Cronica de las fronteras grises, libro 2: Luna

5-Paisaje disonante.

Lo más difícil de un viaje es el primer paso, pero Gato-Café sintió que el suyo había sido dado desde el momento en que salió de la casa del León, siendo apenas un cachorro.

Al salir de la tienda de la Bruja-Serpiente, caminó un rato hacia el norte por la avenida sin nombre, observando con gesto indiferente el mercado de las brujas ante él.

De pronto, escuchó que un gato pequeño decía:

—¡Mamá! ¿Viste esa luz? ¡Era una estrella!

Al voltear, vio a un felino de color guinda, que sujetaba de la mano a una gata verde, quien solo miraba hacia el oeste por encima del mercado, sin responder a su hijo.

Gato-Café no necesitó preguntar nada; entendió que el anillo era la “estrella” a la que se refería el cachorro, y que había volado hacia el oeste. Le pareció algo muy extraño, pues ya no estaba seguro de estar cuerdo, aunque al pensarlo mejor, nunca en su vida había estado seguro de ello.

Corrió hacia el norte, consciente de que el viaje sería largo y agotador. Pasó frente a la iglesia de la flama eterna y observó con gesto distraído a un águila que miraba al horizonte con cara de tonta, hasta que se topó con una enorme y dura muralla, cuyo final no se veía ni a la derecha ni a la izquierda.

Volteó hacia el techo del mercado de las brujas. Por primera vez lo veía desde esa perspectiva y se sorprendió de lo poco que conocía del mundo fuera del Barrio de la Media Luna. El sol atardecía, llenando el mar de sal de tonos rojos y naranjas; al sur, las montañas, aunque de un azul apagado, poco a poco se llenaban de sombras. Fronteras comenzaba a encender sus luces y faroles, y Gato entendió que debía decidir: seguir caminando o regresar.

Decidió dejar su búsqueda para el día siguiente. Sin embargo, cuando apenas iba a emprender el regreso, la pulsera de cuero en su muñeca lo jaló hacia el oeste. Muy sorprendido, comenzó a caminar hasta llegar a una saliente de roca. Sin darse cuenta, estaba sobre un pequeño acantilado desde el que podía ver casi por completo el mercado de las brujas.

La pulsera lo jaló hacia arriba de forma brusca y Gato observó, con asombro, que la pared se perdía detrás de una columna de tierra y roca. Se asomó por donde se podía ver el sol y vio que la columna subía hasta perderse entre las nubes. Entendió que el mercado de las brujas se encontraba, en realidad, en el fondo de un barranco natural.

—Más bien, parece un agujero —se dijo, aunque no quiso pensar quién o qué pudo haber hecho algo de ese tamaño.

Entre la oscuridad que empezaba a caer, pudo entrever destellos que surgían desde lo alto de las nubes.

Ante aquel paisaje tan extraño, donde una pared de ladrillos enormes se mezclaba con lo hecho por la naturaleza, en un mundo que parecía construido por manos de un gigante y, al mismo tiempo, por nadie, Gato entendió dos cosas: debía escalar hasta la cima, y una vez comenzara, no regresaría hasta dentro de mucho tiempo.

Por primera vez, no dudó. Comenzó a escalar de forma lenta pero constante, hasta perderse en la oscuridad de la noche.



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En el texto hay: gato, batallas, magia

Editado: 27.10.2025

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