Convaleciendo al corazón

Capítulo 14

Savannah

Escucho mi alarma sonando, dejándome saber que es lunes y con él, una nueva semana de clases inicia.

Nunca he sido problemática para levantarme, incluso suelo despertarme segundos antes de que suene el celular, como si yo misma ya tuviera la hora programada, de modo que me sorprende lo mucho que me está costando espabilar justo ahora.

No logro ubicar el celular, así que tampoco he podido apagarlo, y seguir escuchando esa musiquita aguda no está haciendo más que irritarme y que una leve jaqueca me ataque.

Me remuevo en la cama, desesperada por encontrar el aparato, o al menos eso es lo que intento, porque no logro hacer ningún movimiento debido al peso sobre mi vientre.

Llevo las manos hasta mis ojos para tallármelos, y ver si así logro terminar de despertarme. Gran error. Hubiera preferido mil veces seguir adormilada, porque de ser así no habría caído en cuenta de qué es eso que rodea mi cintura, mucho menos del motivo que nos ha llevado a ésto.

—¡Aaah! —exclamo, pegando un brinquito hacia un costado de la cama, alejándome lo más posible de su cuerpo.

Jareth está ahí, recostado a un lado, y hasta hace menos de un minuto dormíamos abrazados mientras que yo no traigo más que mi ropa interior. Quiero darme un buen zape yo misma, ni siquiera entiendo por qué carajos reacciono de este modo.

—¿Ahora qué diablos te sucede? —cuestiona, somnoliento, a la par que se restriega los ojos.

—T-Tú..., y-yo —tartamudeo, no encontrando las palabras correctas para expresarme, pero vamos, que ni siquiera sé qué quiero decir.

Aprieto la frazada contra mi pecho pretendiendo cubrirme lo más posible, aunque esto solo sirva para demostrarle lo incómoda que me siento en este preciso momento.

Jareth abre los ojos con lentitud y pesar, pero al notar mi deplorable estado termina frunciendo el ceño, claro, hasta que cree entender la razón de mi sobresalto, porque ahí lo que hace es ahogar una carcajada.

Sí, me siento expuesta, pero no del modo que él piensa y, francamente, preferiría que fuese así, porque eso no significaría absolutamente nada, y estoy segura que no estaría experimentando el remolino de emociones que parecen estar librando una batalla en mi interior.

—Savannah...

—E-Estoy en ropa interior —le interrumpo, exponiendo lo obvio, pues fue él quién me desvistió.

—Savannah...

—Y tú y yo estamos en la misma cama.

—Savannah...

—Me estabas abrazando.

—Savannah...

—¡Y te hablé de mi pasado!

Aquí está el colmo del cuento y la razón por la que quiero darme de bruces contra la pared. No puedo creer que le haya contado lo que pasó con Crisha, no es que quiera mantener la realidad en secreto, eso es lo de menos, pero me preocupa lo mal que debí estar como para abrirme con él. ¿En qué estaba pensando? ¿Habrá sido culpa de la fiebre?

Busco algo más donde centrar la vista y no paro de decir tontería y media mientras busco una explicación lógica en mi cabeza que justifique los hechos.

—¡Savannah! —grita, logrando captar mi atención y frenar mi vómito verbal—. ¿Puedes, por favor, tranquilizarte?

Me detengo a observarlo a los ojos un par de segundos, y apenas recupero algo la compostura, salgo corriendo de la cama y me visto con lo primero que encuentro, importándome poco que no combine el pantalón chándal gris claro con la blusa campesina floreada, pero qué va, si no puedo hacer más el ridículo en el internado, ¿o si?

Ni siquiera me preocupo por colocarme bien los tenis, sino que prefiero salir descalza de la habitación y tener que ir saltando en un pie para colocármelos de camino, escuchando de fondo a Jareth llamarme una y otra vez y balanceando el peso de mis cosas para no caerme.

Desciendo las escaleras a toda velocidad, cruzo la puerta sintiendo el frío golpearme de lleno y atravieso el patio hasta llegar al edificio principal. En el momento en que me adentro en éste las pocas personas que se encuentran dentro me observan confundidos y algunos sueltan risitas que pretenden ser disimuladas, pero los comprendo, yo misma me estaría riendo de mí en otras circunstancias, he de parecer un payaso salido del circo. Ignoro sus miradas curiosas y avanzo por los pasillos hasta llegar al comedor, donde me las arreglo para conseguir algo de comida antes de la hora del desayuno.

Enseguida me dirijo al gimnasio, esperanzada ante la idea de volver a encontrar la puerta abierta y, para mi fortuna, así es. Camino hasta la cancha de basket y tomo el balón en mis manos para comenzar a realizar algunos lanzamientos.

Creo que jamás había tenido en cuenta lo terapéutico que ésto me resulta.

No tardo mucho en tranquilizarme, de hecho, parece que cada tiro que hago doma una a una las emociones que hace segundos bullían en mi interior, aunque esa incertidumbre por la razón que decidí bajar todas mis barreras con Jareth con tremenda facilidad todavía me aqueja.

Pasada casi una hora dejo la pelota a los pies de las gradas, tomo mis cosas y salgo del gimnasio para llegar a tiempo al salón de clases, donde apenas pongo un pie dentro, me recibe la preocupada mirada de Jareth, quien me espera sentado en nuestro lugar habitual. No obstante, me siento tan descolocada que no veo mejor opción que girar sobre mi anclo derecho e ir hasta donde se encuentra Ian, justo al fondo de la clase, lo que en este momento me resulta fantástico.

Todo el tiempo que me toma sentarme a su lado siento la intensa mirada de Jareth quemándome la espalda, pero no me atrevo a voltear para ver la expresión en su rostro, ni siquiera soy capaz de imaginarla. Ian, por su parte, luce tan ausente de todo como de costumbre.

Hago todo lo posible por ignorar la conversación que mantienen Ian y Chase sobre sus últimas conquistas e intento concentrarme en hallar una solución que acabe con la incomodidad que siento de solo pensar en acercarme a Jareth.




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