Cruzada de sangre

Capítulo 22

Desperté adolorida. No dormí bien en el sofá, aun cuando fuera enorme. Me duele la espalda horriblemente. Víctor sigue durmiendo, puedo sentir sus ronquidos a distancia. Me acerque a la puerta cojeando, mi rodilla duele a pesar de que ya se ve recuperada. Trate de abrir, pero sigue cerrado. O sea, aun Cristóbal nos mantiene encerrados. Volteé y me fijé en Víctor que sigue durmiendo con profundidad. No es nada de atractivo en ese estado, está la cama desordenada y él tirado semidesnudo... un momento ¿Semidesnudo? ¿Cómo alguien puede estar así, tan cómodo cuando hay otra persona que apenas conoce en la habitación? ¿Acaso no tiene vergüenza? Me acerque y lo mire detenidamente. Es gracioso oírlo roncar tanto. Además, quiero despertarlo, por lo menos para que así pudiéramos ver cómo salir de este encierro.

—¡Disculpa, ¿Estas despierto?! —le grite a una cierta distancia.

Refunfuño y se dio vuelta tapándose la cabeza con las sábanas. Me acerqué y lo sacudí suavemente.

—¡Despierta! —indiqué tocándolo con timidez.

De repente tiró la sabana, me agarró del brazo y me lanzó sobre la cama. Atrapándome entre el colchón y su cuerpo. Me mira con una sonrisa maliciosa, solo fingía dormir. Aunque en un principio lo mire con sorpresa ahora mi expresión es muy molesta, me siento incomoda y muy nerviosa por la posición en que nos encontramos.

—Si te gusta andar molestando a un hombre durmiendo, tendrás que pagar las consecuencias —agregó con un tono suave susurrando en mi oído.

Sentí su aliento en mi cuello. Esto no puede estar pasando. Me abrazó con más fuerzas, y trate de empujarlo, pero su fuerza es mayor. Mordió suavemente mi oreja. Me paralicé de miedo, mi mente no es capaz de analizar la situación con claridad, lo único que quiero es huir. No alcance a pensar en nada más, su risa cruel y burlona interrumpió todos mis pensamientos. Me miro con compasión mientras no deja de reírse. No entiendo que le pasa. Esto no es gracioso.

—Nunca caería tan bajo como para acostarme con una mujer como tu—indicó con un tono cruel.

Mi corazón sigue acelerado por lo que había pasado, pero sentí dolor en mi pecho atravesado. Esa broma, su burla, hirió mis sentimientos. Más de lo que yo misma esperaba. No le dije nada, solo bajé la mirada, y ahí fue que sentí que mis lagrimas resbalaban por mis mejillas. ¿Cómo puede haberme dolido tanto esa frase? O tal vez no solo esa frase, sino esa mirada, esa expresión de burla, ese sentimiento de no ser nada más que una criatura de la cual todos creen que pueden burlarse. No soy su juguete, ni él ni el de Marcos, ni el de nadie. Pero me ha herido demasiado, tal vez mi propio estado de ánimo ayude a que sienta que el daño es más profundo de lo real. Me aferré a las sábanas antes de bajarme de la cama con la cabeza baja.

—Oye... no llores sino... —agregó intentando tomarme de los hombros.

Retrocedí evitando que me tocará y al sentir la puerta abrirse por Cristóbal, salí corriendo de su cuarto. Cristóbal me observó confundido, pero no me detuvo. Las lágrimas no me dejaban ver bien el camino, solo quiero llegar a mi habitación. Me encerré y arrodillando frente al colchón lloré sintiéndome humillada, estoy cansada de que me menosprecien por haber sido una humana o ser una "sirviente" ¿Cómo puede dolerme tanto, algo tan estúpido como esa tonta broma? No quiero ahondar más en lo denigrada que me siento. 

Sentí los pasos de Víctor por su aroma, está parado frente a mi habitación, caminó inquieto de un lado a otro. Finalmente suspiró y se alejó por el pasillo.

Había levantado mi cabeza pensando que golpearía la puerta, pero al notar que se alejaba volví a apoyarme en el colchón de mi cama y me quede dormida de esta manera.

 

————o—————

 

—Mañana es el cumpleaños de Víctor —exclamó repentinamente Cristóbal una noche mientras cenábamos.

Ya ha pasado un año desde que mi vida de humana había acabado. Sin embargo, lo que menos deseo en esos momentos es escuchar el nombre de Víctor. Lo mire con indiferencia, y luego fije mi atención en la sopa.

—¿Debo hacer algo al respecto? —indiqué de mala gana.

—Eres su mujer —me corrigió Cristóbal, aunque serio con un tono tranquilo.

—No lo soy, tú lo sabes —lo miré fijamente, él mantuvo su seriedad sin esquivar mi mirada.

—Pero todos quienes asisten no lo saben, por eso necesito que estés ahí.

Me levante del asiento incomoda, el solo pensar que debemos fingir ser un matrimonio me pone inquieta. Fingir que nos amamos cuando no es así. Tense mi rostro dejando la cuchara sobre la mesa.

—Tranquila, confía en mi todo saldrá bien —agregó sin mirarme.

—Está bien —respondí bajamente—. Confiaré que sea así.

Sonrió con suavidad y expresión satisfecha.

No he visto a Víctor, y siendo sincera me desasosiega pensar que nuestra relación ha empeorado, ya que no hemos hablado desde el último episodio, tengo la leve impresión que ambos nos hemos estado evitándonos. ¿Como entonces podemos fingir ser una pareja feliz y amada?

Pero tampoco me lo hace más fácil, llegó el día de su cumpleaños y su indiferencia me dejo en claro, que ciertamente le da lo mismo si yo estoy o no en su celebración de cumpleaños. Tomó mi mano sin decirme nada, caminó en silencio con la mirada fija al pasillo. Su ceño arrugado evidencia su desagrado ante el papel que debe tomar en esta falsedad.

—Catalina —murmuró sin mirarme—. Intenta no alejarte de mi lado, pronto inventaré que estás enferma y te dejaré ir a tu habitación.

Quise decirle algo, pero caminó sin esperar una respuesta.

Saludo con cortesía y con una sonrisa amable, a todos quienes se acercaban. No me gustaba esa sonrisa, la falsedad es clara, pero al parecer nadie se da cuenta. De repente me rodeó por la espalda en sus brazos de forma cariñosa besando mi mejilla. Me enrojecí de inmediato, no me lo esperaba.




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