Cuatro días se contaban fácil, pero una cosa era contarlos y otra vivirlos entre horarios, comidas saludables y juegos educativos.
Eve sintió que ser padre (o niñera) estaba infravalorado.
Ser padre o madre no era nada fácil... Pero tampoco era imposible.
—Tale as oldest time... Beauty and the Beast.—susurró lo último de la canción y miró a Eliana con dulzura.
la pequeña rubia tenía largas pestañas que reposaban sobre sus mejillas, que estaban sonrojadas por el baño caliente después de jugar toda la tarde
Los dos pequeños habían cenado temprano, pues Eve trataba de darle las comidas en los horarios que correspondía… luego de cenar Eliana le había pedido que le cantara una canción antes de dormir, sólo que la pequeña rubia se quedó dormida en cuanto su cabecita tocó la almohada y Eve la cubrió con la manta.
Salió de la habitación, pero no sin antes asegurarse de encender el monitor para bebés y llevarse el más pequeño en la mano.
Los habían comprado en el supermercado el día anterior, y eso le daba una tranquilidad increíble al saber que podía estar pendiente de ellos incluso mientras dormían... Por alguna extraña razón, tenía ese instinto de correr a verlos en cuanto escuchaba que despertaban.
Eve sabía que se estaba enganchando demasiado con los niños, pero no podía dejar de sentir que quería estar para ellos en cuanto despertaran.
Era el cuarto día a solas con los pequeños Kana y había aprendido dos cosas muy importantes en ese corto tiempo; la primera, los niños eran terriblemente tiernos... Aun cuando parecían tener baterías eternas. La segunda; se había estado perdiendo de mucho en todos esos años sin ser madre.
Tenía veintiocho años, tampoco estaba muy vieja... Pero igual sentía que había desperdiciado los últimos años de su vida al no tener a una personita que le llenara los días de alegría; como ahora estaban haciendo esos dos rubios.
Bajó a la sala y encontró a Elian pintando como si no hubiera un mañana.
—Sólo dos minutos más, cielo.—indicó y encendió la televisión, esperando entretenerse mientras Elian pintaba lo que faltaba de su dibujo.
El pequeño, para asombro de su cuidadora, terminó de pintar apresurado y luego dejó el dibujo y los colores sobre la mesa.
Después camino tímidamente hacia Eve y, mientras ella fingía prestarle atención a la televisión, él se coló en el espacio entre sus piernas como si fuera la cosa más natural del mundo.
El corazón de Eve se aceleró dentro de su pecho, no podía creer que Elian se sintiera lo suficientemente cómodo con ella como para hacer eso.
Disimuladamente, ella se recostó contra el espaldar del sofá, dejándole más espacio el pequeño; quien no dudó en sentarse sobre una de las piernas de Eve y luego recostarse contra su pecho, con la mirada fija en la televisión.
Ver esa muestra de confianza de parte del pequeño hizo que Eve sintiera unas muy fuertes ganas de llorar.
Sabía que, en parte, era su culpa por no estar muy acostumbrada a las muestras de afecto físicas... Pero lo que había hecho el pequeño le hizo darse cuenta de lo mucho que se estaba perdiendo.
Mientras contenía las ganas de llorar, intentando no alertar al pequeño de su reacción, lo escuchó bostezar.
Lo rodeó un poco con su brazo, asegurándose de que él tuviera respaldo por si se quedaba dormido.
Al sentir su movimiento, Elian se acomodó mejor en el pecho de Eve, recostando su cabecita contra su hombro… Y eso fue todo lo que ella necesitó para que las lágrimas que había estado conteniendo cayeran por sus mejillas.
De nuevo los recuerdos, de lo que pudo ser y no fue, la abordaron. Pensar que ese chiquitín podía ser suyo hizo que sintiera ganas de llorar a gritos para dejar salir su frustración.
El pasado disfrutaba atormentarla en el presente, recordándole todo lo que estuvo a punto de tener y perdió.
Después de un par de minutos ella logró calmarse y, por suerte, su llanto silencioso no alertó a Elian, pues el pequeño había caído como un tronco al sentir el calor y el olor familiar de la pelirroja.
Ella lo acomodó mejor contra su pecho, preparándose para llevarlo en brazos hasta su cama… Sólo que no pudo hacerlo.
Se quedó congelada cuando levantó la mirada y se encontró a Basil de pie a unos metros de distancia.
Ray apareció justo detrás del rubio y los dos se quedaron viéndola pasmados.
Eve supo en ese instante que todo lo que había logrado construir en esos días con los niños se había venido abajo en un par de segundos.
—Basil.—susurró sin poderse contener.
—Vaya, parece que los pequeños te han tomado mucho cariño.—le dijo su hermano con una sonrisa dulce, pero Eve ni siquiera le prestó atención pues su mirada estaba anclada al rostro de Basil.
Él se veía furioso.
—¿Qué tal eso, eh?—preguntó el pelirrojo a Basil, poniéndole una mano en el hombro.
Basil lo ignoró y caminó hasta Eve con rapidez.