Javiera, una chica de 20 años, caminaba por los pasillos de su Universidad. A su lado iba su amigo, Daniel, con quien ya lleva 2 años de amistad.
Ambos hablaban sobre temas de lo que se suponía que estudiaban allí. Javiera enfermería, y Daniel derecho.
–Oye, ¿y sí el fin de semana salimos a caminar un poco?– dijo Daniel, mirandola a los ojos a través de el cristal de los lentes. –Esto de estudiar demasiado me da un terrible dolor de cabeza...
–Realmente no sé qué decirte..– le respondió la de pelo negro, mirando hacia el suelo. –La próxima semana tendré un exámen para ver cómo estamos, y no quiero desviarme de ese tema o que se me olvide algo de ello.
Daniel resopló y miró al suelo también. Siguieron caminando hasta la salida de la Universidad, en donde al chico de lentes habló nuevamente.
–Hmm... ¿Podríamos ir a por un helado el fin de semana entonces al menos?
–No sé qué esperas que te diga.
El chico pensó un poco y después sonrió ampliamente. –Vamos... Este fin de semana jugará mí club de fútbol favorito y de pura casualidad ¡lo transmitirán en la televisión de la heladería local!
Javiera simplemente lo miró a los ojos por un largo rato, alzando una ceja y sin decirle nada. Poco tiempo después, comenzó a caminar en dirección a su casa.
–¿Y?– le gritó desde la entrada de la Universidad a Javiera, quién ya se iba. –¿Qué dices?
–Lo voy a pensar.
Luego se eso, Javiera siguió su camino para llegar hasta su casa.
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Ambos chicos caminaban por las calles de la ciudad. Uno caminando tranquilo calmado y la otra también, sólo que ésta traía un libro consigo.
–¿En serio tuviste que traer ese libro?
–Ya te había dicho que la próxima semana tendré exámen– le dijo ella, con un pequeño paso acelerado para poder llegar ya a la heladería y no perder tiempo. –Agradece que por lo menos acepté en venir.
Daniel intentó decirle algo más, pero nada salió de él.
–Tú ganas.
Siguieron caminando por un rato, hasta llegar a la heladería. Javiera se sentó en una de las mesas, mientras que Daniel iba a pedir los helados.
La chica de cabello negro abrió el libro que traía para comenzar a leer y estudiar para más adelante, pero fue interrumpida por la televisión que, alguien (de seguro algún trabajador del lugar) le había subido el volumen. Javiera puso el ceño fruncido y alzó la cabeza hacia el televisor grande del lugar, donde comenzaba a reproducirse un partido de fútbol.
Al poco tiempo llegó Daniel y se sentó en la mesa, al lado de su amiga. No tardó en percatarse de la mala cara de ella.
–¿Qué te pasó? ¿Te equivocaste de libro acaso?
–No es eso... Es que.. Ugh– Javiera hizo una Cela para que él se fijara en el televisor. –Eso...
Daniel miró la televisión, donde su equipo favorito estaba apunto se jugar.
–¿Qué? ¿Tienes algo en contra del fútbol?
Javiera negó con la cabeza y soltó un suspiro, algo frustrada.
–No me refiero a eso, tonto. Quiero decir, ¿por qué deben subirle al volumen? No todos quieres escuchar eso.. ¿lo saben o no?
Daniel miró a su alrededor, buscando sí había alguien más viendo el partido. Luego, volvió a mirar a su amiga.
–Quizás tengas razón.. Pero cuando se trata de partidos, no hay nada que se pueda hacer.
Javiera simplemente respiró hondo y trató de centrarse en el libro que tenía, hundiendo su rostro en él. Mientras, Daniel miraba emocionado la pantalla colgada en la pared.
Un rato después, la meseta vino con dos copas de helado y se las dió a ambos. Daniel le puso la copa de helado al lado de Javiera, dándole leves golpecitos en la espalda.
–Javi, ¿podrías dejar ese libro a un lado y divertirte y relajarte un poco?
–Lo haría, pero sabes que-– la chica fue rápidamente interrumpida por su amigo, quien parecía algo molesto y deprimido.
–Tienes exámen la próxima semana, ya sé. Con esta sería la tercera vez que me lo dices– dijo Daniel, tomando el libro de las manos de su amiga y dejándolo a un lado. –Pero también debes calmarte y divertirte. No tienes que fijar te todo el tiempo en estudiar.
Javiera miró la copa de helado en frente de ella, y un tiempo después, se la acercó con ambas manos. Con la cuchara, sacó una pequeña cucharadita de helado y se la metió en la boca.
–No lo sé... Puede que tengas razón.
Al poco tiempo, una gran sonrisa cambió la expresión molesta y triste de su amigo.
–¡Me alegra oír eso! Ahora, sí me disculpas...– agarró el libro y lo guardó en la mochila de su amiga. Luego, apartó la mochila de su lado, para que su amigo no tomara el libro nuevamente. –Así me puedo asegurar.
Javiera sonrió y soltó una pequeña risita por el comentario de Daniel. Luego, comió un poco más del helado, intentando relajarse un poco y no dejarse llevar por el estrés que le generaba estudiar para el exámen.
El chico de lentes sonrió de vuelta y poco tiempo después guió su mirada hacia el televisor otra vez. Javiera hizo lo mismo, pero alzando un poco una ceja.
–No entiendo.
Daniel se volteó a mirar a Javiera, confundido por su comentario.
–¿No entiendes qué?
–No entiendo el punto de eso del fútbol..– dijo, mirando aún la pantalla colgada en la pared. –¿Qué tiene de divertido ver a unos tipos patear una pelota?
–No es sólo ver una pelota– le respondió su amigo, cruzándose de brazos. –Es un deporte muy divertido y bueno. Además de que ¡me encanta la tensión que se siente esperar a que marquen algún gol!
Javiera lo miró a los ojos por un momento, de forma seria. Después volvió a mirar la pantalla en la pared.
–Sigo pensando que es sólo patear una pelota.
–Como quieras. No me harás cambiar de opinión.