Desperté al escuchar unos extraños gritos de dolor, no sé cuánto habré dormido, pero debió haber pasado tiempo, se habían dado la tarea de lavar la sangre que había en mi cuello. Abro las cortinas, el Sol esta tan brillante que tuve que cerrar mis ojos un instante para poder ver lo que pasaba.
En la entrada de la casa, Marcos está mirando con crueldad a un par de temerosos vampiros atados a un árbol, está parado bajo el Sol mientras que el resto intenta mantenerse en la poca sombra que hay en aquel lugar. Sin embargo, sus pies y brazos que tocan la luz solar se abren y queman llevándolos a gritar de la agonía que están padeciendo.
A su alrededor hay cenizas, oscuras, dispersas por el viento lo que da indicios de que otros ya han sido consumidos por el sol. Trago saliva entrecerrando los ojos la insensibilidad de este hombre no tiene límites ni aun con su propia especie. ¿Qué crimen habrán cometido aquellos desafortunados para ser condenados de esta manera? Retrocedí asqueada ante la poca empatía de aquel hombre.
—No deberías poner ese rostro cuando estas mirando al amo —indicó Violeta muy molesta mientras entraba a la habitación.
Quise reclamarle, que "el amo" es un tipo cruel y sin corazón que no merece ser mirado de otra forma, pero la fría y fija mirada que me dirigió fue como un claro mensaje de "Nada de lo que digas me hará cambiar de padecer así que cierra la boca". Hay una enorme lealtad de aquella mujer hacia su amo, tal vez Marcos la trata de una forma muy distinta al trato que le da al resto, quien sabe si aquel hombre es capaz de tratar con cariño a alguien.
—Como al fin te despertaste quiero que te vistas y me siguas, el amo quiere que conozcas a sus otras flores —agregó fríamente antes de salir y cerrar la puerta casi con un golpe.
¿Conocer a las otras flores?, ya me había dado cuenta de que Marcos tenía una obsesión con las flores, dado el hecho de que a sus principales sirvientas las llamada con el nombre de distintos tipos de flores, Rosa, Clavel, Violeta y Margarita. No me esperaba un recibimiento amistoso de parte de aquellas mujeres, si ellas valoraban tanto a su amo, así como Violeta, era seguro que les desagradaba alguien que parecía sentir todo lo contrario a ellas.
Cuando estuve lista, me encontré con Violeta esperando en el pasillo, luego de una mirada desaprobatoria de su parte, me indicó que la siguiera. La casa de Marcos es enorme, con una larga galería de sombríos pasillos de paredes color ladrillo y focos de poca iluminación, no sé si es parte de su gusto darle a aquel lugar un aire solemne y en cierta forma lúgubre.
Los empleados me miran con curiosidad murmurando, creo haber escuchado frases como "¿será una nueva sirvienta del amo?", "Que extraño" "Es demasiado común para el amo". Las cuatros flores de Marcos, son mujeres bellas, que llamaban la atención enseguida, y por eso a la mayoría les extraña lo común que soy yo, y que supuestamente soy la nueva sirviente. Si supieran que su amo solo me ha tomado como una especie de envase con ilimitada sangre especial, entenderían por qué yo me encontraba en este lugar.
Sentí una punzada en el pecho, extrañaba a Cristóbal, extrañaba esa calidez que con solo una sonrisa parecía borrar las dolorosas burlas de Víctor, pero el dolor de la traición se hace siempre presente cuando los recuerdo a ambos. No puedo negar, que mantuve inconscientemente, cierta esperanza de ver a Cristóbal un día, frente a la puerta, reclamándole a Marcos que venía a buscarme. Pero eso no ha pasado y tengo que darme cuenta que en realidad algo así no sucederá.
Violeta se detuvo en seco, sus rasgados ojos incrementan la frialdad de su mirada. Parece molesta al fijarse en la apagada expresión de mi rostro, al parecer cualquiera sea mi semblante ella siempre se molesta.
—Muchas mujeres en tu lugar siquiera sonreirían de tener la oportunidad de servir al amo —exclamó.
—No fui criada para atender a ningún hombre —respondí atrevidamente sin mirarla.
Se volteó molesta y me agarró de los hombros presionándome contra la pared. Sentí que tenía mucho rencor contra mí, aunque si lo pensaba no encontraba razón de su rabia.
—Aun quisiera entender al amo porque no simplemente te encerró en uno de sus calabozos, tendría de todas formas tu sangre disponible —me miró aún más fastidiada—. Fueras siquiera una chica especial para ser llamada como una de sus flores. Mas encima tú tienes esa expresión de que te asquea el solo escuchar su nombre. Deberías estar agradecida de su bondad.
Me soltó apretando los dientes molesta. ¿Qué puedo decirle?, es claro que Marcos no me ha mandado a un calabozo por la cantidad de enfermedades que podría contraer en ese lugar, si quiere de mi sangre sería ilógico que beba la sangre de un enfermo, podría contagiarse. Supuesto a nombrarme "Amapola" como si fuera una de sus flores, no es más que una máscara para ocultar la verdadera razón por la que me tiene encerrada en su casa.
Sin agregar nada, ante mi silencio, se volteó y abrió las dos puertas de la habitación. Entramos a un salón amplio, con cómodos sofás, pequeñas mesas para comer, libros, y cortinas largas que llegaban hasta el suelo. Como una zona dedicada solo al descanso. Las tres jóvenes que se encuentran ahí nos miran con curiosidad, parece que esperaban verme, ya que de inmediato se pusieron de pie acercándose, excepto Rosa, aquella bella mujer que había visto la primera vez que vi a Marcos. Sus ojos azules se fijaron en mi solo un instante, luego pareció perderse en sus pensamientos.
—Hola, soy Margarita —me saludó con una sonrisa, una chica de cabellos rizados y ojos verdes.
—Soy Clavel, un gusto de conocerte —una mujer más bella que Violeta, de ojos color miel y de cabellos oscuros. Que a pesar de que sonríe al igual que Margarita hay algo tan extraño, que da la sensación de que solo es una máscara de lo que verdaderamente piensa.