❆ Adriel Edurne
La salida del aeropuerto pisando tierra centroamericana había sido algo ajetreada, después de esperar casi una hora a que saliese su maleta, Adriel montó un bus turístico para que lo llevase a la dirección proporcionada por la señorita Jale, ya que, según ella, era el sitio ideal para conseguir el árbol de pinabete, porque lo había visitado meses atrás en un viaje de turista.
A pesar de que el joven pudo terminar su pedido y alistar sus cosas con tiempo, no vio ni habló con su hermana Venecia que había sido la alentadora a tomar la decisión definitiva del viaje que él estaba haciendo. Si Adriel tuviese el carácter de Venecia, en definitiva, disfrutaría del viaje y el clima más amable que predominaba en esas tierras, la cámara sería la prueba suficiente de su satisfacción, y la memoria en su cabeza estaría llena de gratos recuerdos por ver cosas, panoramas, personas, comidas y tradiciones nuevas, pero no; Adriel era muy hogareño, ermitaño, discreto y cohibido desde que se casó con su difunta y amada Celeste.
Como si tuviese una conexión mental con su hermana, esta lo llamó al celular que tenía en uno de los bolsillos del pantalón. Adriel rápidamente contestó:
—Hasta que sé de ti.
—Disculpa, es que a diferencia tuya yo sí tengo una vida que disfrutar —contestó la voz de Venecia por el teléfono, dando un golpe bajo al orgullo de Adriel.
—Entonces te alegrará saber que sí hice el viaje —contó Adriel mientras observaba el paisaje cambiante a través de la ventana del transporte.
—Esa sí es una muy buena noticia, por fin dejaste la cabaña del bosque —replicó ella con emoción—. Dime: ¿cómo es el lugar?
—Estoy en el bus turístico, solamente puedo ver la carretera y muchas montañas verdes, muy verdes —enfatizó.
—¿Pero ya vas a llegar? —inquirió ella con curiosidad, más de la normal—. Sabes que me encanta viajar, quiero fotos y que me mandes videos, deseo viajar a lugares nuevos.
«Eso no es novedad», respondió mentalmente Adriel.
—Te enviaré todas las fotos y los videos que quieras —aseguró él—, aunque te aviso que no será muy larga mi estadía, pretendo irme mañana mismo si todo sale bien.
—Eres un aguafiestas, quédate un día más como mínimo, nadie aquí o en la cabaña te va a extrañar.
—A veces me pregunto, ¿por qué sigo llamándote y escuchándote? —dijo Adriel, observando que el bus turístico entraba a un pueblo pintoresco.
—Porque soy tu hermana favorita y me amas como soy —respondió ella con un deje de suficiencia, típico de ella.
—Venecia, eres mi única hermana, los demás son hermanos y sí te amo, pero con una enorme paciencia —contestó.
Adriel observó que su transporte cruzó con rapidez parte del pueblo para detenerse en una playa frente a un hermoso lago azul rodeado de masas enormes de tierras verdes.
—¿Por qué escucho que hay personas hablando mientras se alejan? —cuestionó ella.
—Porque el bus se detuvo y ahora estoy bajando del mismo para buscar mi maleta y hallar ese bendito árbol —respondió, deteniendo su celular con una mano y con la otra recibiendo su grande maleta de hombro.
—Todavía me parece ridículo que tengas que viajar a otro país por buscar un árbol, pero también estoy agradecida a quien sea que te envió allí porque te hizo salir del encierro que tenías. ¡Gracias sea quien sea! —exclamó alejada del micrófono de su teléfono.
Adriel solo puso los ojos en blanco por las ocurrencias de su hermana. Caminó hacia la orilla del lago que estaba pasible y era un espectáculo para sus ojos.
—No empieces por favor, Venecia.
—Te aguantas. Ahora dime, ¿cómo es el lugar? —inquirió de nuevo con curiosidad en su voz.
—Es muy bonito, quizás no sea tan grande como el Gran Lago del Esclavo, pero es hermoso, sin duda alguna —contó el rubio, anonadado por el paisaje que se regodeaba de su belleza ante los ojos de aquellos mortales que lo admiraban.
—Dame más, ¿no pretenderás que me quede conforme con tan poca información de tu miserable léxico?
Adriel suspiró volviendo a poner los ojos en blanco por las ocurrencias de su hermana, él sabía que hablar con Venecia era suspirar y poner muy seguido los ojos en blanco. No le quedó de otra que preparar la cámara de su celular y tomar una instantánea del susodicho lago para enviarla de inmediato por la red social para su impaciente, exigente y enérgica hermana.
—Espero con eso responder a tu curiosidad.
—¡Claro que no! Quiero más imágenes, tómale fotografía a todo lo que veas y envíamelas para ver si me decido a viajar allí también —demandó la pariente.
Adriel resopló y volvió a preparar su celular, le agregó un par de audífonos para hablar con ella y usar la cámara al mismo tiempo, entonces echando de su maleta al hombro, comenzó a caminar por las calles adoquinadas.
—Escucha, Venecia, ahora mismo estoy caminando en las calles del pueblo, tomando fotografías con mi pesada maleta en el hombro y audífonos puestos para hablarte mientras uso la cámara —explicó, comenzando a agotarse y con la sed haciendo un posible reclamo—. ¿Te das cuenta que estoy en peligro por tu culpa? Puedo ser atropellado por un automóvil.
—Sí, ajá. No seas exagerado y toma buenas fotografías.
Adriel le tomó varias fotografías a murales típicos y propios del lugar, místico y cultural para aquellos como él y su hermana del otro lado de la pantalla.
—Son lindísimas, Adi, es muy pintoresco e interesante, te envidio por estar allí —declaró ella con voz melancólica—, disfruta de tu viaje y no pienses en lo que dejaste, vive tu presente.
—¿Eso significa que por fin vas a colgar...? Está bien, cuida de papá y de mi cabaña —pidió el rubio que estaba parado sobre un camino empedrado frente a un gran hotel con vista al lago.
—Exagerado. Te amo, ten cuidado y disfruta, pero disfruta de verdad. —Se despidió ella, haciendo énfasis en "pero disfruta de verdad".
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Editado: 13.12.2023