Crepúsculo - Stephenie Meyer

Capitulo 8. Port Angeles

Jessica conducía aún más deprisa que Charlie, por lo que estuvimos en Port Angeles a eso
de las cuatro. Hacía bastante tiempo que no había tenido una salida nocturna sólo de
chicas; el subidón del estrógeno resultó vigorizante. Escuchamos canciones de rock
mientras Jessica hablaba sobre los chicos con los que solíamos estar. Su cena con Mike
había ido muy bien y esperaba que el sábado por la noche hubieran progresado hasta llegar
a la etapa del primer beso. Sonreí para mis adentros, complacida. Angela estaba feliz de
asistir al baile aunque en realidad no le interesaba Eric. Jess intentó hacerle confesar cuál
era su tipo de chico, pero la interrumpió con una pregunta sobre vestidos poco después,
para distraerla. Angela me dedicó una mirada de agradecimiento.
Port Angeles era una hermosa trampa para turistas, mucho más elegante y encantadora
que Forks, pero Jessica y Angela la conocían bien, por lo que no planeaban desperdiciar el
tiempo en el pintoresco paseo marítimo cerca de la bahía. Jessica condujo directamente
hasta una de las grandes tiendas de la ciudad, situada a unas pocas calles del área turística
de la bahía.
Se había anunciado que el baile sería de media etiqueta y ninguna de nosotras sabía con
exactitud qué significaba aquello. Jessica y Angela parecieron sorprendidas y casi no se lo
creyeron cuando les dije que nunca había ido a ningún baile en Phoenix.
—¿Ni siquiera has tenido un novio ni nada por el estilo? —me preguntó Jess dubitativa
mientras cruzábamos las puertas frontales de la tienda.
—De verdad —intentaba convencerla sin querer confesar mis problemas con el baile—.
Nunca he tenido un novio ni nada que se le parezca. No salía mucho en Phoenix.
—¿Por qué no? —quiso saber Jessica.
—Nadie me lo pidió —respondí con franqueza.
Parecía escéptica.
—Aquí te lo han pedido —me recordó—, y te has negado.
En ese momento estábamos en la sección de ropa juvenil, examinando las perchas con
vestidos de gala.
—Bueno, excepto con Tyler —me corrigió Angela con voz suave.
—¿Perdón? —me quedé boquiabierta—. ¿Qué dices?
—Tyler le ha dicho a todo el mundo que te va a llevar al baile de la promoción —me informó
Jessica con suspicacia.
—¿Que dice el qué?
Parecía que me estaba ahogando.
—Te dije que no era cierto —susurró Ángela a Jessica.

Permanecí callada, aún en estado de shock, que rápidamente se convirtió en irritación. Pero
ya habíamos encontrado la sección de vestidos y ahora teníamos trabajo por delante.
—Por eso no le caes bien a Lauren —comentó entre risas Jessica mientras toqueteamos la
ropa.
Me rechinaron los dientes.
—¿Crees que Tyler dejaría de sentirse culpable si lo atropellara con el monovolumen, que
eso le haría perder el interés en disculparse y quedaríamos en paz?
—Puede —Jess se rió con disimulo—, si es que lo está haciendo por ese motivo.
La elección de los vestidos no fue larga, pero ambas encontraron unos cuantos que
probarse. Me senté en una silla baja dentro del probador, junto a los tres paneles del espejo,
intentando controlar mi rabia.
Jess se mostraba indecisa entre dos. Uno era un modelo sencillo, largo y sin tirantes; el
otro, un vestido de color azul, con tirantes finos, que le llegaba hasta la rodilla. Angela eligió
un vestido color rosa claro cuyos pliegues realzaban su alta figura y resaltaban los tonos
dorados de su pelo castaño claro. Las felicité a ambas con profusión y las ayudé a colocar
en las perchas los modelos descartados.
Nos dirigimos a por los zapatos y otros complementos. Me limité a observar y criticar
mientras ellas se probaban varios pares, porque, aunque necesitaba unos zapatos nuevos,
no estaba de humor para comprarme nada. La tarde noche de chicas siguió a la estela de
mi enfado con Ty ler, que poco a poco fue dejando espacio a la melancolía.
—¿Angela? —comencé titubeante mientras ella intentaba calzarse un par de zapatos rosas
con tacones y tiras. Estaba alborozada de tener una cita con un chico lo bastante alto como
para poder llevar tacones. Jessica se había dirigido hacia el mostrador de la joyería y
estábamos las dos solas.
Extendió la pierna y torció el tobillo para conseguir la mejor vista posible del zapato.
Me acobardé y dije:
—Me gustan.
—Creo que me los voy a llevar, aunque sólo van a hacer juego con este vestido —musitó.
—Venga, adelante. Están en venta —la animé.
Ella sonrió mientras volvía a colocar la tapa de una caja que contenía unos zapatos de color
blanco y aspecto más práctico. Lo intenté otra vez.
—Esto... Angela... —la aludida alzó los ojos con curiosidad.
—¿Es normal que los Cullen falten mucho a clase?

Mantuvo los ojos fijos en los zapatos. Fracasé miserablemente en mi intento de parecer
indiferente.
—Sí, cuando el tiempo es bueno agarran las mochilas y se van de excursión varios días,
incluso el doctor —me contestó en voz baja y sin dejar de mirar a los zapatos—. Les
encanta vivir al aire libre.
No me formuló ni una pregunta en lugar de las miles que hubiera provocado la mía en los
labios de Jessica. Angela estaba empezando a caerme realmente bien.
—Vaya.
Zanjé el tema cuando Jessica regresó para mostrarnos un diamante de imitación que había
encontrado en la joyería a juego con sus zapatos plateados.
Habíamos planeado ir a cenar a un pequeño restaurante italiano junto al paseo marítimo,
pero la compra de la ropa nos había llevado menos tiempo del esperado. Jess y Angela
fueron a dejar las compras en el coche y entonces bajamos dando un paseo hacia la bahía.
Les dije que me reuniría con ellas en el restaurante en una hora, ya que quería buscar una
librería. Ambas se mostraron deseosas de acompañarme, pero las animé a que se
divirtieran. Ignoraban lo mucho que me podía abstraer cuando estaba rodeada de libros, era
algo que prefería hacer sola. Se alejaron del coche charlando animadamente y yo me
encaminé en la dirección indicada por Jess.
No hubo problema en encontrar la librería, pero no tenían lo que buscaba. Los escaparates
estaban llenos de vasos de cristal, dreamcatchers




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