Crónicas de una sirena enamorada 3

La furia de Lumina

Lumina salió de la cueva empuñando su enorme espada. La sirena dejó atrás toda su ternura y delicadeza comenzando así a liquidar a cuanto maranio se cruzara en su camino. Degollando y atravesando a sus enemigos, Lumina descargaba su ira peleando como nunca. La sangre de los maranios sobre su rostro le daba un aspecto perverso a la hija del recién fallecido rey. 

—Malditos, se van a arrepentir de lo que han hecho —gritaba Lumina de manera desgarradora, descargando su rabia y destilando odio hacia los maranios. 

A lo lejos, la familia real intentaba alcanzar a Lumina, pero desistieron al verla al borde de la locura asesinando sobremanera sin piedad, sin compasión, solo le interesaba acabar a los maranios a toda costa vengando no solo la muerte de Ranhir, sino que también vengaba la muerte de inocentes, entre ellos niños y ancianos que nada tenían que ver. 

Joseph observaba a su esposa con asombro y miedo ya que jamás la había visto actuar de semejante forma —Mi esposa, mi amada esposa enloqueció. Los maranios cometieron un grave error y lo pagarán muy caro. 

—Padre ¿Crees que mamá pueda acabar con Atolón? —preguntó Jocelyn 

—No lo sé, hija. 

Thaón con el rostro entristecido por la pérdida de su hermano mayor, nadó junto a Traimor y Tristán asesinando soldados maranios. Perla por su parte, dejó salir su a flote su siniestra naturaleza y comenzó a triturar a los enemigos del pueblo que la había acogido con tanto aprecio y respeto, no toleraba lo que hacía Atolón y su ejército pues pensaba que Tritonia no merecía lo que le estaba pasando. 

Olivia también dejó salir su naturaleza arpía y al igual que su madre, desmembraba a los maranios sin piedad y  sin cesar. Para la joven era pan comido cometer semejante acto, pues, lo llevaba en la sangre no solo por herencia de su madre, sino que también por herencia de su abuela paterna, quien es una gran guerrera de Tritonia. 

Las cosas en la nación del Pacífico se ponían cada vez peor, el panorama de aquel lugar solo estaba dominado por cadáveres desmembrados, decapitados, masacrados de la forma más cruel y despiadada que jamás se haya visto. Tritonia se había convertido en un infierno en su totalidad; desolado, pues sus habitantes se ocultaron en los pasadizos secretos del panteón, además, los maranios asesinaron a más de la mitad de la población en menos de dos horas. Era evidente que tenían ánimos de acabar con Tritonia de una vez por todas. 

Lumina seguía liquidando cuanto soldado maranio se acercaba con el fin de lastimarla. La furia de la delicada sirena despertó la ira de Avarinia quien desde tiempo atrás quería vengarse por la derrota en los pasadizos del palacio de Marania. Aunque la responsable de aquello fue la princesa Amaranta, la cariaca quería cobrar venganza de algún modo para hacerla sufrir, y qué mejor forma que lastimando a Lumina, su hermana mayor. 

Avarinia nadaba velozmente aproximándose a Lumina mientras apuntaba con su filosa espada con el objetivo de clavarla en el pecho de la sirena, en ese entonces intervino Jocelyn en defensa de su madre. La joven sin saber pelear muy bien, se atrevió a enfrentar a la malvada cariaca sin temor alguno de perder la vida. 

—¡Jocelyn, retrocede! —ordenó Lumina por miedo a que Avarini le hiciera daño a su hija. 

—¡No! ¡No lo haré, madre! —pronunció Jocelyn mientras miraba a su adversaria de forma amenazante y dirigiéndose a Avarinia dijo —Esta es mi raza, esta es mi sangre, mi pueblo y voy a defenderlo a toda costa. 

Avarinia reaccionó con una risa burlesca —deja de fanfarronear, niña y apártate de mi camino, que estorbas. 

—¡Si quieres que me aparte, tendrás que matarme! —exclamó la joven blandiendo su espada como actitud desafiante, esperando a que Avarinia atacara —¿Qué esperas? ¡Pelea! 

Avarinia dejó salir un desgarrador grito llamando la atención de su hijo que estaba aproximadamente a ocho metros de distancia. Adón se percató de la joven que enfrentaba a su madre y lentamente se acercó para mirarla de cerca. En ese momento, alguien tiró del príncipe por la cola, llevándolo consigo lejos de la zona de guerra. 

Adón, aterrorizado, creía que se trataba del gigante monstruo Cygnus-Lodon que lo halaba para devorarlo. El príncipe maranio permaneció inmóvil por unos minutos hasta que de pronto aquello que tiraba de él, dejó de nadar. El hijo de Atolón cerró los ojos por el miedo que sentía, cuando se dio cuenta que aquello se detuvo, lentamente abrió los ojos para ver qué tiraba de él y a qué rincón de Tritonia lo había llevado. 

—¡Deja de lloriquear, gallina! —pronunció Evan ubicándose en frente de Adón. 

—¿Quién eres? ¿Cómo te atreves a arrastrarme a ese lugar? ¿Tienes idea de quién soy? —cuestionó Adón tajantemente. 

—¡Cállate! —exclamó Evan —Eres igual de insolente que tu padre. 

Adón se sorprendió al percatarse de que el sujeto frente a él, era nada menos y nada más que el hermano de su padre —¿Eres mi tío Evan? 

—Supongo que el color de mi cabello y el parecido físico con Atolón me delatan. ¡Gusto en conocerte, sobrino! 

El príncipe no podía creer que el hermano de su padre estaba en frente de él. Adón guardó su espada y mostró respeto a Evan quien lo miró de manera extraña al ver que su sobrino se inclinaba ante él rindiéndole respeto. —El gusto es mío —dijo el príncipe. 




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