Crónicas de un soñador Ill

Culpa

 

Hidan estaba ahí. Fue de visita, una inesperada visita. Había ido por ella, miraban la calle para cruzar, no pasaron autos y caminaron hasta la banqueta, la joven iba a su lado derecho. Tenía tantas cosas que contarle.

Empezó su relato, sus aventuras en la escuela, en casa, con Akira, Isaac y Yue y hasta Gabriel. Sí Hidan estaba ahí, para ella era porque le esperaba una aventura. Una que hizo cambiar al apiñonado de parecer por un tiempo, pero eso aún no lo sabe porque primero calló a Lyla.

—¿Puedes dejar de hablar un momento? Creo que ya escuché suficiente.

La chica paró de hablar y las palabras quedaron atoradas en su garganta, sus labios en forma de 0 se cerraron y con tristeza, parpadeó dos veces para evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, luego miró hacia el suelo.

En el camino, después de las palabras hirientes de Hidan, ya no habló más. Luego en una esquina vio un globo enorme con forma de hueso, en el cual, iba una persona conocida, que le daba miedo por sus enormes ojos negros, lo miró y él sonrió.

—¿Quieres venir? —, le preguntó.

Con la voz apagada y desilusionada contestó que sí ¿Para qué ir andando con alguien que no toleraba su habladuría?

Heri, ese es el nombre del ojinegro, le tendió su mano para que la tomase y al hacerlo subió al globo en forma de hueso. Mientras ella se acomodaba, Hidan le pedía de favor que bajara. Lo vio por un momento y negó con la cabeza.

—Nos vemos Hidan. Andando Heri. —, dijo después de dar un gran respiro.

 

***

 

Hidan lleva a Lyla en brazos, está herida, sucia y muda. Cuando la encontró no hizo contacto visual con él. No le habla, ni le presta atención a los estímulos de alrededor, no le importó limpiar el hilo de sangre que cae de su cabeza hasta la barbilla, tampoco se queja de los raspones de los codos y mucho menos, le rezonga por ir en sus brazos…

 

El mayor llega a la casa de la abuela de la joven, la anciana al verlos se preocupa al instante y pregunta que pasó. Hidan responde diciendo que no sabe y corre al baño.

—Yo la baño—, dice la mujer viéndolos desde la puerta.

—No, yo lo haré—, responde Hidan, sentado a la chica en la silla blanca de plástico que hay debajo de la regadera.

La abuela se acerca a su nieta y le ayuda Hidan a quitarle la ropa; al hacerlo observa a Lyla y mira que sus ojos cafés están opacos y perdidos en el suelo. Murmura algo sin sentido y lo repite varias veces.

—¿Qué pasó? —, pregunta.

—Se fue con Heri…—, responde el mayor. —Fue mi culpa.

—¿Quién es él?

Hidan le contó lo sucedido a Lucrecia, ese es el nombre de la abuela de la joven. Sin irse de ahí dejó que él bañara a Lyla. Escuchó las mil y una vez cómo Hidan le pedía disculpas, la nombraba, le contaba sus aventuras juntos…No funcionaba…Y pudo notar que Hidan lloraba.

La joven seguía sin hacer contacto visual y Lucrecia, salió de allí porqué tocaban a la puerta; era Gabriel.



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En el texto hay: vampiros, zombies, aventuras

Editado: 14.04.2018

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