Han pasado dos días desde que cambié mi número, pero por apego emocional guarde el anterior. Dicen que cuando te arden las orejas o estornudas es porque alguien está hablando mal de ti y de ser cierto se han de haber juntado en un solo lugar, porque parece que me dará un resfriado atroz.
—¿Estás bien? Tienes un semblante que da miedo. — suelta mi amigo Estuardo con... "delicadeza"
—Ni que lo digas, me siento fatal. Añade que aparte que me siento como me veo, me duele todo el cuerpo. Te juro que estoy pensando ir con el doctor de seguir así.
—Magaly, el estrés va a acabar contigo, descansa uno o dos días, por lo menos para darle algo de descanso a tu organismo. —Replica.
—Lo haré en la luna de miel, te lo prometo.
No recuerdo haber hecho o dicho algún chiste para que soltara sonora carcajada, aunque cuando recobró la compostura me doy cuenta del porqué.
—Amiga mía, te puedo apostar sin temor a perder, que "eso"—hace comillas con los dedos" — de descansar en la luna de miel es lo que menos harás. —suelta explotando de nuevo en carcajadas.
No puedo verme la cara, pero si siento como el calor de la vergüenza me invade súbitamente. Y aunque intento replicar su argumento solo termino hundiéndome más en sus burlas.
Cuando deja de reír, me cuenta que mi papá le ha buscado para enviarme un mensaje. Y acá es donde entiendo que aún el árbol genealógico debe podarse. Y es que como no han logrado que les acepte las llamadas, han buscado como obligarme a llamarles o buscarles.
—Don Julio llegó a mi casa —inicia — ¿Sabes que quería? Que le diera tu nuevo número, porque aún hay muchos familiares tuyos que quieren confirmar su inasistencia a tu boda. ¿Se estará deschabetando tu papá? Creí que querían asistir.
—¡¿Ah sí!? Espero no se lo hayas dado. Necesito tener paz mental estos días. El trabajo me tiene agobiada junto a este resfriado.
—¿Cómo vas con los preparativos? Ha de ser muy triste no tener la ayuda de tu familia o su apoyo —y allí va, enterrando el dedo en la herida.
—Todo bien Tato. Y no, no me siento triste por no tener apoyo de ellos. No los necesito.
¿A quién quiero engañar? Estoy nerviosa, ansiosa y lo que le sigue y no tengo a quien pedirle que me haga olvidar mi situación.
—No te pongas así, es la realidad. Pero no todo está perdido ¿cierto? Tienes a tu tío, el hermano de tu mamá, que estará contigo ese día para llevarte hasta el altar.
No respondí a su comentario, porque también mi tío querido había preferido estar con mi hermana.
Terminé la semana enferma y exhausta, no había podido hablar o ver mucho a Henry, pues también estaba teniendo mucho éxito estos días en su negocio. Cualquiera llega a pensar que uno de los dos podría llegar a arrepentirse de casarse, en lo personal, no lo soportaría. Con esos pensamientos rondando mi mente termino rendida en mi cama.
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«La alarma no sonó, y llegué tarde a mi trabajo. Solo espero terminar a tiempo para recoger a Keny. Sara, la asistente que me fue asignada ingresa eufórica al salón donde me encuentro.
—Magaly, te traje un sandwich. Sospecho que no te dio oportunidad de desayunar en casa, ¿cierto? —habla segura de que lo que ha dicho es verdad.
—Gracias Sara, apenas pude dejar a Keny en la guardería. ¿Me ayudarás a preparar su fiesta de cumpleaños?
—¡Claro! Sabes que haría lo que fuera por Keny. ¿Sabes quién vendrá para esa fecha? Su ahijado. Escuche a doña Carmina comentarselo a su hija. —espera mi reacción a esto.
—Ya te dije que dejes de estar escuchando conversaciones ajenas. Además tiene muchos ahijados, es obvio que invitará a algunos.
—¿Y si te dijera que no es cualquier ahijado? —como no obtiene respuesta de mi parte, continúa —aunque no quieras saber te diré, es nada más y nada menos que Henry.
Mi corazón da un vuelco ante la mención de ese nombre. En mi estómago se instala una sensación de desasosiego que no podría describir qué significa. Esto no me puede pasar a mi. Desde que se marchó hace dieciocho meses no supe más de él.
Quedan seis días para el gran día, mi pequeña Kenya cumplirá su primer año. He venido preparando su fiesta desde hace dos meses con ayuda de su madrina... doña Carmina. Voy tan absorta en mis pensamientos que no me percato que más adelante se encuentra Henry en un grupo de hombres obstruyendo el paso. Al pasar junto a ellos escucho la voz de Henry decir...
—Malditas mujeres moscas muertas, las dejas solas un momento y te salen con una nueva relación con un pendejo Keny.
—Cállate Henry —escucho que alguien lo calla.
—¿Por qué callarme? Si es la verdad, sino ve a Magaly. Tan decente que se veía cuando estaba conmigo y vela ahora, en otra relación y no se tomó la molestia de terminar conmigo primero.
¿Pero qué diablos dijo? Ah no, esto no lo dejaré pasar.
—¿Es conmigo el asunto? —el muy desgraciado solo se ríe.
—Si te queda el guante.... —responde el infeliz.
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Editado: 22.11.2024