Creo que te quiero

Palomo mensajero

Las historias de amor adolescente de los 90 se basaban en locas ideas para lograr conquistar a la mujer que te gustaba, yo por mi parte, solo me basaba en la loca idea de que Mónica me volviera a hablar. Días martes y yo me paro afuera de la sala, ochenta grados a la izquierda, veo a la Mónica venir a la sala, y por sus gestos se ve incómoda al verme.

—Puedes llamar a Ricardo por favor—. Se puso muy seria.

—Si claro, pero me gustaría saber si podemos hablar Mónica ¿Podemos?—. La traté de abordar.

—Disculpa, pero tengo que pasarle algo a Ricardo y tengo... Tengo que preparar una presentación—. Se excusó y entró a la sala de mi curso.

Estaba claro: ella me estaba evitando, porque tal vez no quería confundirse, así que decidió cortar de raíz toda conversación conmigo.

—Parece que ya no te dan boleta—. Me trató de consolar el Marcos.

—No entiendo que le pasa, desde que volvió con el Cogote que no me habla—. Trataba de buscar explicaciones.

—A lo mejor lo hace para no hacerte daño—. Se metió la Punky.

—Pero porque, si somos amigos—. Encogí los hombros en señal de no entender nada.

—Pa' que poh, si a voh te gusta la Mónica—. Me enrostró el Héctor.

—Por tercera vez, no me gusta la Mónica, Chiste—. Aseguré serio y ellos me miraron con cara de "no te creemos nada".

Pasaban los días y ella no me miraba, no me hablaba y por supuesto, ni siquiera me dijo el motivo por el cuál me había borrado de su existencia. Yo me sentía totalmente desesperado, porque había pasado casi un mes y ni siquiera me miraba. Tenía que saber que le pasa, pero para eso, tenia que ir a las fuentes más cercanas de información, sus mejores amigas.

—Hola cómo están—. Me acerqué a saludar a la Fanny, la Maritza y a la Claudia.

—¿Y tu en que andas?—. Me quedó mirando extrañada la Fanny.

—Necesito hacerle una pregunta y que me respondan si saben—. Les pedí, ellas asintieron con la cabeza —Ustedes saben que le pasa a la Mónica anda cómo rara—. Les gesticulé.

—Aaahh eso... La verdad ni nosotros sabemos que le pasa, ahora anda callada y no dice muchas cosas, y anda sólo detrás del Ricardo para todos lados, o eso trata—. Contó la Maritza.

—Aahh ya...—. Me rasqué la cabeza.

Me quedé un rato conversando con ellas, para que no se viera tan feo que me acerqué a ellas sólo para preguntarle por la Mónica; el problema era que me dejaron en la misma, no había logrado mucho, así que decidí que tal vez había alguien que me iba a ayudar, digamos que una vuelta de mano.

—Ricardo podemos conversar—. Me acerqué al Cogote cuándo entramos a clases de Matemáticas. El aceptó y nos apartamos un poco para hablar.

—Dime Almono qué pasa.

—Quiero saber que le pasa a la Mónica, ya ni me saluda y no me habla y no se qué onda —. Lo quedé mirando —¿No le habrás dicho algo tú?—. Fui directo.

—La verdad nada, estamos súper bien cómo pareja, pero ella me dijo que decidió alejarse de ti, pero no se más, pero te juro, yo no le he dicho nada—. Me miró con ojos de Borrego.

—¿Seguro?—. Insistí.

—Segurísimo Almuna, legal, todo esto que está haciendo es porque ella lo decidió, yo no influí nada en su decisión —. Me aseguró.

Había que creerle, no creo que me haya estado mintiendo y menos con algo que el sabía que a mi me importaba tanto cómo mi relación de "amistad" con Mónica. Tenía que resignarme a no hablar nunca más con ella, y empezar a olvidarla para siempre no más.

Esa tarde me fui a mi casa, tratando de encontrar una razón por la cual Mónica se había alejado de mi; llegué a mi casa y Marisol, la niña del aseo me atajó.

—Ya chico suelta, que te pasa—. Me preguntó, mientras me servía un vaso de jugo.

—Nada Mariloca, problemas del corazón—. Me senté en una silla mirando al suelo.

—A ver qué pasó, a lo mejor yo te puedo ayudar—. Se puso al lado mío, mientras se secaba las manos.

Marisol llevaba un par de años trabajando con nosotros,  yo había forjado una buena relación con ella, porque siempre me cuidaba y me hacía lo que yo quería, podíamos decir que era como mi segunda madre.

—Es que, me gusta una chica, ella sabe que me gusta, pero se alejó porque está pololeando y ahora no me mira, no me habla, nada—. Le di un golpe a la mesa angustiado.

—Mira chico, si la niña se alejó es porque no está ni ahí contigo, creo que lo mejor que puedes hacer es olvidarte de ella y seguir—. Fue su sabio consejo.

Marisol tenía razón, si Mónica se alejó, no podía hacer nada, más que resignarme a olvidarme de ella y conformarme con mirarla de lejos, como es feliz con el estúpido del Ricardo. Al día siguiente llegué a clases pensando en un nuevo comienzo, en una nueva búsqueda, total ella se lo perdió. Me paré afuera de la sala, en la puerta del segundo estaba Mónica, que ganas de ser aunque sea su amigo.

—Oye Almuna así, podemos hablar—. Me pidió el David Palominos.

Era extraño que el Palominos me hablara, porque un chico como el, popular, buena onda, un ser que andaba en sus voladas de amor y paz, era difícil que se dirigiera a mi.

—Dime Palominos, qué pasa—. Lo miré extrañado.

—Mira hermano, yo he cachado todo lo que pasó con la loca del lado, que no te pesca, no te habla, toda esa volada y bueno, te quiero ayudar—. Me cerró un ojo.

—¿Tu ayudarme? ¿Y que vas a hacer tú?—. Lo quedé mirando más extrañado aún.

—Shaaa hermano, no me mires como poca cosa, si yo tengo súper buena llegada con las minas—. Dijo canchero.

—Mira Palominos, te agradezco, pero tu no la conoces a ella, es difícil que te vaya a escuchar y que puedas hacer algo... No creo que resulte—. Le pegué suavemente en la espalda.

—A lo mejor ella me escucha, deja intentarlo así, para ver que pasa—. Trató de convencerme.

Bueno, no perdía nada con intentar, ya había tratado yo y nada había resultado, así que un intento más no creo que fuera mala idea, tal vez escuche a otro.

—Está bien, pero si no te resulta a la primera abortas la misión—. Le pedí —No se a que va esta ayuda—. Lo miré con un dejo de desconfianza




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