Crónica de los Guardianes I

Krävor

Mi cuerpo no parecía ser el mismo, se notaba y se sentía más pesado. Mis músculos dolían de forma terrible, como si hubiese entrenado por horas sin detenerme.

Abrí mis ojos con pesar, mi cabeza daba vueltas y la oscuridad que me rodeaba no ayudaba en nada. No tenía noción de dónde me encontraba. Lo último que recordaba era el rostro angustiado de aquella joven mujer en el callejón. Después todo se volvió sombrío y el dolor invadió mi cuerpo y mi alma.

—Sam ¿Qué me ha pasado? —pregunté, sintiendo muy seca la garganta como si no hubiera hablado en días.

Una luz fluorescente proveniente de un tubo, fue encendido frente a mí, causando que me cubriera los ojos tan rápido como pude.

—Es normal que la luz te lastime los ojos, estuviste dormido durante más de tres meses —respondió el aludido.

Parpadeé sorprendido.

— ¿Qué? 

Eso no podía ser cierto ¿o sí?

— ¿Recuerdas lo que pasó en aquel callejón?

Al principio mi mente estaba nublada, pero entonces un vago recuerdo llegó, escuché el grito de una mujer y el chillido de un Mourdas.

—Cre-creo que un Mourdas me cortó con su aguijón… —me detuve de golpe. En mis venas circulaban el veneno de un Cola Anillada cuando el Mourdas, me rozó su aguijón envenenado. Eso quería decir que…

—No —dije firme.

—Creí que ibas a morir —susurró Samarael—. Estuve a punto de entregarte a los Creen.

El aliento se me congeló en la garganta, si los Creen supieran que aún estaba con vida después de haber recibido el veneno de un Mourdas, intentarían cazarme a como diera lugar y lo peor de todo era que lo que vendría una vez que me capturaran, sería mucho peor de lo que pudiera imaginarme. Esos científicos eran desquiciados cuando querían obtener algo, terriblemente brutales y sin consideración alguna. 

— ¿Qué te detuvo? —mi voz sonaba rasposa, cansada al igual que mi cuerpo.

Samarael me observó durante un momento, estudiándome con la mirada. Esos ojos rasgados tan parecidos a los míos me taladraban hasta el alma. 

—He visto lo que le hacen a los que reciben los dos venenos en su cuerpo —su respuesta me dejó inmóvil. Entonces era verdad, siempre había sospechado que esos desalmados no tenían compasión alguna. Lo único que les interesaba era estudiar al sujeto a prueba una y otra vez hasta que ya no quedara ningún ápice de humanidad en él, solo un vago recuerdo de que una vez perteneció a un lugar civilizado y no en un hueco sin salida rodeado de muerte y destrucción. 

Aparté mi mirada de la suya, incapaz de seguir manteniendo el contacto visual.

— ¿Por qué no he muerto? —susurré apenas.

—Creo que este mundo necesita un salvador, alguien que pelee por él.

— ¿A qué te refieres? —inquirí extrañado.

—A que ya no eres el mismo, ahora eres un nuevo guerrero —su voz se detuvo unos segundos antes de continuar—. Eres aquello que los Creen temen con su vida.

Aquella afirmación me dejó desorientado. Creía que los Creen le temían a los Mourdas y Cola Anillada y que, por esa razón nos convirtieron en sus soldados para defenderlos de aquello que los hacía temblar. 

— ¿A qué le puede tener miedo un Creen aparte de las dos bestias que conocemos?

Samarael respiró con pesadez, se veía cansado. Unas oscuras ojeras se notaban alrededor de sus ojos rasgados, su mirada se veía cansada y a su cabeza rapada le estaban creciendo los cabellos ¿hace cuánto tiempo que había estado fuera del complejo de los  Creen?

—Creo que debes mirar tu reflejo —sugirió Sam.

Lo miré anonadado, sin comprender. Hasta que estiró una mano en mi dirección para ayudarme a levantar. Al principio me costó un poco hacer que mis piernas obedecieran mis órdenes de moverse, una vez en pie me tambaleé como un niño cuando recién empieza a caminar. 

—Despacio —dijo Sam—. Has estado sin moverte durante meses, lo normal es que tus músculos aún están entumecidos.

Pasé un brazo detrás de su cuello mientras que Sam me sujetaba de la cintura para que no me estrellara de bruces en el suelo. Cada paso que daba era una tortura, mis pies adormecidos se tropezaban entre sí.

Sam me guió dentro de la caverna hasta llegar frente a una laguna subterránea, su agua cristalina reflejaba el techo de la cueva como si fuera un espejo. 

Una vez que estuve en la orilla, Samarael acercó un poco al frente el tubo luminoso que tenía en su mano libre, haciendo que pudiera verme con claridad en las aguas de la laguna. Mis ojos se abrieron al ver a aquel extraño sujeto vestido con mis harapientas ropas, su semblante era mucho más rudo de lo que era antes: mis ojos habían cambiado, mis iris ya no eran redondos sino alargados como los de los gatos, uno de color amarillo y el otro rojo. Me habían salido colmillos y en cada lado de mi rostro había unas marcas negras grabadas en mi piel, cada una empezaba desde la sien y terminaba en la barbilla siendo diferentes cada una.

Mis rodillas temblaron antes de ceder y caer con pesadez al suelo, haciendo que chocaran contra la arena que había en la orilla de la laguna. Mi mente quedó en blanco durante unos segundos ¿qué iba hacer ahora? ¿Cómo les ocultaría a los Creen mi nueva apariencia? Estaba seguro de que me matarían apenas me vieran, hasta yo mismo me veía atemorizante, no quería ni imaginarme lo que llegarían a pensar ellos una vez me tuvieran en frente.

—Sé que es difícil…

— ¿Difícil? Ni siquiera sé lo que soy —repliqué molesto, pasando una mano por mis cabellos—. Me veo como un monstruo.

—Podrías ser un salvador.

Golpeé la arena frente a mí con ambos puños, no quería ser un salvador, quería volver a ser el hombre que fui antes de que los Creen me secuestraran. Quería volver a ver a mi familia, a ser humano una vez más. 

Mi mujer y mi pequeña hija habían muerto durante el primer ataque de las bestias. Había jurado amarlas y nunca olvidarlas, pero después de tanto tiempo, apenas recuerdo el borrón de sus rostros. Mi mente había sido atormentada tantas veces por mis raptores, que lo único que quería mantener vivo dentro de mí se había extinguido hacía tiempo. El vacío que había en mi pecho se sentía cada vez más grande. Sus nombres… ¿cómo eran sus nombres?



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En el texto hay: accion, bestias, guerreros

Editado: 30.11.2023

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