Un grito, sí, un grito, extraño y agudo que se fue apagando lentamente rompió la monotonía y quietud de esta noche, consumido por el dolor y la oscuridad de las horas nocturnas. Me senté en la cama sobrecogida y levanté mi mirada hacia las sombras de los muebles de aquella habitación, colocando mi mano sobre mi pecho noté mi respiración acelerada y mis manos que no dejan de temblar. Tragué saliva aun no consciente si aquello había sido parte de un sueño o la brusca realidad cercana de un miserable ser.
—Tranquila —musitó una voz conocida proveniente desde algún rincón del lugar.
—Eso fue... un humano —murmuré empuñando mi mano que sostienen las sábanas, siento impotencia, rabia y miedo. Miedo tal vez a lo que ese grito significa que me recuerda que los vampiros pueden llegar a ser más enfermos y peligrosos de lo que puedo imaginar.
—Por ahora no hay nada que pueda hacer —indicó Fernando acercándose a la cama.
Sus ojos claros se posaron sobre los míos dejando ver una leve inquietud en aquella mirada que suele ser usualmente tranquila. Se sentó en la cama con un gesto incomodo.
—¿Es él? ¿No es así? —pregunté sin alejar mi atención de su rostro.
—Sí... —señaló desviando su mirada hacia las ventanas—. Esta torturando a una de sus sirvientas, y es muy probable que sea porque quiere intimidarla a usted o empujarla a caer en su juego dejando que los ancianos del consejo se den cuenta que sigue siendo más humana que vampiresa...
Fue doloroso imaginar que una mujer humana sufre solo porqué su vampiro amo quiere presumiblemente obligarme a caer en una trampa. En forma indirecta me siento culpable de los padecimientos de aquella mujer.
—Aun el consejo no decide a quien entregan el liderazgo y han atrasado su respuesta, al parecer no se ponen de acuerdo... —agregó seriamente—. Solo espero que esté lista en caso de que debamos huir hacia el Clan Tenebrae Rapax...
—Agradezco el ofrecimiento de Alejandro, pero no es ese el destino que he elegido ante una respuesta negativa de parte del consejo —lo interrumpí notando como su rostro se ha puesto tenso—. Dirigiré mis pasos hacia los cazadores.
—¿Planea ir con ellos? pero...
—No te preocupes, sé que Francisca, la elegida, no me negará el asilo —le sonreí.
Se levantó de la cama caminando hacia las ventanas, abrió las cortinas dejando entrar la luz de la Luna llena y miró hacia afuera en silencio, pensando de seguro en lo que le acababa de decir, claro que voy en contra de sus planes, pero es lo mejor, estar lejos de Marcos es mucho mejor que cualquier otra cosa.
—Entonces iré con usted —indicó mirándome fijamente.
—No es necesario que te sacrifiques así, lo agradezco, pero...
—Donde usted vaya yo iré, no la dejaré sola
Quise negarme, pero se ve tan resuelto a su decisión que no encuentro palabras para decirle y que no le den la impresión de que rechazo su compañía. Él sigue atento a mí, como esperando mi respuesta.
—Está bien, solo con una condición.
—¿Que condición? —noté que levantaba sus cejas sorprendido.
—Puedes tutearme... claro si te sientes más cómodo —sonreí con torpeza.
Su expresión de sorpresa cambio a una ligera sonrisa, pareció relajarse ya que su rostro tenso había desaparecido.
—Acepto, Catalina. Pero solo lo haré cuando estemos solos.
Dos golpes en la puerta interrumpieron nuestra conversación. Fernando se acercó a revisar quien las había provocado, encontrándose con uno de los sirvientes de aquel lugar.
—Vengo a avisarles que el consejo ya tomó una decisión, se espera que todos se reúnan luego de la cena en la sala principal.
—Bien —le respondió y luego dirigiéndose a mi agregó—. Será mejor que te arregles para que podamos ir a la cena, imagino que sabiendo que ya han decidido es probable que no tengas el ánimo para dormir.
Tiene razón, me inquieta el conocer el resultado de aquella decisión y el esperar más tiempo produce que mi desasosiego aumente. Aun así, sé que debo mostrarme tranquila en la cena, aunque no resulte nada fácil.
Fernando aseguró que lo mejor es enfrentarlos a todos, el estar escondida no me llevara a nada. Salí junto con él rumbo al comedor.
—El inmundo olor de un humano ha inundado esta sala —señaló Ellen apenas habíamos entrado al lugar levantándose de su asiento con la mirada fija en mi—. Será mejor que me retiré.
La observé en silencio con despreció, notando mi expresión apretó los dientes, es claro que tiene ganas de atacarme, pero apretó los puños controlándose. El odio es mutuo, no olvido su sonrisa de aquella vez cuando Marcos casi mató a Víctor.
—¡Qué bueno verte otra vez! —Samanta se levantó de su asiento agitando la mano, su cabello rojo y rizado solo atado por una cinta azul caía casi cubriéndole toda su espalda. Llevaba un vestido azul con muchos vuelos—. Siéntate a mi lado.
Nos sirvieron una sopa de carne. Samanta agregó:
—Escuché sobre lo que paso cuando se reunieron en el consejo, fue genial como...
—Sí, fue genial... —la interrumpió Fergus caminando tranquilamente a sentarse.
Lleva una polera blanca bañada en sangre, y sus manos manchadas le dan un aspecto temible. Traté de que esto no me incomodara, sobre todo al notar que su rostro se enfoca solo en mí. Suspire arrugando el ceño, más aún cuando comenzó a acercarse.
—No es forma de presentarse a una cena —lo interrumpió Alejandro con expresión severa.
—¿Qué tiene de malo estar salpicado con lo que es nuestro alimento vital? —señaló burlesco mirando su propia ropa.