Crónicas de una sirena enamorada 4

Joseph y su gran temor

Lumina y Jocelyn finalmente habían llegado a tierra firme. Joseph, quien las esperaba en la costa, corrió hacia ellas para darles la bienvenida. El antiguo marinero estaba rebosante de alegría al ver a su hija de nuevo, a pesar de haber perdido la esperanza de volver a hacerlo.

 

—Bienvenida a casa, hija —dijo Joseph, abrazando a Jocelyn mientras las lágrimas le inundaban los ojos y su vez la envolvió en una cálida sábana blanca. 

 

Mientras Joseph regresaba a casa junto a su hija y su esposa, Christopher aguardaba pacientemente en la terraza a la expectativa de buenas noticias, pues no estaba dispuesto a aceptar que su hermana tal vez había perdido la vida en manos de Coral. La felicidad regresó al cuerpo del joven cuando por fin pudo divisar a su familia venir a lo lejos. 

Intempestivamente, se levantó y corrió para abrazar a su hermana y su madre quienes muy cansadas apenas podían caminar. Christopher se apresuró a cargar a su hermana y llevarla al interior de la casa, subió por las escaleras y llegó hasta la habitación de Jocelyn para acomodarla en la cama. 

—No sabes cuan feliz estoy de volverte a ver, hermanita. —dijo Christopher con una tierna sonrisa —creí que jamás regresarías, no pude dormir pensando en qué atrocidades podía hacerte Coral. 

—Aquí estoy; viva, sana y salva —respondió Jocelyn —ahora debo descansar. Tengo que hablar con papá sobre algo que debo hacer. —guardó silencio y suspiró, luego continuó diciendo —regresaré a Tritonia y pasaré varios meses allí. 

—¿Por qué? ¿Ocurre algo? ¿Quieres que te ayude? —cuestionó Christopher demostrando algo de curiosidad y preocupación por lo que dijo su hermana.

A lo que Jocelyn respondió —heredé el don de la abuela Andrómeda, y tengo que perfeccionar el arte de leer collares. 

—¿Arte de leer collares? —intervino Joseph —eso es magia. 

—La tía Amaranta se refirió a la lectura de collares como un arte. 

Joseph sintió como una corriente helada recorría su espalda de abajo hacia arriba. Le costaba asimilar que Jocelyn tenía semejante responsabilidad y que debía pasar tanto tiempo bajo el mar. Fue entonces que le preguntó cómo se sentía, a lo que Jocelyn respondió un poco nerviosa:

—Estoy sumamente nerviosa, lo admito. Sin embargo, sé que esto es un desafío que debo enfrentar. La habilidad de leer collares es de vital importancia en casos de desaparición o secuestro, y si no me lanzo a aprenderla, Tritonia quedará desprotegida en esa área. Estoy dispuesta a dedicar los próximos meses a sumergirme en las profundidades del océano para dominar este arte; no quiero decepcionar a mi abuela ni permitir que su legado se desvanezca debido a mis temores. Mi familia tiene una larga tradición guerrera, y el coraje y la valentía son atributos que deben definirme.

Joseph estaba sorprendido por la determinación de su hija, jamás la había visto de semejante modo. Se acercó a Jocelyn y le dió un abrazo. 

—Cuentas con mi apoyo, y si en algún momento necesitas hablar, solo toca el collar y allá me tendrás. —Joseph besó la frente de su hija y luego dijo —te amo, mi pequeña princesa. 

Jocelyn sonrió con ternura y contestó —también te amo, papá. 

Joseph salió de la habitación de Jocelyn para permitirle descansar, y Christopher lo siguió. Ambos se sentaron en la terraza de la casa, compartiendo un incómodo silencio mientras reflexionaban sobre la decisión de Jocelyn. Durante un rato, se limitaron a respirar profundamente, hasta que Joseph finalmente rompió el silencio.

—Con que así se siente. 

Christopher miró a su padre algo confundido y luego preguntó —¿De qué hablas, papá? 

—De tu abuelo Ranhir y su temor. —suspiró —así debió sentirse cuando tu madre decidió quedarse en tierra firme por mí. Ahora entiendo todo, el miedo de no verla, de perderla, de no poder compartir con ella. 

—Papá, deja el drama. Jocelyn no se separará de nosotros para siempre. ¿Acaso mi madre se separó de su familia en Tritonia cuando se quedó contigo en Brisbane? 

Joseph suspiró —No. 

—¿Lo ves? Solo es cambiar de forma, nadar y ya está. Lo que para la humanidad son cientos de kilómetros y no se cuantas horas de viaje, para nosotros no es nada y tan solo unos cuantos minutos de trayecto. Tritonia y Brisbane están más cerca que Australia entera de Nueva Zelanda. 

Joseph sonrió y abrazó a su hijo por el hombro. Sintió algo de esperanza en las palabras de Christopher y para pasar el rato, invitó al joven a dar un paseo por la playa. 

—Tal vez encontremos a mi primo y a Evan surfeando. —respondió Christopher aceptando la invitación de su padre.

Ambos partieron a la playa mientras Lumina y Jocelyn dormían. Eran aproximadamente las cuatro de la tarde cuando los Verlander caminaban por aquel tranquilo lugar, divisando a lo lejos al pelirrojo junto su hija y Tyler surfeando mientras William y Nina conversaban en la orilla sentados en la arena. Pasaron el resto de la tarde entre risas, chistes y, finalmente, compartiendo la noticia de la estadía de Jocelyn en Tritonia.

Mientras tanto, la joven y su madre se despertaban de su siesta. Ambas bajaron las escaleras y permanecieron en la sala de estar en completo silencio. Lumina suspiraba y frotaba sus manos o entrelazaba sus dedos. Por su parte, Jocelyn miraba a un punto fijo, sumida en sus pensamientos. 



#6879 en Fantasía
#13916 en Novela romántica

En el texto hay: magia, sirena, marinero

Editado: 05.02.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.