Crónica de un amor delirante

Día 13

Del desastre rescaté las pocas palabras que habían quedado intactas, suficientes para el preámbulo de un largo discurso, bastaron para romper el hielo que me oprimía la médula, era tan difícil decirlo y una dilatación incoherente ganó el inicio de tan deliciosa declaración, una vez lanzada la piedra no hay lugar para la excusa ni el arrepentimiento, exaltado valor, ya no quedaba sino decírselo, me veo ahora titubeando en aquella parada del ómnibus y me siento iracundo de mi recelo, un espectador de mi propia comedia, exasperado y deseoso de darle una zurra y amenazarlo con el futuro que le espera para que no tema; que se lo diga, que en breve llegaría el nefasto trasporte y perdería la oportunidad de declararle su amor. “Te amo, anda, díselo. ¿Qué esperas? Es fácil, no lo calles más o lo lamentarás hasta ser yo quien aquí te observa”.

Nada puede cambiar lo que fue, el lápiz indeleble del tiempo no permite rectificaciones. La vi partir a bordo de las entrañas de aquel nombre maldito estampado en verde a lo largo de la carrocería, la apartó de mí y la desazón todavía late en mi interior, el arranque de furia, podría haber sido diferente desde entonces, más sencillo retomar la proeza ya inspiradora, mas la inspiración traicionó a la tinta aun caliente y en las manos solo quedó una sustancia coagulada, un tumor alojado en el costado más doliente de mi corazón, un lamento que me acompañaría toda la vida.

Cuando la razón me abandona en un estado de insensata repartija de acusaciones, a nadie le cave la peso de mis errores, ¿quién sino yo mismo soy malhechor de mis acciones?, el delirio brota de las heridas mal sanadas y ejecuta azotes injustos sobre los chivos expiatorios de mi propia desdicha, aquellos no son más que una tercerización de mi yo despreciado y les aplico un ejemplar castigo, nombres propios tienen las imágenes bajo la ley de mi desconsuelo exteriorizado; vence sobre todo juicio y pone sobre manos ajenas el fracaso, me dejo llevar hasta quedar inmerso en la oscuridad más tenebrosa. Es el interior de las llagas, las sombras palpitan reclamando venganza y un verdugo imaginario se apodera de las ficciones llenando la canasta con una suculenta cosecha, inevitable me resulta perseguir a veces las ilusiones de una correcta desenvoltura, cuan diferente habría sido la historia aunque quizás en nada habría cambiado el resultado como la reorganización de los factores, tal vez el producto fuese el mismo pero no estaría empapado de tan hondo sentimiento de deslealtad que en los momentos de pena y desasosiego crucifican el Jesús de mis pecados.

No discrimina una fiera en soltar la mordida para vengar el dolor que siente, es este más grande que su cordura, la docilidad lacerada lo vuelve un asesino aunque sea contra quien lo liberó de la trampa en la que ha caído, cuántas veces me dejo llevar por el instinto hasta causar en los mejores dones el desuello de un genio perturbado aun siendo a la persona que más amo, el arrepentimiento llega tarde para empalarme por aquel flagelo indebido, un ataque inconciente, gran precio pagué a tal derroche de crueldad arbitraria, equilibraría la balanza que de tanto amor se desbordaba hiriendo a la persona que tanto por mí había hecho, la dueña de mi alma, atacarla me hizo sangrar hasta descubrir la ruina de un imperio ficticio pero tan agradable y estimulante. Pero estuvo mi buen amigo  en aquellas épocas difíciles, pensando así me hace dudar de que realmente lo fuéramos, nadie como él sabía lo que yo sentía por Lia, cuán enamorado estaba de ella y cuán tortuoso me resultaba enterarla de mis deseos.

Pero la realidad no es más que una fantasía para mí por no aprender la diferencia, los sueños son tan lindos y con los ojos abiertos se presencia tal crudeza, tal decepción, me pregunto qué habría pasado si de un instante de generosidad habría obtenido su ayuda, hasta hoy me dejo envenenar de una esperanza que nunca escapa de las historias románticas donde se propicia en beneficio de la felicidad de otro, síndrome del soñador, me confieso culpable de tamaña estupidez.

Saben a qué me refiero, ¿Verdad? Pero solo en la divina mano del autor se resuelven tan ordenadamente los sucesos de una historia siguiendo su sagrado capricho, un dios de su creación, manipulador del destino de sus personajes esclavos de sus antojos, muchas veces a Juli se lo he dicho de tal forma, creadora criatura detrás de mundos de fantasía, tal vez también este nuestro mundo sea el lugar por alguien más soñado, nos domina con sus criterios para complacer su orgullo, quizás seamos todos proyecciones de su imaginación absurda en la repartición de la fortuna. Quizás los artistas seamos un ávatar con que se representa en su propia creación y propaga de forma física su poder para dar forma a universos donde llevar a otros planos la virtud de su egoísmo repartiendo sus dones para una proliferación fortuita de su esencia, ilustrar historias truculentas nacidas de la inspiración de un trazo vil que nos dirige por un camino serpenteante, una serpiente labrando la arena con su huraño desliz, marcando nuestra vida entera.

Tanto decante devalúa el concepto original, dentro del papel una ficción y otra fuera de él y la realidad que de diluye hasta ser confundida con un derivado perverso sin distinguir la disensión, cuánto he soñado las versiones más amenas de toda aquella destilación de un todo incierto donde se esconde la verdadera raíz de las hojas que sueñan volar al viento errante, me sacudí en ilusiones al no reconocer la frontera entre despierto y dormido, no hay espacio aquí para lo que en la fantasía se descarga, al igual que las horrendas bestias de antaño, múltiples de cabezas y de ojos, tan falsa es la noción descubierta de las fábulas fraguadas de un amor idílico y aparentemente imposible, tortuoso y lleno de desencuentros, seres ardientes víctimas de las conspiraciones que el laberinto pone la dificultad entre ellos impidiéndoles estar juntos. A la pena acuden los escuderos de una gesta tormentosa, moldean desde su visión externa los pasillos y anulan las trampas, de un lado y el otro complotan a favor de los amantes, acallan a los seductores de la discordia y conducen por las puertas confundidas en los muros que llevan al abrazo eternamente postergado, la felicidad que demuestran es su única y verdadera recompensa, valientes cupidos, los nudos han desarmado, seres incondicionales haciendo los peldaños de una cima inalcanzable, nobles veladores de la adversa suerte ajena. ¿No es acaso este el primer bloque que sustenta la institución de la denominada amistad?



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En el texto hay: tragedia, amor, suspenso

Editado: 20.12.2020

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