Silvia estaba de pie frente a Diego y lo miraba con insistencia mientras él buscaba algo en su celular.
—Entonces… ¿Me vas a llevar? —preguntó al fin.
—Está bien, Sil, pero no tengo ganas de ir al cine en realidad. ¿Por qué mejor no vas con Luis?
—Quién lo diría, Diego, me quieres mandar con él cuándo que tiempo atrás no nos dejabas ni ir a la esquina…
—Bueno... creciste —sonrió él.
—Igual, quiero ir contigo a ver esa película y él está estudiando —insistió encogiéndose de hombros.
—Está bien, vamos —bufó Diego y ella lo abrazó con emoción, después de todo hacía mucho que no iba al cine y pensó que no podía ser tan malo.
Lo que no sabía era qué película su hermana lo estaba llevando a ver, pero cuando se percató ya era tarde.
—¿Ahora hace cine? —inquirió a Silvia cuando la película iniciaba y él veía las primeras escenas de Tiziana interpretando un papel en la pantalla grande.
—Sí... ¿No lo sabías? Está hermosa, ¿no?
—¿Por qué me haces esto, Silvia?
—Porque ha pasado demasiado tiempo, yo creí que ya la olvidaste —respondió ella encogiéndose de hombros—. Ella y ese chico tienen una especie de algo —añadió como si nada.
—¿Una especie de algo?
—Sí, no son novios, pero están saliendo desde hace tiempo, se están conociendo —dijo Silvia—. Es lindo, pero...
—No quiero escuchar más.
—¿Te das cuenta lo que dejaste ir? Todo por tu estúpido orgullo —susurró Silvia.
—No quiero hablar más. Concéntrate en tu película y ya… —insistió.
—No quieres escuchar, no quieres hablar, solo quieres ¿qué? Destruir tu vida... por orgulloso y egoísta...
—Yo no podía darle nada... ¿Por qué no lo pueden entender? Solo quería lo mejor para ella... que sea feliz con alguien que de verdad pueda hacerla feliz...
—Ella solo quería tu amor, quería ser feliz contigo, te quería a ti.
—No se puede vivir del amor… No pretendo que lo entiendas.
—No. Lo que no se puede es vivir sin amor Diego, te convertiste en una sombra de lo que eras antes y debes admitirlo —dijo ella y se calló para ver la película.
Diego la vio en la pantalla besando a ese chico, como antes lo había besado a él, cerró los ojos y lloró por dentro, lloró en silencio. Silvia tenía razón él era una sombra, una triste sombra de alguien que no supo amar ni dejarse amar. Recordó la vez que juntos habían visto aquella película, había pasado demasiado tiempo, demasiado...
Salieron del cine y fueron a comer algo en silencio, a Diego le dolía haberla visto, había tratado de vivir como si no existiera, aunque en realidad nunca había dejado de existir dentro de su corazón, pero verla ahí, en tamaño real, tras aquella enorme pantalla... le había recordado todo.
Silvia notó la tristeza de su hermano y lo tomó de la mano. El la abrazó, no hablaron mucho durante la cena.
Iban de camino a la casa en el auto, cada uno sumido en sus pensamientos, cuando Silvia comenzó a marearse.
—Diego —dijo Silvia mirando a su hermano.
—¿Sí? —preguntó él saliendo de sus pensamientos.
—Me siento mal, ¿puedes detenerte? —preguntó.
Diego detuvo el coche a un costado de la calle y Silvia abrió la puerta para vomitar.
—¿Te sentó mal lo que comimos? —preguntó Diego acariciándole la espalda.
—No lo sé, Diego... Llevo días con mucho dolor de cabeza y mareos…
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó alertado.
—Porque no quería darte ningún problema, no tienes tiempo y estás con muchas cosas —susurró incorporándose con dificultad. De pronto se sentía muy cansada.
—Eres una tonta, Silvia, no puedes callarte esas cosas. Nos vamos al sanatorio ahora mismo.
—¡No! —exclamó. Vayamos a casa, no es nada, por favor… —insistió.
—¿Estás segura? —pregunto él.
—Sí... lo estoy, ya me siento mejor —mintió.
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