El autobús estacionó frente a una gran puerta de metal, a Mercedes se le había hecho muy exagerado aquella cosa, que tanta seguridad debía tener una casa de Campo de una persona rica, era imposible de que algún ladrón pasará de este lado, sin mencionar que todo era puro monte.
Vio desde lejos varios carros muy estrabagantes para su gusto. Tan brilloso que en medio del sol podrían dar luz a casi un barrio completo.
—Dios mío —Exclamó Adalia—. ¿Será que el príncipe está ahí? —Cuestionó mirando por la ventana del pequeño autobús en donde la habían recogido para llevarlas a la finca.
—Tal vez no ha llegado —Respondió Maritza que estaba al lado de Adalia.
—Ángela debería darse este lujo, es un cambio de ambiente, de aire, le haría un bien necesario; hablaré con el señor Nelson yo misma —Comentó la señora Mercedes cuando se apio del autobús. Entraron a la gran casa, el aire era refrescante, el lugar era bellísimo con mucha luz, una casa campestre pero de ricos.
—Te preocupas demasiado Mercedes —Protestó Adalia mirando por todo el lugar.
—Claro, la que debería de preocuparse por su amiga de hace tres años eres tú no yo. Pero ahí estás sin nadita de preocupación; tal vez no eres tan amiga de ella como todos pensamos —Las tres estaban caminado el pasillo para entrar a las habitaciones dirigida por una empleada. Llegaron a la recámara, habían camarones con camas muy cómodos, la habitación tenía televisión, teléfono, un baño con bañera. Realmente era un lugar de ensueño.
—No me digas eso Mercedes, no sabe lo que he estado pasando desde que le pasó eso a Ángela, me he sentido culpable entiende y claro estoy comenzando a creer que no somos compatibles —Adalia puso la mochila en la cama del camarote que había elegido.
—¿Y ahora lo vez, después de tres años? —La señora Mercedes se cruzó de brazos frente a ella, Adalia rodó los ojos y salió de la vista de la señora Mercedes.
—Usted tiene razón señora Mercedes, realmente no me creo que ella sea sincera con Angela —Comentó Maritza, la señora Mercedes afirmó con la cabeza saliendo junto a ella.
Salieron a la sala encontrándose con el señor Nelson, este venía con dos hijas más pequeñas y esposa al lado, se detuvo en frente de la señora Mercedes y otro grupito de cocineras y ayudantes.
—Muchas gracias por venir a este lugar, no se preocupen se les pagará como si estuvieran en el restaurante. La señora Mercedes y la señora Aurelia estarán encargadas de darle el punto final a las comidas. Luego las otras ayudarán con la servidumbre y también dentro de la cocina. Bien, están de acuerdo?
—Claro que sí señor Nelson, me parece perfecto —Comento Mercedes. Las otras afirmaron con la cabeza.
—El príncipe llegara en —Miro su reloj de mano—. De dos, tres horas lo más tardar, así que supongo que llegara para salir un rato y luego probar la cena, espero que lo sorprenda.
—Así será —Contestó Aurelia.
—Bueno, descanse ahora yo haré lo mismo.
—Señor Nelson otra cosa —Mercedes se acercó a él.
—Mercedes querida háblame. ¿Cómo estás?
—Yo estoy bien pero no es de mi que le quiero hablar.
Ángela levantó una olla para pasársela a kevin pero quién la tomó fue Darleni ya que, el chico se encontraba metido de cabeza preparando un pollo para hornear.
—Darlin pásame la sal, no ese es la pimienta, no esa no.
—Pero es que todos son iguales —Darlin se encogió de hombros.
—La sal es esa, no esa no, sí esa misma, gracias hermosa. Francisco no te aproveches de que las niñas me están ayudando y párate de ahí.
—Bruno también no hace nada —Señaló al otro que también estaba sentado, este se encogió de hombros.
—No hay muchos comensales —Contestó el chico.
—Bueno, pero de todos modos ayuden a la señora Andrea con eso.
—Ya, ya jefe Kevin.
—Angela ven un segundo —Mauro salió de la oficina llamado la atención de todos con su nombre, la chica se levantó dejando lo que tenía en las manos y se fue tras él.
—¿Pasá algo? —Dijo después de cerrar la puerta.
—Recoge tus cosas.
—¿Qué, qué hice mal?
—No seas tonta Ángela no te voy a despedir, la señora Mercedes al parecer no se cansa contigo. Vienen a buscarte con tus hermanas.
—Eh pero... Ahora?
—Si Ángela ahora. Ya puedes irte.
Ángela salió de la oficina caminado rápido, se paró en frente de Kevin.
—Lo siento ya no te podré ayudar.
—Ah, cómo así. Me abandonas.
—Sí, me vienen a buscar. La señora Mercedes me pidió.
—Órale, que bueno.
—Chicas caminen —Angela recogió sus cosas y espero un rato el autobús que había venido a buscar unas horas antes al grupo que se llevó del restaurante. Primero la llevo a su casa para que pudiera ordenar sus cosas, lo que llevaría ya que, tres días con dos niñas, preferiblemente sería una preparación especial. Ángela le pasó la llave de su hogar a la vecina, la cuál había prometido que uno de sus hijos amanecería en estos tres días en la casa para cuidarla de los ladrones.
Ángela le mando un mensaje a su madre cuando estaba en el autobús para avisarle que si no la veía en estos días era por causa de trabajo, Ángela no pudo cambiarse de ropa, de hecho; sin querer se había llevado el delantal del restaurante. Una hora más tarde llego a unas grandes puertas de metal.
—¿Y esto que es?
—Una cárcel.
—Es un rancho de ricos.
Las puertas se abrieron y el autobús empezó a conducir dentro, al llegar se paró en frente de la puerta de la gran casa.
—Adalia —Gritó Ángela cuando la logró ver. Las niñas agarraron sus mochilas y empezaron a caminar hacia dentro, Ángela le callo detrás.
—Hola bienvenidas al paraíso —Saludó Adalia cuando ellas habían llegado—. Vengan las llevaré a nuestra habitación —Prosiguió y las tres comenzaron a seguir a la chica, al llegar Ángela echó un vistazo al lugar.
—wow, esto está mejor que mi casa definitivamente — Exclamó con gran verdad —. Es como las vacaciones que nunca les pude dar, disfrútenlo.
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Editado: 10.08.2022