Dicen que cuando entregas tú corazón a alguien le das la oportunidad de hacer lo que quieran con el, algunos lo cuidarán, amarán y apreciarán como si fuera un tesoro; en cambio otros jugarán con él y lo lanzarán de mano en mano, amenazando con dejarlo caer y romperlo en miles y miles de pedazos. Haciéndote sentir la ansiedad y el miedo de perderlo todo.
Así era el amor que existía entre John y yo; interesado, caprichoso, egoísta, envenenado y sediento de venganza.
El amor que había entre nosotros nació muerto desde el primer día. Nunca existió cariño sincero, empatía ni mucho menos fidelidad. Nos clavamos cuchillos en la espalda con los que siempre tendremos que cargar, él desde el otro lado, y yo desde acá.
La justicia nunca atrapó a John, por más que lo buscaron, él siempre fue más ágil y más veloz. Nunca pudieron contra él. Era un maestro. Eso siempre lo admiré de él, su capacidad de escabullirse fácilmente y de no dejar nunca una huella. Pero, no sólo admiré, sino que también lo aprendí. Hasta el momento nadie me había descubierto, y tampoco lo harían.
Prueba de ello era que aquí estaba, recostada en mi cama después de haber acabado con Elizabeth y con John, y en dos días consecutivos. No había dejado rastro de nada.
Sólo una pequeña ráfaga de recuerdos, de Elizabeth.
Ni siquiera John con quién compartí más momentos me provocaba sentimientos encontrados, no entendía cómo esa chica podía estar estancada en mí mente. No, no podía arrepentirme ahora. Yo la odiaba con todo mi corazón por todo lo que me hizo. Ella lo merecía. Merecía morir. Merecía sentir lo que yo sentí. Ella debía pagar. Y lo hizo.
Cierro los ojos y la recuerdo, perfecto cabello rubio por debajo de los hombros, ojos azules que hechizaban a cualquiera que los mirara y una figura que cualquier chica envidiaría y cualquier chico probaría. Ella era la clase de chica que pretendía ser lo que no era.
Te mostraba dos caras distintas. La buena, cálida, bondadosa, entusiasta y cariñosa Elizabeth; y la mala, caprichosa, víbora, mentirosa y fría Elizabeth. Algún día llegué a pensar de que se trataba de algún trastorno bipolar, o algo por el estilo; sólo eso podría explicar tanta inestabilidad emocional.
-Hola...-dijo ella en voz baja sentándose junto a mí en la cafetería, yo la ignoré y seguí comiendo mi sándwich.- Quería ofrecerte una disculpa por lo de ayer, entré en pánico, realmente estoy muy desesperada, no sé qué hacer, no sé cómo librarme de sus garrar, esto me...-hizo una pausa.- está consumiendo, ¿sabes? Cada día que pasa es más insostenible. ¡Ya no sé qué hacer!-soltó hecha un mar de lágrimas.
Yo sólo seguí comiendo mientras miraba fijamente la mesa, no tenía ánimos de hablar con ella, por más que llorara, no era un insulto para mí que me pidiera que matara, ya lo había hecho, pero era muy arriesgado, y no sabía si sería capaz de matar a ese chico. Además, ella aún no me inspiraba la suficiente confianza, y no entendía cómo ella suponía que yo era capaz de matar a alguien, debía averiguarlo, así que me decidí a hablar.
-¿Por qué piensas que yo sería capaz de hacer lo que me pediste?-susurré mirando a la mesa aún.
-No lo sé, yo... No sé en qué estaba pensando, perdón si te ofendí.-suspiró.
-Quiero que te quede una cosa muy clara-me giré para verla.- No soy una asesina y jamás mataría a alguien, mucho menos a alguien que no me ha hecho nada. Realmente lamento mucho todo lo que te está pasando, pero no hay manera en que yo pueda ayudarte, ya te aconsejé, te dije que lo dejaras y aún así sigues allí, no vas a prosperar jamás si sigues por ese sendero, créeme.
-No puedo dejarlo, a menos que esté muerto, él lo dijo.-respondió apoyando sus brazos en la mesa.
-¿Y cómo aceptas eso?-alcé una ceja.- ¡Es un chantaje! No debes dejar que lo haga.
-No sabes de lo que él es capaz. Es peor de lo que puedo describir, es un monstruo. Me humilla, me maltrata, me hace mendigar su amor, me tortura psicológicamente, me obliga a estar con él...
-Te viola querrás decir.-la interrumpí.
-Si...-hizo una mueca.-También me ha golpeado algunas veces.
-¿Por qué no lo denuncias?-pregunté.- Es mejor que matar. El malo es él, no tú.
-¿Crees que no lo he hecho?-alzó la voz pero luego bajó el tono al darse cuenta de que muchos fijaba su mirada sobre ella.- Lo he hecho, pero él tiene mucho poder. Nadie le hará nada. Estoy perdida.-se tapó el rostro y comenzó a llorar de nuevo.
-Oye todo estará bien, se resolverá.-dije poniendo mi mano sobre su hombro, ella sonrió y luego me dijo que tenía que irse, yo asentí y ella se alejó.
Tres días después me crucé con ella en el pasillo, alcé la mano para saludarla pero ella me miró, luego volteó hacia otro lado y siguió su camino. Y así pasó varios días, ella siguió ignorándome y yo no entendía por qué, sólo había algo en mi cabeza, ella estaba enojada porque no quise matarlo. Vaya niña interesada.Parece que realmente sólo le interesa que hagan lo que ella dice, si es así, ¿por qué no hace que su novio haga lo que ella le dice?
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Editado: 22.10.2019