Veinticuatro horas habían pasado desde el secuestro del príncipe Adón. Atolón y Avarinia suplicaban a los reinos vecinos que los ayudaran a encontrar a su hijo. Tritonia envió a sus tropas rumbo al South Sandwich Trench de donde según Evan provenía su señal. Mientras tanto, Jocelyn despertaba a Daetron y a su predecesor Cygnus-Lodon.
Del otro lado del Pasaje de Drake, los tánzures guiaban a Iryatum hacia el South Sandwich Trench para encontrarse con otros ejércitos. Cansados de Coral, los reinos más grandes unieron fuerzas para defenderse y defender a los más pequeños. Incluso el rey Macelon, a quien no le gustaba meterse en problemas, liberó a su ejército para ayudar a acabar con Coral.
En cuanto los pelotones de Tritonia, Marania, el Tánzur, Livartova y las Caracas avanzaban, Coral vivía un episodio de horror por primera vez en mucho tiempo. Sus ojos veían con pavidez el cambio drástico en la apariencia del príncipe que, muy endemoniado, la veía fijamente con ganas de desgarrar su carne.
Los ojos de Adón se veían cada vez más rojos, la sonrisa del príncipe lucía más y más siniestra y sus dientes parecían amenazar a Coral sobremanera.
—¿Qué sucede, Coral? ¿Acaso temes por tu vida? —cuestionó Adón mientras tocaba el collar guiando a los demás hasta la cueva en donde se ocultaba la sirena maldita, a unos doscientos metros de profundidad —tienes miedo, puedo percibirlo y me conviene que así sea. Me alimento de ello, no olvides que, aunque no lastimo a nadie tengo la naturaleza maligna de mi padre.
Coral salió de la cueva nadando velozmente y muy despavorida. Aón la seguía, sin importarle en lo absoluto poner en riesgo su propia vida recorriendo una cueva remota y desconocida para él.
—No huyas, preciosa— dijo el príncipe poseído por el mal —no te haré daño. Solo quiero acariciar tu suave piel de sirena maldita.
—¡Aléjate de mí! —gritaba Coral con desdén —maldito engendro del inframundo.
La sirena nadó sin detenerse hasta llegar a las proximidades con el reino del Tánzur., en donde pudo sentir la presencia de Iryatum. Macelon y Tarek lograron verla y condujeron a sus ejércitos en una épica persecución hasta Marania. Allí, Atolón y Avarinia notaron a su hijo muy diferente, tanto así que hasta el rey de cabellera roja sintió temor al verlo de semejante forma.
Coral no tuvo más alternativa que retomar su camino de vuelta y usar la corriente transportadora oceánica para ir más rápido hasta el Pacífico. La sirena planeaba ocultarse en algún arrecife coralino en cualquier zona cercana a Tritonia del Sur.
—¡Por fin! ¡Soy libre! —exclamó la sirena celebrando al ver que el pasaje de Drake estaba vacío y podía cruzar el South Sandwich Trench sin problema.
Coral atravesó el lugar hasta llegar al océano Pacífico emprendiendo rumbo al abismo de Challenger, ignorando que aquel camino vacío se trataba de una trampa.
—¡A ella! —gritó Amaranta.
Rápidamente el ejército de Tritonia salió a flote guiado por reclusos que siguieron a los hermanos Verlander al escondite de Ambra meses atrás. La hija de Lumina tenía en su mano el cetro de su tía Stara y lo usó para guiar al monstruo guardián Cygnus-Lodon mientras que Stara y Amaranta guiaban a Daetron.
Coral gritaba debido al desespero, no sabía qué hacer en ese momento pues estaba rodeada por los ejércitos de todos los reinos grandes. Fue entonces que su mirada y la de una sirena en especial entre los soldados se encontraron. Asteria estaba presente en el lugar.
—Mi querida Asteria, sangre de mi sangre —habló Coral —¿has venido a ayudarme?
—Jamás ayudaré a quien me causó la mayor desgracia de mi vida —pronunció la sirena con desprecio —he venido para ver con mis propios ojos como padeces ante los soldados. Quiero disfrutar tu muerte en honor a mi familia, misma que tú me arrebataste, maldita.
Coral comenzó a reírse de Asteria, esa era su típica reacción. Aquella sirena siniestra, pero burlona, causó la ira de Jocelyn quien atrevidamente tomó su espada y nadó con presteza hacia su adversaria, y en frente de todos inició lo que sería una lucha cuerpo a cuerpo. Joseph estaba asustado, pero Lumina tenía fe en su hija.
Mientras tanto, Adón observaba en completo silencio como Jocelyn luchaba contra Coral. Sus dientes filosos, sus largas uñas y sus ojos rojos causaron terror en todos los presentes y pese a su ira descomunal, el príncipe mariano se mantuvo inmóvil esperando a que la australiana clavara la daga en el corazón de la sirena maldita.
—¡Lárguense todos de aquí! —gritó Jocelyn —yo sola acabaré con ella.
Ls tánzures y los cardiacos partieron seguidos de los livartanos, pero el ejército tritón seguía presente en el lugar acompañados de los maranios. Aquello desató aún más la ira de la joven.
—¡Que se vayan de aquí! —gritó Jocelyn a punto de desgarrarse la garganta.
Joseph trató de intervenir, pero Lumina y Christopher le impidieron el paso. El australiano volteó a ver a su esposa quien con la mirada llena de temor dijo:
—Déjala, es su lucha.
Todos se alejaron y desde la distancia observaron el arduo enfrentamiento entre Jocelyn y Coral. La joven blandía la espada cuan guerrera experta, guiada por su don y el espíritu de sus ancestros caídos en batalla defendiendo la soberanía de su nación.