Cuándo éramos jóvenes.

Prólogo.

Siete años antes.

Las calles estaban a rebosar de personas malhumoradas por el inminente calor del verano.

Linda Brown caminaba con rapidez entre los cuerpos sudorosos aferrando con manos temblorosas la correa de su bolso. Dentro se hallaba un test de embarazo junto con un análisis de sangre positivo. En su vientre crecían dos pequeñas semillas de un amor desmedido.

Iba a verlo, le contaría la verdad a Donovan. Estaba embarazada.

La sola presencia de aquél nombre hizo que miles de mariposas revolotearan en su estómago, inconscientemente una mano se dirigió allí, acariciando el vientre aún plano con anhelo.

“Embarazada, embarazada de el.”

Hace semanas sospechaba su estado, las náuseas en la madrugada se habían vuelto recurrentes sólo falto la ausencia del soldado rojo para alentarla a sacarse la duda. Cuando tuvo en sus manos el papel con la palabra "positivo" no pudo evitar sentir una alegría inmensa, tenía un poco de miedo ante la reacción de Donovan, solo tenían vente años y se conocían hace cinco. Desde el primer día en que lo vio supo que el era el hombre de su vida, dos años después ya estaban juntos.

Mando un suspiro al aire entrando al lujoso hotel en el que su amado vivía. Apretó la correa con nerviosismo y saludo a la recepcionista. No hizo falta mostrar su Carnet, vivía más allí que en su propio departamento.

Cuando estuvo en el ascensor subiendo al ático perteneciente a Donovan, los nervios hicieron mella en su estómago sensible.

Contuvo las náuseas.

“Por favor pequeños, no hagan sufrir a mamá. ”

Acarició el vientre con amor, tendría dos bebés, la ecografía dictaba dos meses de gestación, y dos fetos creciendo en su interior.

Las puertas metálicas se abrieron con un audible tic. Linda observó el apartamento extrañamente lúgubre. Obligando a sus pies a moverse  adentrándose en la casa.

—¿Donovan, cariño?.

Pregunto extrañada al no encontrarlo esperándola en el recibidor como era costumbre.

—Estoy aquí.

La voz varonil se filtró por los pasillos desde la habitación principal. Linda camino hacia allí con los pasos temblorosos y el corazón a mil, tenía un mal presentimiento y este acrecentó al encontrar a Donovan sentado en el lecho con la cabeza enterrada en las fuertes manos.

El cuerpo pareció volverlo a la vida al observarlo, lo amaba tanto que dolía.

Avanzo hacia el parándose justo enfrente dispuesta a darle un beso en aquellos carnosos y dulces labios. Donovan la tomo de la cintura sentandola a su lado, evitando el contacto.

Linda apretó los labios.

—¿Que pasa, cielo?.

La voz le salió como un murmullo ahogado, se aferró con más fuerza a la correa de cuerina color café.

Donovan levantó la cabeza, penetrándola con auquellos posos esmeraldas tan profundos que siempre lograban alborotarle la razón. Pero hoy aquellas retinas de bosque tropical no reflejaban nada.

—Se que tú tienes que hablar conmigo, Linda. Pero yo también tengo que decirte algo.- la miró extrañamente serio, una ráfaga de dolor le cruzó la mirada para luego extinguirse.—Me marchó.

El corazón de ella dio un vuelco furioso, hasta ese momento no había reparado en las maletas que yacían a un lado de la cama. Eran muchas, más cantidad de las que solían ser cuando el se iba de viaje para atender la empresa vitivinícola* de su difunto padre.

Linda obligó que una sonrisa le arrugara la comisura de los labios. Salio como una mueca tensa y desastrosa.

—Oh…Más negocios, no importa. ¿Cuándo vuelves, cielo?.

Estiró la mano dispuesta a quitar un mechón rebelde sobre la frente. Una de las fuertes manos de Donovan tomo su muñeca impidiendo el gesto.

—No entiendes Linda. Me marcho a Inglaterra, no voy a volver.

Busco desesperadamente un vestigio de broma en los orbes, allí no había nada. Ningún sentimiento.

Linda se estremeció, las lágrimas comenzaron a aflorar quedando atoradas en la represa de sus retinas amarillentas.

—¿Cómo...?- tragó el nudo en su garganta.—¿Qué pasará con nosotros?.

Donovan suspiro dejando la extremidad libre de ella que callo inerte sobre el colchón.
Creyó escucharlo maldecir por lo bajo antes de revolverse el pelo con furia y observarla lleno de ira.

—No hay un nosotros, Linda.

Pudo jurar que el estruendo de su corazón al romperse hizo eco por todo el departamento. Pensó que se ahogaba.

"No, no, no."

El peso de las pruebas en su bolso se duplicó.

—Pero…

—Pero nada, Linda. Mi vuelo sale en quince minutos, vete.

Se paró de la cama con rapidez dándole la espalda, Linda intentó llegar a él pero se alejó. Las lágrimas comenzaron a caer empapandole la cara.

—Donovan…

—¡Vete!, ¡Ya no quiero ver tu rostro, vete!.

¿Se podía sentir tal dolor y no morirse?… Al parecer sí, ella aún respiraba pero sentía que dentro suyo todo se encogía hasta desaparecer.




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