-Espero que ahora entiendan lo importante que es conocer a las personas antes de estar con ellas en una situación en la que lleven desventaja- dijo el abuelo de Tamara- ahora las entrenare para todo ello, y un amigo me ha dado permiso para ir a la prisión y visitar a algunos presos-
-Disculpe señor, con todo respeto, ¿Que haremos con los prisioneros?- preguntó Tabata
-Ustedes, nada, ellos les contaran porque están encerrados, que los motivó y entonces aprenderán a identificar malas personas-
-¿Funciona?- preguntó Romina
-Ya veremos, ahora vámonos-
Las cuatro caminaron hasta el reclusorio masculino, apenas entrar a este, tomaron los conos de papel y bebieron agua para hidratarse, el abuelo de Tamara arregló todo y entraron a la zona de visitas, los guardias dejaron a un hombre guapo en la mesa.
-Valla, sabía que hoy tendría visitas… pero no unas hermosas jovencitas- dijo el hombre poniendo sus manos en la mesa
-Y bien señor…- dijo Tamara
-Ramon, llámame Ramon-
-Bien Ramon, ¿Qué lo trajo aquí?- preguntó Tamara
-¿No te lo imaginas lindura?, ¿O alguna de ustedes?-
-La verdad es que no- dijo Romina- alguien tan apuesto en la cárcel-
-Me alagas, sin embargo, me merezco estar aquí, fui condenado por matar a toda mi familia, poco a poco… créeme, disfruté del cuchillo cortando sus pieles-
-¿Esta en el pabellón de enfermos mentales?- preguntó Romina
-Ya quisiera estar ahí, dicen que es más tranquilo que el resto de la prisión-
-¿Qué lo motivo?- preguntó Tamara con algo de temor
-Mi esposa me engañaba, y mis hijas no eran mías, por eso acabe con sus vidas, ahora, si me disculpan, tengo que liarme a puños con un cara de mierda que me ha estado molestando, gracias por visitar a esta escoria, guardias-
Dos guardias tomaron al prisionero y lo regresaron dentro, casi inmediatamente, sentaron a un hombre alto, musculoso y con el cuerpo todo tatuado, de barba poblada y corte militar.
-Irónico… ni mi madre viene a verme, ¿Por qué lo harían tres desconocidas?-
-Queremos saber que lo puso aquí señor…- dijo Romina
-José, José María-
-¿Qué fue lo que lo puso aquí señor José?- preguntó Tamara
-¿No se lo imaginan?- preguntó José con una sonrisa en su rostro
-¿Trafico de drogas?- preguntó Romina
-¿Era un sicario?- preguntó Tabata
-Error, asesine a mi hermano-
-¿Por qué?- preguntaron las tres sorprendidas
-No sé por qué a las personas se les condena por un lazo de sangre, mi hermano era un maldito, abuso de mi esposa, y aun con las pruebas, siguió negándolo, así que tome su cuello y lo aplaste hasta que llegaron tres policías a detenerme, por eso mi madre no viene a verme-
-¿Hizo lo correcto?- preguntó Tabata
-No diría que lo correcto, mate a mi hermano…-
-¡Pero era un abusador!- exclamó Tamara poniéndose de pie
-Creo que tienes razón niña, ustedes no se condenen por un lazo de sangre, ahora, creo que tienen a otro prisionero esperando, gracias por la visita-
Los guardias se llevaron al hombre e inmediatamente se sentó otro a la mesa, un hombre de tez morena con los ojos perdidos en el vacío.
-¿Qué buscan aquí?-preguntó sin enfocar su vista en algo
-Queremos saber que lo puso aquí- contestó Tabata
-Me acusaron de asesinar a la hija de un gobernante… me torturaron para firmar algunos papeles… y luego me trajeron acá… ¿Qué más quieren saber?-
-¿Realmente usted lo hizo?- preguntó Romina
-No- dijo el hombre y comenzó a llorar- lo he repetido cinco años, yo no lo hice… sin embargo, aquí sigo… y creo… que aquí seguiré… guardias-
Los guardias escoltaron al prisionero y el abuelo de Tamara fue el siguiente en sentarse.
-¿Qué han aprendido hasta ahora?-
-Los lazos de sangre no funcionan- respondió Tabata
-Hay inocentes en las cárceles- dijo Romina
-Los pervertidos merecen morir-dijo Tamara
-No, no han aprendido nada, el primer prisionero, un hombre de buen rostro, guapo, de voz suave, mato a toda su familia por que vivió engañado, sin arrepentimientos, el segundo, alto, musculoso, con tatuajes en todo el cuerpo, mato a su hermano porque abuso de su esposa y parece arrepentirse, y el tercero, con la mirada perdida, fue acusado de haber asesinado a una niña-
-La apariencia, no juzgar a un libro por la portada- dijo Romina
-Excelente, guardias, el siguiente- dijo el abuelo de Tamara y se puso de pie
Uno y otro y otro prisionero, cada uno de ellos con historias diferentes, un asesino serial, un asesino de policías, un contrabandista, un traficante de armas, un traficante de equipo médico, un ladrón que robaba para pagar el tratamiento de su madre, un asesino de secuestradores, un científico asesino que mato a su jefe por el robo de una patente, un secuestrador que donaba todo a la investigación del cáncer, cada historia era diferente, y el sol ya se había ocultado.
-¿Y bien?- preguntó el abuelo de Tamara a las chicas
-No lo sé… me siento confundida- dijo Tamara mientras cubría sus ojos con las palmas
-No… nunca pensé que el mundo estaría tan muerto… la mitad de esos hombres no deberían de estar aquí- dijo Romina mientras se recostaba en sus manos
-Me… no se… no tengo palabras- dijo Tabata
-Creo que mañana estarán bien, ahora vámonos, sus madres deben de estar preocupadas-
Todas regresaron a casa, se dieron un baño, comieron y después se quedaron pensando en lo que había pasado, Tamara miró el mueble que estaba a un lado de su cama, un rosario colgaba y entonces recordó que hace mucho tiempo ya no iba a la iglesia, así que anotó mentalmente ir a la iglesia al día siguiente.
La escuela y mucho ejercicio después, el abuelo de Tamara dejó libre a las tres chicas.
-¿Vamos a comer?- preguntó Tabata