Crónica de un amor delirante

Día 3

Pues yo sí lo creo, lo percibo detrás de la lógica, imposible al cálculo resulta averiguar por cuanto se restan las posibilidades, pero no existen sorpresas cuando de alguien depende la conjura de los misterios, haberla conocido me sirve de prueba de su existencia pues no cabe escepticismo que anule un conteo de calidad tan ficticia aunque no fuese más que el juego de una entidad burlona y despiadada por la que festejo a pesar del azote al que tanta ventura seguiría como el ratón que muere en la ratonera persiguiendo un bocado malicioso. Y por él aquí me tienen, solo que por aquel soplo tan agradable no lamento haber sido la víctima de un engaño y no quiero que sobre ella conjeturen errores, pues solo siendo me atrajo y por propia voluntad pené mi cabeza a la delicia de una fascinación peligrosa.

La mención de su logro e la estridencia radial matutina, la semejanza con mi opacado afán futuro, me hurtó de mis labores con los meros factores que se agrupaban en la improvisada comunicación que con ella se daba a través de la misma distancia que nos separaba, la conversación más difícil que tuvo por tener según ella misma me lo dijera tiempo después, aunque yo no lo sentí como tal sino la fuente de mi total curiosidad. Ella lo había logrado, lo que yo tanto ambicionaba, bajo un aspecto que nunca había contemplado; tenía que conocerla, tenía que hablar con ella, ningún otro deseo perseguía atrapado al volumen insuficiente del siempre molesto aparato, esta vez dueño de toda mi atención por un nombre que se mantenía esquivo y me hacía ansiar a cada segundo con mayor ímpetu. Se sucedieron las preguntas, su nerviosismo se representaba en monosílabos y en la vibración de su voz, pronto dejaron de importarme los argumentos contra una respuesta que no aparecía, nadie oía mi pregunta imperiosa, la única que me aprisionaba a una espera que desafiaba mi peor defecto provocando mi escasa paciencia.

¿Quién eres? Encender la radio unos instantes antes hubiera bastado para curar mi duda y no haberlo hecho me bombardeaba de culpa. Sé lo que están pensando, sé que me orillan a la condición de un desesperado y en cierta forma están en lo cierto, mas se equivocan si entienden este anhelo de las rosas que luego habrían de brotar de este simple llamado pues carente de afecto me resultaba tamaño llamado que solo se alineaba por el costado más prudente y de su experiencia conseguir un jugoso beneficio con el que poder nutrir mis propios propulsores agotados por un horizonte inalcanzable. Lo logré, tanto así por ella nutrí mi causa al módico precio de mi corazón, mas nada de esto hube de prever, solo una persona más así fuera cualquier otra, concepto que duró poco y mas precisamente hasta escuchar al fin su nombre.

Se llamaba Juliana y me reservo su familia puesto que demás de exposición ha tenido al cabo tantas cosas han pasado desde tan dichoso día hasta hoy, mas solo alcanza la estridencia que en mí ocasionó deducir su cuna y ajustando los nudos convertirla de desconocida al icono que desde el olvido representaba. Le envié un mensaje de inmediato, con idéntica celeridad hubo de responderme y fue el primer paso en el camino que hasta esta oscuridad me ha conducido.

Un camino paralelo no obstante, si lo hubiera aceptado a tiempo, pero de haberlo hecho ni del dolor ni la felicidad habría contado para devolverle la humanidad perdida del triste monigote de barro cocido en que me había convertido reaccionando a los cálculos de un reloj sin agujas ni números por el que se escurrían los días en una continua decadencia hacia el mismo abismo sombrío y sin sentido que ahora comprendo inevitable como la maldición que fue un ente siamés con el que compartimos el mismo cuerpo desde que nací y cuya compañía invisible me condenó a la soledad; mas por un breve momento sentí la vida recorrerme y ello me hace agradecer incluso la necedad de interponerme en una historia que para mí no guardaba espacio y que me lancé hacia la luz que por ansias de alegría me conduciría a la muerte de un insecto desprevenido.

Debí detenerme, debí darme por satisfecho luego de ver saldadas las razones que me empujaron hacia ella, pero ignoré las que hacían los balbuceos del sentido común porque desde la tumba de los errores pasados reapareció la ilusión, la que se había apagado hacía mucho tiempo, la sensación de encontrar a esa persona especial, pues no existe nadie como ella y hasta el fin de mis días será la escala sobre la que se mida toda otra aunque dentro de estos bloques le he garantizado el lugar que se merece como un ser único, aquella mujer que tanto amo y que desde el primer momento supe que la posibilidad de estar con ella era una deliciosa fantasía. Debí darme cuenta antes que de una tumba solo puede resurgir una abominación lista para devorarte el cerebro.

De a poco la curiosidad excedió aquella ley primera de un místico afán, los valores que nos emparejaban bajo una misma causa, atrás quedó el interés saldado por sus obras y los recursos que cultivaban los míos, a poco superada la etapa de simples colegas y aunque por ellos me sentía ahíto en la decadencia que el desgano había paralizado mis lápices, me atreví a un poco más persiguiendo una predilección latente en el que antes no había reparado. Aunque la percibiera muy estimulante, la mente detrás de las ficciones y sobre el muro revisando sus fotos para descubrirla a través del espacio que nos oponía, admito sincerarme conmigo mismo y descubrirme preso de intenciones más grandes que el inocente trato que se colmaba de fríos diagramas que a cada uno alimentó el método. Sé que para ella también rindió este encuentro con el otro pero más para mí me valió a la inspiración marchita que de nuevo veía brotar en nuevas hojas sobre la estéril estaca, mas no era solo en su trabajo en el que el mío se amparaba  sino en ella misma y en el buen estímulo que me ofrecía.

He dominado las palabras, de aquí comprobarán que no miento, pero escasos recursos ofrecen si debo de ellas valerme para ilustrarles su belleza y un tanto ineficaz resultarán en el aire hacer el revuelo de sus delicados rasgos, bastará con mi voz el tinte que sobre su imaginación plasmará tanto ajeno a un abstracto, incitados como un remolino de colores y formas imprecisas; una imagen dice más que mil palabras y más aun serían menester a la calidad de sus exquisitas dotes de musa etérea y solo de ella destilarse la perfección de mi grafismo rebuscado, pues pensar en su dulce sonrisa y su mirada de gorgona logra petrificar mi corazón de suspiros y hacer de ellos la tinta de mis mejores versos. Su piel blanca y tersa en el vivo lienzo donde el creador se lució con el más fino de sus pinceles para delinear sus labios de suave contorno, la profundidad de sus ojos cuya comparación que en mí hace opaca a la noble reina del Nilo, rostro delgado y las abultadas mejillas cuando ríe, esbelta figura sensible al más grácil de sus movimientos y su cabello rubio es una cascada que cae hasta su cintura bañándola de finos hilos del oro más brillante que antes haya visto. De mi emoción al retratarla con tan paupérrimos medios apenas concebirán una fracción del arte que su beldad contempla, poco colabora el mejor adjetivo para preservar su encanto, mas de mí comprobarán que en par a su lado a nadie concibo semejanza, tan solo a sí misma se supera opacando su aspecto con la calidad de sus virtudes, lugar donde se aloja la mayor incitación que rompió en mí toda cautela.



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En el texto hay: tragedia, amor, suspenso

Editado: 20.12.2020

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