Contra el tiempo ©

Capítulo 4: La salida

A la mañana siguiente, ayudamos a Matilde y a la señora Zoila quien era encargada de la cocina, a hacer la comida de la casa. Huevos fritos, rebanadas de plátano horneado con miel y canela, café recién hecho y tostadas de pan con mantequilla, fue nuestro delicioso desayuno. Y ya me estaba acostumbrando a iniciar mis días así: en familia. Pues en mi casa no era común que comiéramos todos juntos en la mesa, a menos que fuera una ocasión especial como navidad o algún cumpleaños. Pues de lo contrario estando ya el desayuno listo y servido cada quien iba a la sala o a su habitación a comer y seguir en lo suyo. Y ahí estaba incluida yo. 

Cuando todos terminamos de comer, ayudamos a levantar la mesa y a lavarlos. Y cuando terminamos escuchamos que mencionaban que el desayuno de los peones y mozos ya estaban listos. Entonces Mar dijo algo que me dejo helada:

—Su y yo podemos ir a dejarlos… —Volví a verla, frunciendo el ceño. Y ella me miraba sonriendo. Quise pasar la mano por mi rostro pero esta estaba llena de jabón. 

— ¿De verdad? —Matilde cuestionó esperanzada—, nos ayudarían mucho, aun debemos de hacer muchas cosas en la casa y las otras muchachas del servicio igual… —Giré mi cuerpo y me concentré en lo que hacía, tratando de aliviar la tensión que sentía.

— ¿Qué dices, Sughey? —preguntó Mar. Lavé mis manos y tomé un trapo para secarlas. Volví a verla, y me encogí de hombros. No podía pasar escondida todo el tiempo, mi trato con Daniel no debía afectar mi estadía ahí, mis ganas de salir y conocer lugares nuevos. 

Nos prepararon toda la comida en canastas y Mar, Ruth y yo emprendimos camino. Caminamos alrededor de quince minutos, estaban en los cañales, revisando la cosecha que pronto debía ser preparada para venderse. A lo lejos se divisaba a un montón de hombres, jóvenes que estaba entre las cañas, unos con machetes cortando. Y entre medio de todos ellos estaba Daniel. Su piel morena y brillante por la transpiración y el sol, lo hacían ver tremendamente sensual. Sus risos se pegaban a su frente y sus brazos se flexionaban, mostrando con mayor claridad lo torneados que estaban. Me obligué a ver en otra dirección pues sentía que el calor se acrecentaba en mi interior. Nos terminamos de acercar y   Rogelio, el padre de Daniel les indicó a todos que los desayunos ya habían llegado. Uno por uno se iban acercando y nosotras sacábamos con cuidado la comida de las cestas. Los últimos en acercarse fueron Daniel y Rogelio. Pasaron primero por donde mi amiga y luego donde mí, pues yo tenía el café. 

—Muchas gracias por traer la comida —dijo Rogelio. Le sonreí, las personas en esos lugares eran muy agradecidas. Le di el café, y con un último agradecimiento se fue donde estaban las primas Sandoval. 

—Hola… —saludó Daniel, acercándose a mí. Sus ojos brillaban y su sonrisa era hermosa, me dejo la boca seca. Elevé las comisuras de mis labios en una educada sonrisa y extendí la mano para tomar la tasa que traía en sus manos. Y cuando lo hice él tomó por segundos mis dedos, deslizando los suyos con lentitud y suavidad—… ¿pensaste lo que te dije ayer? —preguntó. Entorné los ojos, ¿qué? 

—No sé a qué te refieres… —Vertí con cuidado el oscuro líquido, temiendo quemar mi mano pues la cercanía y presencia del chico frente a mi hacia estragos en mi sistema nervioso. Lo escuché bufar. 

—En serio entre Mariana y yo no hay nada, yo… nunca le he dicho nada. Es como mi hermana y pues… espero me creas —murmuró todo con congoja. Le di la tasa sin decir una sola palabra. Estaba sobre mis rodillas por lo que   me levanté con rapidez, tomé la canasta y me fui donde Mar sin responder nada. 

Regresamos a la casa y pasamos el resto de la mañana jugando juegos de mesa, afuera hacía mucho calor, como para salir y morir calcinados. Almorzamos unas deliciosas chilaquilas, que en mi vida las había probado. Tortillas rellenas con queso y en salsa de tomate con especias. ¡Delicioso! Ya luego, me las ingenié en inventar una excusa para no salir a dejar el almuerzo a los trabajadores. Subí a la habitación y me di una buena ducha, aprovechando que Mar andaba afuera dejando los alimentos; relajé mi cuerpo, y me permití pensar con calma y claridad. Pues mi cabeza con los recientes sucesos estaba hecho una bola de estambre. Recordé la forma tan inesperada en que ese beso pasó, en la forma que sus manos se deslizaron por las curvas de mi cuerpo, su tacto había sido tan fortuito y agradable. Me alejó del planeta tierra y me hizo llegar a la luna. Pero… ¿cómo pude abandonarme con tanta rapidez? Sin duda, sentía mucha atracción por él, ambos, pero era una locura que pasara en el primer día. Estaba eso y Mariana, sabía que le gustaba, aunque su forma extravagante de ser no le permitía avanzar, y saber eso tranquilizaba un poco a mi conciencia acusadora. 

Salí del baño y me enfundé un short corto, una blusa roja de manga corta y mis botas marrones. Sequé bien mi cabello y lo peiné con calma. Estaba acomodando ciertas cosas de mi equipaje cuando Mar apareció, venia hecha un desastre. Llevé una mano a mi boca ocultando una risa. Venia molesta. Se encerró en el baño y no pregunté nada. Minutos, varios minutos después salió con la misma expresión de enojo. 



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En el texto hay: therinne, amorjuvenil, verano

Editado: 19.02.2018

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