo en serio. ―lo interrumpo.
―Oh.
Nos quedamos en silencio, saco el celular de mi bolsillo trasero y veo que se me hace tarde.
Suspiro resignada y lo miro de nuevo.
―Fue un gusto conocerte, gusano. ―sonrío y extiendo mi mano hacia él.
―Lo mismo digo, Pitufina insolente. ―estrecha su mano con la mía, pero termina siendo un amistoso abrazo.
Después de todo, no lo podía odiar, aunque tuviera como mil defectos, Dave y yo habíamos desarrollado una peculiar amistad.
Por otro lado, debería de halarle las orejas a Rick por haberle dicho mi apodo a medio mundo, aunque ya me acostumbré.
Me separo y me despido de él agitando mi mano. Al salir del Starbucks, siento como si mi alma se fuera rompiendo en pedacitos.
Empiezo a caminar por la acera, pensando cómo decirle adiós a los chicos.
Sé que será doloroso, pero también sé que será inevitable.
Al llegar a la universidad me dispongo a dirigirme hacia el dormitorio para hacer las maletas.
Al menos ellos saben que me voy.
Están algo decaídos, más que todo Rick, el pobre dice no querer alejarse de su mejor amiga y hasta me hizo todo un drama en la cafetería diciendo que no me fuera y que sin mí no podía vivir.
En realidad eso me hizo reír como nunca. De hecho, no recuerdo haber reído tan genuinamente después de lo que sucedió con Aaron.
Sin embargo, en el momento que lo hizo me avergonzó demasiado. Casi lo mato.
Abro la puerta del dormitorio y camino hacia mi cama, saco de debajo de la cama las tres maletas y empiezo a sacar la ropa del armario para meterla en ellas.
El problema se vuelve a repetir nuevamente, las maletas no cierran, pero esta vez dudo que logre cerrarlas.
Pongo los brazos en jarra mientras pienso.
Debe ser por la ropa que les llevo a las chicas.
Suspiro agitada y estrujo la ropa lo más que puedo, hasta en rollitos, como me había dicho una de mis amigas que iba a campamentos. Solía decir que esa era la única manera de que la ropa entrara sin ningún problema.
Suspiro de alivio cuando así es.
Tomo la mochila negra para meter el celular, auriculares, billetera y otras cosas de importancia.