Esos tres años que trabajé en aquella escuela fueron muy importantes para mi carrera de docente; no sólo porque allí radiqué mi efectividad y trabajé por tres años, sino porque conocí gente maravillosa que jamás olvidaré.
Conocí familias muy humildes pero que siempre estaban dispuestas a ayudar a los demás, colaborando con la escuela, con el barrio, con las personas que lo necesitaban. Son familias que tienen poco y tienen mucho: tienen pocos bienes económicos, pero tienen la mano tendida siempre para ayudar a los demás.
¡Cuántas personas hay así! ojalá sean muchas, pero se aprecian más en los lugares donde viven en forma precaria, pero que tienen un corazón tan grande que es su esencia. Ellos realmente aprecian y valoran lo que tiene, que muchas veces lo que tienen es su familia.
Si, su familia es el bien más preciado que tienen, y lo dan todo para ellos, para ser felices y valorar la vida. Ojalá todas las personas del mundo valoraran lo que tienen, y no perdieran su tiempo en tonterías, en discusiones inútiles que no llevan a nada bueno.
Los niños de esa escuela saben lo qué es apreciar lo que tienen porque son los valores que les inculca su familia, y los docentes fortalecemos esos valores a través de nuestras enseñanzas. Pero, primero tenemos que conocer la realidad de esas familias, para poder entender y actuar en consecuencia.
¡Qué lindo haber trabajado allí, para conocerlos! Ojalá ellos me recuerden a mi, como yo los recuerdo a ellos con mucho cariño. Ya por el sólo hecho de haber caminado durante tres años dos kilómetros por ese lugar para llegar a la escuela, encontrándome con chicos que eran los "temibles" del barrio y me reconocieran como la maestra de la escuela y nos saludáramos todas las mañanas, creo que fue un reconocimiento a la labor cumplida.