Muerte
Era una de esas noches que abundaban los zombis y las personas alteradas que luchaban por su vida, sin embargo aquellos muertos vivientes poseían conciencia, pero era maligna. Tenían su piel en estado deteriorado, lo blanco de los ojos era rojo y los iris blancos sin vida. Su vocabulario era primario y sus pulsiones agresivas dominaban su mente. Por otro lado, Lyla y su madre debían llegar a casa y para lograrlo tenían que asesinar...Tropezó con una rama y el golpe en las hojas secas no le ayudó en nada, se lastimó las rodillas y las canillas. Un errante le atrapó del pie y comenzó a reír mostrando sus dientes llenos de sangre; su rostro macabro le hacía tiritar y gritar.
Su madre no podía ayudarla en ese momento, pues tenía que combatir con otras criaturas, así pues, ella pateaba intentado librarse mientras escuchaba palabras dolientes; siguió pataleando hasta que pudo golpear el brazo del zombi que se rompió. Gateó hasta que tuvo la oportunidad de ponerse en pie, su mamá le ayudó y después ambas trataron de evitar encontrarse con aquellos seres inhumanos. Aunque fue imposible. Se fueron adiestrando en la técnica para matarlos con un golpe en la cabeza.
La joven se encontró una lima con mango amarillo y punta afilada, la cual encajaba con destreza en los cráneos de sus depredadores, en cambió su acompañante, se hizo de unas armas de fuego. Tras ir caminando varios kilómetros se toparon con un edificio pequeño, dónde podían ir a refugiarse. Sin embargo debían recorrer una gran distancia de aproximadamente treinta metros, que se harían eternos con el acontecimiento apocalíptico.
Investigaron la zona con mucho cuidado y encontraron unas escaleras que daban acceso al quinto piso, empero, su gran problema era llamar la atención de todos los errantes que iban ascendiendo. Corrieron a ellos, luego golpearon el barandal; con el tintineo todos aquellos se giraron y se lazaron a ellas que, por su parte, comenzaron a dar tiros con sus armas de fuego justo en la cabeza. Estaban por llegar a la puerta y un zombi en particular llamó a la fémina con su sonrisa deforme, llena de sangre y esos ojos sangrientos y escalofriantes, la siguió.
—¡Tú me mataste! —Lyla le observó angustiada, en efecto, la había matado pero atrayendo a la muerte a su lecho con un comentario...
***
Micaela y ella caminaban por el centro de la ciudad, cerca de una iglesia vieron a una señora. (Lyla pensaba que ya había muerto.)
—¿Todavía vive?—Preguntó y Micaela afirmó. Pasó una semana y volvió a salir con su prima, cuando pasaron por la iglesia, Micaela se alteró un poco y le dijo:
—"¡Lyla!—Exclamó— ¿Te acuerdas de la señora de la cual dijiste: ¿Todavía vive?"
—"Sí, ¿por qué?"
—"Se murió...—respondió con un tono misterioso. — La mataste."
—"¿Qué?"—preguntó sorprendida. Lyla miró a su prima con los ojos muy abiertos, a la vez que esbozaba una media sonrisa de incredulidad. Después su prima le confirmó que la causa de muerte había sido un infarto.
—"Que miedo."—dijeron las dos chicas al mismo tiempo.
***
—¡No!—gritó la joven. Y sin pensar le encajó la lima en la frente, aunque la criatura estaba dos escalones encima de ella, gritó y rió, tras ese gesto que sorprendió más a la joven, vomitó. La pelinegra cerró los ojos fantaseando el horripilante hedor del vomitó que cayó en su cabeza y rostro, pero se dio cuenta que era sangre y que el olor no estaba presente. Se puso a llorar, llevaba tiempo que no podía sentir y ver sangre en su cuerpo. Una mano cálida le tomó del mentón.
—No llores...estás bien, vamos arriba y busquemos algo para limpiarte, —le calmó su madre.
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Editado: 14.04.2018