Cruzada de sangre

Capítulo 13

La mansión de Marcos es más grande y suntuosa que la casa de Cristóbal y Víctor. Sin embargo, el ambiente es sombrío, pesado. Como si el miedo en la mirada de los empleados, que se mueven seriamente trabajando en silencio, se apodera de las paredes de aquella estancia. Con solo dos pasos no pude evitar el escalofrío que corrió por mi espina dorsal como una especie de mal augurio, y mi instinto me empujo a ansiar salir de aquel lugar. Pero Violeta me agarró de la nuca empujándome con brusquedad dentro de la casa. Los empleados levantaron sus miradas fijándose en mí, algunos me miraron con lastima, mi destino al parecer me esperaba con peores cosas de lo que mis pesadillas pudieran darme.

Caminé pesadamente, como si mis piernas se negaran a continuar. La alfombra gruesa de color rojo parecía enrollar mis pies para que no pudiera seguir caminando. Perdiendo la paciencia, la mujer que me acompañaba me dio un fuerte empujón para que apresurara el paso. Pero por más que lo intento no puedo.

Violeta me tomó con violencia del brazo y me arrastró a la que sería desde ahora mi habitación, un cuarto algo más grande que en el que vivía en casa de Cristóbal. La cama cerca de la entrada se encuentra con la cabecera pegada a una blanca pared, en cuyo costado un closet de tamaño medio parece dividir la pieza en dos, dos escaleras de madera llevan a la ventana, enorme con un balcón en donde se encuentra una pequeña banca de madera. En la puerta está escrito la palabra "Amapola", recuerdo que este tipo una vez me llamó de esa forma.

—Desde hoy ese será tu nombre —exclamó fríamente la joven mujer mientras me veía mirar las letras de la puerta.

—Mi nombre es Catalina —respondí contradiciéndola.

— Si el amo dice que te llamaras Amapola ese será tu nombre —agregó endureciendo la voz—. Ahora quítate ese vestido y date un baño y arregla ese maquillaje que de tanto llorar se te ve horrible.

Guarde silencio a pesar de que tengo muchas ganas de responderle. Me metí a la ducha, y me mojé la cara, lo suficiente hasta que mis lágrimas desaparezcan. Tengo que ser más dura, más valiente, no puedo seguir siempre llorando porque las cosas no resultan, aunque claro es más fácil decirlas que hacerlas.

Me vestí con uno de los trajes que encontré en el armario, son todos vestidos tan raros como el vestido que llevaba puesto anteriormente. Traté de no pensar en Cristóbal y Víctor porque otra vez mis lagrimas comenzaban a asomarse ¿Por qué me han entregado con tanta facilidad? No debo pensar mucho en ellos. Abro las cortinas y las ventanas dejando al Sol entrar a la habitación, con temor me acerco hasta sentir su suave tibieza, abro la ventana y miro hacia abajo. Estábamos a una altura de tres pisos, ¿Cómo podría uno bajar desde ahí? Claro que siendo un vampiro es algo que debo poder hacerlo, pero como nunca lo he hecho antes, temo errar y quebrarme todos los huesos con mi intento de huida.

—¡Dios mío! —exclamó una mujer en la puerta.

Me volteé asustada, no me esperaba que alguien entrara a la habitación.

—¿Eres una humana? Si el amo te descubre nos matara por dejarte entrar aquí —indicó aterrada.

—No, tranquila, soy un vampiro —respondí de inmediato—. Tengo tolerancia al Sol eso es todo.

—¡Cielos! mi niña no me asuste así —indicó—. Aunque es primera vez que veo un vampiro que no se quema con el Sol, pensé que ya no quedaban de esos vampiros.

Solo le sonreí con tristeza, ahora que lo pienso si no fuera uno de este tipo de vampiros tal vez a Marcos nunca le hubiera interesado tráeme aquí.

—Vine a ayudarte con el peinado y maquillaje, el amo odia que sus sirvientas estén desarregladas —agregó algo nerviosa.

Deje que me peinara y me maquillara, agradecía su ayuda, no estaba con ánimos de hacer aquellas tareas que en estos momentos me parecían superficiales.

Cuando Marcos entro repentinamente y vio la ventana abierta, sin decir nada se acercó y me dio una bofetada botándome al suelo. La mujer ante esto nos miró aterrada y salió con rapidez tal vez con temor a que él quisiera desquitarse contra ella.

—¡Eres estúpida! ¿Por qué abres la ventana? ¿Quieres que todos sepan lo que eres? —agregó con exasperación, mientras que yo aun no salía de mi sorpresa. Nunca nadie me había levantado la mano de esa forma, una mezcla de orgullo y rabia me llevo a mirarlo con un profundo odio.

Se quedo mirándome con desafío y luego acercándose a mí, quiso agarrarme del cuello, pero yo retrocedí enseguida, bien podía mirarlo con rabia pero eso no quería decir que no le temía.

—Tonta Amapola —murmuró con una irónica sonrisa— ¿por qué me obligas a tratarme mal? ¿Eres una chica muy mala?

¿De qué habla? Yo no le he hecho nada, si considera que es culpa mía que él pierda el control y me golpee, entonces es él el que debe ir primero a un psicólogo.

—Las reglas aquí son simples, si eres obediente serás bien tratada, pero si me desobedeces no dudare en castigarte —indicó con un tono de voz amenazador.

Bien, sé que debo evitar los problemas y seguir sus reglas, debo ser cautelosa, sobre todo porque por su forma de mirarme entiendo claramente que está conteniéndose para no matarme. Su amenaza es una clara señal que ante cualquier descuido puedo perder la vida en manos de este sujeto.

—Ahora ven aquí que tengo sed —Entrecerró los ojos sentándose sobre la cama.

— ... ¿Quiere algo de beber? — Pregunté sin acercarme arrugando el ceño aun cuando finjo ignorancia se perfectamente a lo que se refiere — ¿Agua?, ¿Vino?

—Sangre... —me interrumpió.

—Voy a buscar...

—No seas tonta, quiero tu sangre —sonrió con maldad sobre todo por la expresión de mi rostro.

El solo escuchar decir eso los recuerdos de las dolorosas mordidas que he sufrido hasta ahora vinieron a mi mente, y por inercia me puse la mano al cuello.

—No —respondí retrocediendo—. No te daré de mi sangre.




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