Todos voltearon cuando la elegante figura femenina atravesó la puerta principal, la manera que movía sus caderas y como el cabello rojizo fluía elegante y brillante, claro que donde clavaba su mirada dejaba sonrisas risueñas en los trabajadores que la reconocen, la jefa ha llegado, con su estilo impecable, su aroma embriagador y esa sonrisa que la tornaba accesible y cordial, porque era desplegada para todos por igual.
Emma Klein tenía la capacidad de robar la atención incluso en lo mínimo, siempre fue un poder del que se aprovechó en muchas ocasiones, sobre todo en sus tiempos de juerga cuando quería conseguir cócteles gratis o bien ingresar a los mejores clubes sin hacer fila, claro que ahora también le sirve para construirse un grupo de trabajo confiable y sobre todo seguro donde ella se sentía cómoda.
—Buenos días señorita Klein—saludó Alberto, el conserje de la empresa, quien le ayudó con el maletín sin que ella se lo pidiera.
—Buenos días, Alberto.
—¿Piso seis?
Ella solo asintió acomodándose dentro de la cabina con el conserje, este tipo de movimientos es lo que ha conseguido que Emma manejé una reputación de excelente, como persona y como jefa, de alguna manera todos los trabajadores se sentían lo suficientemente cómodos para acercarse a ella, sin importar si eran un simple conserje o la con directora de la empresa, todos podían contar con ella.
—Hoy es la competencia de la niña ¿verdad? —preguntó amable el hombre, pegando el pesado maletín a su pecho.
—Lo es, está demasiado emocionada y apenas logré convencerla de que tenía que quedarse en la escuela, ella quería solo practicar.
—Le irá super bien, va a patear muchos traseros.
Emma solo negó sonriendo cuando descubrió de donde su Diane había sacado la frase, incluso el mismo Alberto elevó su puño cerrado tal como la chiquilla lo había hecho.
Cuando llegaron al sexto piso, la elegante mujer recibió todas las miradas, pero ella iba concentrada poniendose al día con Alberto, quien hablaba con entusiasmo de los logros de su hija menor quien está por iniciar la universidad.
—Ya sabes, si necesitas ayuda me dejas saber—le recordó con dulzura, abriendo la puerta de su oficina amplia para él—y cuando tenga un tiempo la puedes traer aquí, me gustaría ir de compras para buscarle el vestido, además que tiene una cita en el salón que corre por mi cuenta ese día especial.
—Gracias señorita, gracias por ser tan amable.
—No hay de que, gracias por ayudarme.
El amable hombre, quien superaba los sesenta años y aunque Emma ha querido liquidarlo no ha podido, uno porque es un miembro valioso que prácticamente empezó con ella y dos porque Alberto parecía en realidad disfrutar su empleo, claro que tiene un personal a su disposición y es el jefe de ellos, lo que significó un aumento en su paga, pero el parecía sentirse orgulloso de saberse aún valioso para sí mismo y su familia.
Los dos voltearon cuando tocaron la puerta.
—Buenos días guapísima jefa—saludó Enrico, quien cargaba unas carpetas—Alberto, buenos días.
—Buenos días señor—los dos se asintieron—hasta luego señorita, un gusto acompañarla nuevamente.
Emma solo asintió sonriéndole y despidiéndose del amable hombre, retiró su chaqueta y tan solo suspiró ubicándose detrás de su elegante escritorio, arqueando una ceja cuando Enrico se sentó ante ella con las piernas cruzadas y ese brillo de picardía en su mirada que muchas veces la hacían voltear los ojos.
—Dormiste poco—indicó seguro el hombre, quien además de hacer de asistente de Emma en muchas ocasiones, era director del área de búsqueda, el que filtraba los mejores clientes para la empresa.
—Un par de horas, pero estoy bien desayunada y llevó ya dos tazas de café—Enrico elevó una ceja—pero una ha sido con leche.
Emma solo arrugó el rostro cuando el hombre se puso de pie, era alto y su figura lucia muy elegante, además que tenía un excelente gusto por la moda, un trabajador que congenio con ella desde el primer momento, sobre todo por lo mucho que tenían en común, ambos disfrutaban de la moda, los viernes de vino, y sobre todo los hombres que median casi dos metros.
—Toma—ordenó el hombre colocando la botella de agua ante ella.
—Si sabes que mi madre me empaca agua todos los días ¿cierto? —indicó sacando el termo de un vibrante rosado de su elegante bolso.
—Que sacrilegio que esa Balenciaga este cargando un termo de agua—soltó Enrico apretándose el puente de la nariz—pero como sé que me la vas a heredar, no diré nada.
Emma no dudo en sacarle la lengua, pero al final abrió la botella que él le ofreció dándole un sorbo grande que en realidad despertó de mejor manera su cuerpo, Enrico se sentó nuevamente ante ella colocando la carpeta que la joven pelirroja miró con recelo y cuando este la abrió solo suspiró, tomando la misma luego de cerrar la botella.
—Cuéntame más—señaló, mientras revisaba la carpeta de los próximos clientes que Enrico sugería, ella confiaba muchísimo en el ojo experto de su asistente y director, después de todo ha acertado en cada uno de los clientes que se han sumado en a su cartera.
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Editado: 25.12.2022