La llegada de diciembre viene con los primeros rayos fuertes de sol, el calor golpeando las cabezas de quienes vivimos en los suburbios de la gran capital y la fiesta de fin de año, el gran evento que todo alumno del CELE espera con ansiedad. El colegio tiraba la casa por la ventana y el centro de alumnos armaba una fiesta que es difícil de olvidar. Todo el mundo andaba entusiasmado con la famosa fiesta, bueno todos, excepto yo.
—¿Van a ir a la fiesta del colegio?—. Preguntó entusiasmado el Alberto.
—Si igual, para echar la talla un rato—. Respondió el Care Chiste sonriente.
—Yo también me apunto cabros—. Aseguró el Marcos .
—Lo que es yo, me quedaré en mi casa acostado mejor, ni ahí con fiestas ni nada—. Expresé con seguridad —Aparte ni a cañones me van a dar permiso para ir, porque repetí de curso.
—Ohhh el viejo amargado—. Se burló el Héctor.
—Y vas a dejar sola a la Mónica—. Me recordó el Marcos mientras se reía.
Mis compañeros clavaron la vista en mi, como esperando ansiosos una respuesta. Era obvio que la historia ente Mónica y yo había sido especial y que una fiesta era el momento más oportuno para jugármela por conquistar su corazón, pero yo tenía claro lo que tenía que hacer.
—Naaa me da lo mismo—. Contesté —Ella tiene a su pololo.
—Pero dicen que esa relación está más mal que la cresta poh—. Saltó el Héctor.
—Ah no sé, me da igual—. Encogí los hombros.
La decisión ya estaba tomada, no iba a ir a la fiesta a ver cómo los demás bailaban y lo pasaban bien y nada ni nadie me haría cambiar de opinión.
—Almuna puedo hablar contigo—. Me llamo la Mónica.
—Si, dime Moni—. Le dije acercándome a ella, mientras mis compañeros me molestaban.
—¿Supiste que el centro de alumno va a hacer una fiesta aquí en el colegio?—. Me preguntó.
—Si, si supe pero... no sé si vaya—. Agaché la cabeza.
—¿Por que? Me gustaría que estuvieras ahí, creo que contigo lo pasaría mejor—. Se sinceró.
Y ahí estaba ella mirándome con sus ojos verdes esperando mi respuesta. Pero ¿Que diablos iba a hacer ahí? No me gusta las fiestas, no se bailar, no tomo, soy el ser más fome* del mundo y esas cosas no me llaman la atención.
—Claro que voy a ir, sólo estaba bromeando, me encantan las fiestas—. Le mentí abriendo los ojos entusiasmado.
—Sabía que tú no me ibas a fallar—. Esbozó una sonrisa.
Lo sé, eso estaba mal, pero una mentira piadosa no le hace mal a nadie, además iba a estar con ella, que era lo más importante, aunque fuera por amistad.
—Que bueno que vas a ir, de verdad me alegro, porque habrá muchas sorpresas —. Me contó cerrándome un ojo.
Ante esa invitación, y ante los rumores que sonaban por los patios del CELE, sobre su relación con el Cogote, no me podía resistir así que, tenía que estar listo para que cualquier cosa pudiera pasar.
—¿Pero y si sigue con el pololo?—. Me preguntó el Víctor, cuando nos encontramos en el pasaje al volver del colegio.
—No creo cabezón, si ahora si que están mal, dicen que ella va a terminar con él—. Le conté a mi amigo.
—Pero acuérdate que la otra vez dijiste lo mismo y no paso nada, no terminaron—. Me recordó.
—Si es cierto, pero no se porque, presiento que esta vez creo que será diferente—. Aseguré.
—Ojalá, por que no quiero verte sufrir de nuevo—. Me pegó en la espalda.
—Tranquilo Cabeza, esta vez voy a ver qué pasa, pero tampoco me voy a ilusionar—. Le devolví el golpe.
Ya me había comprometido con ir a la fiesta, esta puede ser la oportunidad que tanto soñaba, pero ahora venia lo más complicado, hablar con mis padres para conseguir el permiso para ir a la fiesta, una odisea juvenil que era muy difícil de lograr.
—No, no puedes ir—. Contestó tajante mi padre a la petición.
—Pero ¿por que?—. Protesté
—Te recuerdo jovencito que repetiste de curso, así que no te premiaré—. Se cruzó de brazos muy serio mi padre.
Esto iba a ser más difícil de lo que imaginé, pero no me iba a dar por vencido, tenía que conseguir el permiso cueste lo que cueste.
—Ahhh vamos papi, no fue culpa mía puh... Si ustedes saben que el dibujo técnico me mató. Además será la ultima vez que estaré con mis compañeros... porfis porfis—. Les supliqué de rodillas en el suelo.
Mi papá miró a mi mamá, eso podía ser un buen indicio, porque la que tomaba la decisión final siempre era mi mamá.
—Ya, ya, está bien, pero solo hasta las dos—. Decidió mi mamá, la más estricta de los dos.
—Aaahh pero tan poco rato—. Demostré mi disconformidad por tan poco permiso.
—Es eso o nada—. Respondió mi mamá —Tu hermano te va a ir a buscar, así que no quiero problemas—. Me advirtió.
—Si mamá—. Fue mi llena de frustración respuesta, así que me tuve que resignar a que solamente estaría hasta las dos.
Los días pasaron lentos, estaba ansioso de saber que iba a ocurrir en la fiesta; hasta que llegó el anhelado día; así que me puse mis jeans morados una polera verde con blanca a rayas y mi canguro azul. Luego de pedirle un poco de plata a mis padres para el pasaje de ida y para comprar algo en la fiesta, me fui por el pasaje, donde estaban mis amigos jugando ataque y me desearon suerte.
—Dale con todo no más Benja—. Me animó el Victor.
—Y donde va tan arreglado este—. Preguntó el Braulio.
—A la fiesta del colegio y va a ir con la mina que le gusta el tonto—. Le explicó el Cabezón.
—Nunca tan así, pero va ella y veremos qué pasa—. Les aclaré a mis amigos.
—Ojalá te vaya bien no mas—. Me deseó el Braulio, así que le agradecí y me puse en camino a la escuela.
Llegué al paradero, eran las 22: 30, estaba bien, la fiesta empezaba a las 23hrs. Tomé la micro, me bajé en el paradero 23 y caminé hasta el colegio, llegué a la puerta, estaba el portero Juanito, con un vaso de cerveza en la mano; seguí hasta adentro, había un buen ambiente, habían profesores fumando, inspectores conversando con alumnos, pero yo preferí seguir hasta la cancha donde estaban casi todos, la música sonaba fuerte y seguramente también estaba ella. Por fin, entre la gran multitud de gente pude divisar a mis compañeros, el Héctor , el Alberto y el Marcos, así que me acerqué a ellos.