Ya había pasado una semana desde que Wyatt me había dicho que tendríamos que partir en cuatro semanas a Transilvania y eso me ponía nerviosa ¡Por dios! Conocería a millones de vampiros, eso me ponía alegre porque conocería a vampiros reales y eso era maravilloso, pero a la vez me ponía nerviosa por lo que pudiera pasar mientras estuviéramos allá.
—¿En qué tanto piensas? —pregunta Nate a mi lado. Como le había prometido el otro día, salimos a dar un paseo. Aunque no fue el viernes que iría, si no cinco días después de. Estamos admirando el maravilloso atardecer en una cálida playa, muy romántico, si, lo sé.
Caminaba con los pies descalzos en la arena. Me dolía los pies así que decidí quitármelos, era reconfortante sentir la húmeda arena colarse entre mis dedos de los pies.
Suelto un suspiro agotado —Solo en qué sucederá ahora. Tengo miedo de que pase algo y sus padres no me acepten…
—Ellos no son monstruos, Nesrin. —cortó tajante—, no te comerán, solo son directos y honesto, si te odian o no les gusta algo de ti te lo dirán a la cara sin rodeos, pero no creo que lo hagan, eres una chica muy dulce además de atractiva y caes bien desde el principio, creo que mi madre te adorará, pero mi padre… es algo difícil de convencer, también es muy frío. —dice con tono triste—. Pero no te preocupes por eso ahora. —sonríe.
Elevo una ceja, aparentemente divertida —¿crees que soy dulce y atractiva?
Nate se sonroja violentamente y aparta la mirada avergonzado. ¡Qué tierno!
—Solo digo la verdad. —balbucea.
—No pasa nada. —sonrío abiertamente.
Nos quedamos un tiempo en un cómodo silencio. Adoraba estar con el, era muy buena compañía.
—Entonces… ¿sales con mi hermano? Los veo muy juntitos últimamente. —dice esbozando una deslumbrante sonrisa llena de afecto.
Ahora era mi turno de enrojecer. Siento mi cara arder de la vergüenza —Eh… yo… sí, salgo con el desde hace una semana.
Una repentina tristeza adornó el dulce rostro de Nate, pero así como apareció, desapareció.
Fruncí el ceño con confusión pero no dije nada y cambiamos rápidamente de tema.
Hablábamos alegremente hasta que una grandísima ola se formó y me golpeó llevándome con ella, solo a mi ya que yo me encontraba a su lado, y tampoco tuve el tiempo de reaccionar y alejarme, pero Nate si, ahora se estaba riendo a carcajadas de mi mala suerte.
—¡Cállate, idiota! ¡por tu culpa ahora estoy empapada! —le grito molesta, pero solo el sigue riendo ignorándome por completo.
—¿Por… por… qué…? —no logra articular ninguna palabra coherente gracias a su estruendosa risa.
Cuando intento pararme y ya casi llego a la orillo otra ola llega volviéndome a tumbar, y así pasa alrededor de unos cinco minutos. Las olas tumbándome, yo cayendo y Nate riendo. Bravo.
—¡Ven a ayudarme grandísimo idiota! —le grito aun molesta, o quizás más que antes.
—Bien, bien, solo no me muerdas ni me grites cuando llegues a la orilla. —junté las cejas y aplané los labios ¿ahora estaba comparándome con un animal? ¿por qué rayos lo mordería?
Cuando se acerca a ayudarme, solo mojando un poco sus pantalones, miro hacia atrás y veo una ola aproximándose hacia nosotros.
Una sonrisa maliciosa se forma en mi labios y miro por el rabillo del ojo a Nate observándome desconcertado y sin entender nada. Cuando la ola se acerca con todas mis fuerzas lo empujo hacia la ola y yo me salgo lo más rápido que puedo.
El se levanta y aún sin entender nada me da una mirada curiosa y luego abre los ojos como platos. Se voltea y ve la ola aproximarse e intenta alejarse pero ya es demasiado tarde. La ola se lo lleva y yo me río maliciosamente. Mi plan a funcionado.
Cuando Nate regresa todo empapado de agua me da una mirada asesina y dice:
—Si no fuera porque no estaba utilizando mis poderes lo hubiera previsto. —gruñe. Oh, si los poderes, lo había olvidado, pues estoy de suerte.
Sonreí victoriosa —Dicen que la venganza es dulce, príncipe. Y yo de verdad lo estoy saboreando. —hago una reverencia y me alejo para acercarme al auto.
Lo miro con expresión divertida al ver que no se acerca. —¿Qué sucede? ¿no quieres empapar de agua su auto, príncipe? Si desea puedo conseguir una toalla para colocarla en el puesto y se siente sin empaparlo ¿qué dice? —lo miro y sonrío inocentemente.
Nate de pronto sonríe arrogantemente. Mi corazón pega un brinquito, oh, quito corazón, no te me vallas a salir, es solo una dulce y arrogante sonrisa de Nate, además, es preciosa ¡¿pero qué digo!? A vaya, ya estoy delirando y hablando con mi alocado corazón.
Nate sigue sonriendo —¿en serio? No me vendría mal.
Ruedo los ojos, sonriendo abiertamente. —Lo que diga, príncipe. Sube al auto.
El niega riendo —Mandona.
—Idiota.