Al día siguiente, los ánimos se elevaron. Los aspirantes entrenaban con más fervor para honrar a sus compañeros caídos.
Lucart estaba entrenando con un compañero con espadas de madera, los que se utilizaban en los entrenamientos. Al otro lado, Harv y Robfrid realizaban corridas con troncos sobre sus hombros y Gunterling golpeaba un muñeco de paja para tener más precisión en los golpes.
Los guardianes inspeccionando el avance con ojo crítico. Aquellos que empezaron como simples principiantes, ahora posaban y empuñaban la espada como todo un guerrero. Con cada golpe que daban, se denotaba pasión y esmero.
En la tienda del rey había mapas y planos bélicos. Narantriel se encontraba en compañía de su fiel amigo.
—Klurc, Feder me ha dicho que llamemos a Sombrero Borracho —dijo mientras observaba el mapa.
—Estoy de acuerdo, necesitamos de sus "habilidades", llamémosle de esa manera, ya que el saber beber y fisgonear requieren de mucha experiencia —Klurc lo miró realizando una mueca de disgusto—. Hasta ahora no logro comprender como pudo formar parte de nuestro consejo de guerra.
—Tendrá sus falencias, pero tiene sus méritos ganados.
—Creo que vive cruzando los puentes colgantes hacia el Sur —Klurc arrastró sus dedos por el mapa —. Aquí —indicó.
—¡Caballero, busca al grupo de aspirantes encomendados para las misiones! —ordenó Narantriel a uno de los que montaba guardia en la entrada de la tienda.
Transcurrido un momento, con apariencias zarrapastrosas, las prendas humedecidas por el sudor y un olor poco agradable se presentaron los jóvenes.
—Veo que están entrenando duro —afirmó el Rey.
—Es lo que necesitamos Señor —respondió Lucart.
—Bien, les tengo una nueva misión de suma importancia. Necesito que vayan a buscar a un hombre cuya ayuda es fundamental para el reino.
—Solo dinos donde y acataremos la orden inmediatamente mi Rey —dijo Gunterling con la frente en alto.
—No es un lugar agradable por el que deben de pasar. —El rey les pidió que se acerquen al mapa que se extendía por toda la mesa—. Aquí es donde se encuentra la persona.
—Padre, pero aquí hay una pequeña brecha —inquirió poniendo el dedo encima del lugar.
—Es así hijo, deberán de cruzar los puentes colgantes para poder llegar a destino.
—¿Puentes Colgantes?, nunca lo he oído —cuestionó el príncipe.
—Es un lugar poco frecuentado —dijo seriamente el Rey.
—Ya veo —Lucart se tocaba la barbilla—. No creo que el puente sea el problema, el clima es lo que lo hace peligroso.
—Es así joven —Narantriel asintió con la cabeza—, las lluvias por esa zona son constantes, sumando los violentos vientos que hacen que el puente se balancee bruscamente haciéndolo casi intransitable. Muchos prefieren bordear las montañas, pero toma su debido tiempo pasar por ellas, cosa con la que no contamos. El puente es nuestra única opción.
—Acaso no se podría anclar en unas de sus orillas —Interrogó Harv.
—No hay ninguna orilla, la superficie se encuentra en lo alto, si vas en bote solo te encontrarías con una muralla interminable de filosas piedras.
—Ya veo... ¿a quién debemos de buscar?
Klurc abrió un cajón y sacó una carta con el sello del Gremio de Caballeros y se los entregó.
—Que no se los ocurra perder dicho escrito. Si lo llegan a perder, deberán de regresar.
—El caballero tiene razón. El hombre al que visitaran tiene un carácter tosco y su soberbia es abrumadora. Limítense a todo lo que este les diga y, por último, pasen por las bibliotecas, porque lo que odia más que nada es la ignorancia y de seguro le hará algunas preguntas y, en el peor de los casos acertijos.
—Vaya problema —exclamó Lucart rascándose la cabeza—. No soy bueno para esas cosas.
—Cuando lleguen al sitio busquen la cascada «Diamante», es la única en toda la zona. Al borde del abismo, se encuentra un montículo de piedras, es ahí donde reside Sombrero Borracho.
—¡Sombrero Borracho! vaya ocurrencia —nombró Lucart esbozando una sonrisa.
—Cuando lo veas ya lo entenderás muchacho —dijo el fornido Caballero.
—Bien —suspiro el rey—. Vayan a la biblioteca y lean todo lo que puedan, y mañana mismo emprendan el viaje.