Cruzada de sangre

Capítulo 38

Víctor no despertó, el destino cruel lo sostiene de débiles hilos a punto de romperse y dejarlo caer. No se recupera de sus heridas como cualquier otro vampiro, ni siquiera como lo podría hacer un híbrido, su cuerpo reaccionaba más cercano a los humanos, un caso extremo y tal vez único, algo que ni siquiera Cristóbal podía explicárselo. Usualmente los híbridos solían recuperarse más tarde y eran más débiles a las enfermedades. Pero el caso de Víctor es más extremo.

 

—Son rechazados por los vampiros, y odiados y temidos por los humanos. Los híbridos no se recuperan tan rápido de sus heridas y necesitan ser tratados, no existen hospitales para vampiros porque no los necesitamos y a su vez ellos no pueden atenderse con los humanos porque su recuperación suele ser más rápida y eso les llamaría la atención. Es por esa razón que Víctor levantó este hospital, para que los de su especie tuvieran un lugar donde atenderse — Cristóbal miró sus manos —. Víctor posee la vida eterna, fuerza, pero su cuerpo no es capaz de recuperarse por sí solo, él es más humano que vampiro en ese sentido...

 

Los golpes en su cabeza han sido tan fuertes que el pronóstico medico es desalentador. Si llegase a abrir los ojos no volverá jamás a ser el mismo de antes, tiene un daño cerebral enorme. Y eso podría durar años hasta que su cuerpo fuera capaz de recuperarse por sí mismo. O sea, todo él, su actitud, su soberbia, su mirada profunda y su sonrisa, todo se perdería dentro de una mente dañada sucumbida ante el odio y venganza de aquel otro tipo.

 

Cuando escuché al médico hablar fue difícil no sentirme desesperanzada, aun así, me mantuve serena falsamente. Apenas se fue perdí toda esa serenidad sentí que el piso se abría y me tragaba, caí de rodillas porque mis fuerzas ya no pueden sostenerme dejando fluir toda mi tristeza y dolor. Cuanto daría de mi porque pudiera recuperarse como un vampiro, pero su gen humano lo acercaba más a la muerte.

 

—Ese... ese maldito... me las va a pagar —apreté los dientes sin poder apagar el fuego en mi pecho que me ahogaba.

 

Mi Víctor, aquel hombre que amaba, aquel que fui capaz de desear que desapareciera, yace con la cabeza envuelta conectado a miles de máquinas y es muy probable que lo haya perdido para siempre. Cristóbal me levanto abrazándome fuertemente, se ve angustiado, tanto como yo, pero él evita caer en la desesperación en la cual yo estoy sucumbiendo.

 

—No me importa lo que diga el médico —dije sin dejar de mirarlo desconsolada—. Sea como sea yo no lo dejaré, si no me reconoce, si ya no puede caminar, seré el apoyo que necesita, no lo abandonaré.

 

Cristóbal acariciaba mi cabeza en silencio. ¿Cómo pudo haber pasado esto?

Mi último recuerdo, nuestra última mirada había sido tan fría incluso habíamos hablado de divorciarnos. Es tal el dolor que tengo ganas de gritar, pero Cristóbal me sostuvo con fuerza al sentir que estaba a punto de perder el control.

 

—Debes ser fuerte, Cat —susurró.

 

—¿Ser fuerte? —respondí dolida—. Si lo hubiera sido, él no estaría aquí. Si hubiera sido más cauta esto no hubiera pasado. Si tan solo hubiera sido más... fuerte.

 

Apreté los dientes mirando al vacío.

 

—Estas son cosas que no podemos controlar, aun siendo el más fuerte del mundo a veces no podemos proteger a las personas que amamos, entiendo tus sentimientos de rabia y frustración —bajó la cabeza es claro que todo esto le trae recuerdos de Elizabeth.

 

Lo mire sin saber que decirle.

 

—Es difícil entender por qué pasan estas cosas, y no hay palabras que pueda decirte para darte consuelo —me abrazó y cerré los ojos sintiéndome vacía.

 

En la casona rodea el silencio, no hay ánimos para hablar, hasta el mismo personal susurraba sin romper la pesadumbre que nos embarga. Durante la cena Cristóbal contempla al vacío con expresión seria y grave, si Víctor pudiera verlo aún en estas circunstancias, dejaría de tener duda de que Cristóbal realmente sienta cariño hacia él. Dejé de comer no tengo apetito, no estoy de ánimos para nada.

 

La puerta se abrió y entró Sebastián con una expresión tranquila e indiferente, se quedó viéndonos y sonrió levemente. La expresión de Cristóbal se endureció, aun cuando no lo miraba a los ojos. Sin dejar de sonreír se sentó a la cabecera de la mesa.

 

—Las cosas han mejorado bastante —habló en voz alta—. Podemos arreglar este nefasto matrimonio.

 

¿De qué matrimonio hablaba? Levanté la mirada, molesta y desconfiada.

 

—No digas estupideces —respondió Cristóbal muy molesto—. Tu hijo esta grave en el hospital y tú andas como si...

 

—Ese bastardo no lo considero mi hijo, y tú lo sabes, solo porque insististe en tenerlo a tu lado tratándolo como si fuera como tú te seguí el juego, pero ahora las cosas son distintas —agregó agriamente—. Podemos arreglar ese matrimonio, como Víctor pronto morirá, creo que es hora de empezar los arreglos de tu matrimonio...

 

—¡¿Que tiene que ver una cosa con otra?! —se levantó molesto de su asiento—. Jamás me casare con Samanta y no entiendo porque involucras a Víctor y...

 

—Quiero que te cases con esta mujer —indicó señalándome—. Fue absurdo de tu parte casarla con Víctor, sabes claramente que los híbridos no son capaces de tener hijos y sin embargo igual aceptaste ese matrimonio, en cambio contigo tenemos hartas probabilidades de tener más miembros dentro del clan con sangre descendiente.

 

Me levanté con rabia y estruendo mirándolo fijamente a los ojos, aunque en cierta forma podría afectarme el haber descubierto que Víctor y yo jamás podríamos tener hijos, en estos momentos solo me importa la recuperación de mi marido.

 

—¡¿Que mierda le pasa?! ¡¿Como habla así de su hijo?! ¡Víctor sigue vivo! Mi marido es más fuerte de lo que cree —apreté los dientes— ¡Les va a demostrar a todos que saldrá de esto!




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