Médicos, enfermeras estudiantes practicantes en medicina, transitaban por el pasillo de la planta baja. Parecían que practicaban para la maratón de carreras; todos corrían de un lado a otro, ocupados con sus respectivos pacientes; a cada momento entraba al hospital algún herido o un enfermo con alguna complicación. Papá no dejaba de sonreír de vez en cuando, tratando de ocultar su rostro ante mi presencia.
Carlos no dejaba de parlotear como una guacamaya, al lado de Rosa con un ánimo que no le conocía; estábamos a pocos pasos, por llegar al ascensor. Carlos se le ilumino la cabeza, con la brillante idea de subir por las escaleras hasta el cuarto piso; en el caso que el ascensor estuviese fuera de servicio. Rosa y yo le reprochábamos el descaro de hacernos subir ese montón de escaleras, papá se reía de lo perezoso que suelo ser para el ejercicio; el monto de escaleras por subir, dejaría a Rosa y a mi sin aliento, estaríamos perdiendo bastantes calorías.
Carlos presiono el botón para abrir las puertas del elevador, exploré el lugar donde estábamos parados como si fuera algo nuevo para mí; me distraje al ver un hombre ingresar con un niño en sus brazos. Las puertas del ascensor se abrieron, esperábamos que salieran los enfermeros que ocupaban el ascensor, yo todavía seguía distraído al ver aquel hombre con el niño en brazos, desesperado buscaba alguien que le salvara la vida; una señora ingreso corriendo, tenía los tacones en las manos, su maquillaje estaba arruinado por las lágrimas; detrás entro una chica desesperada gritando por ayuda para su hermano.
Rosa entro al ascensor, adentro todavía seguían los dos enfermeros, seguía viendo aquella escena de los padres por salvar la vida de su hijo; papá me llamo más de una vez tratando de llamar mi atención, sentí que había visto aquella chica en alguna parte, como si tuviera alguna conexión en especial; que es difícil de explicar con simples palabras. La desesperación de los padres y de la chica me preocupaba bastante; una parte de mí no soportaba verla así destrozada. Por más que trataba de rechazar lo que mis ojos veían, una parte de mí no podía ignorar este sentimiento de preocupación, y otros más, que no tenía forma de explicar con palabras.
Carlos se enteró de los pacientes que ingresaron al hospital con el niño en brazos, dijo algo en voz baja que no le alcance a escuchar. Rosa seguía dentro del ascensor, esperando a que entráramos; los enfermeros con impaciencia se miraban las caras de ofuscación, esperando que uno de nosotros tomara la decisión de poner un pie en el ascensor. Rosa ni los enfermeros podían ver, lo que nosotros presenciábamos; Carlos se dio la vuelta para quedar de cara con Rosa.
—Rosa acompáñalos a la habitación de Lina, yo me quedare con el niño de la semana anterior— Rosa entendió lo que Carlos le estaba diciendo, sin pensarlo dos veces salió del ascensor; arrastré a papá del brazo hasta el interior de este, adentro los enfermeros respiraron tranquilos la desesperación desapareció de ellos dos, por poco no daban espera a nuestras entradas.
Presioné el botón del cuarto piso, observé las puertas cerrándose. Carlos y Rosa corrieron hasta donde se encontraba el hombre con el niño en brazos, la señora lloraba sin consuelo; mis ojos solo estaban fijos en la chica, esos ojos cafés iguales a los del sueño. El silencio reinaba en el ascensor solo se escuchaba las voces de los médicos; hablando de no sé qué términos médicos. Papá rompió la afonía que nos rodeaba, haciendo propuestas de ir a diferentes lugares en familia, mi cuerpo estaba en el ascensor; pero mi mente viajaba a otra dimensión perdido en la mirada de aquella chica.
—Arango, ¿me estas prestando atención? — mi mente seguía divagando, no lograba sacarme de la cabeza esa tristeza que reflejaba en su cara aquella chica, los labios de papá se movían sin parar; solo observaba un punto fijo como si pudiera atravesar las puertas con la mirada. En un momento creí tener unos de los poderes de Superman, usar visión de rayos x.
—Despierta Arango— papá me sacudía con fuerza, los enfermeros nos observaban sorprendidos por la escena que acababan de presenciar, de esa forma logre aterrizar a planeta tierra. —Planeta tierra llamando a Arango— no falto mucho para que uno de los enfermeros soltara la risa, el otro enfermero le siguió contagiado de la misma risita, me enrojecí de la vergüenza; deseé con todas mis fuerzas que el suelo del ascensor se abriera y que al tocar tierra esta me tragara.
—Ah ¿Qué dijisteis papá? — mi cabeza estaba en un desorden de pensamientos que no lograba coordinar, los enfermeros volvieron a retomar de nuevo sus conversaciones con palabras extrañas. —Hace rato te dije que, si quieres acompañarnos al cine a ver una película; pero primero vamos al restaurante a comer—. En ese momento que abrí la boca; para decir algo, las puertas se abrieron. Encontrándonos con Carlos y Rosa esperándonos, tenían la respiración agitada como si corrieran varios kilómetros, los dos enfermeros que estaban detrás de nosotros nos tacaron los hombros llamando nuestra atención.
—Perdón— hablo uno de los enfermeros, de cabellos rubios —¿Podemos pasar? — les dimos espacio. En la salida retomaron la misma conversación; es como si hablaran en otro idioma.
—Esperen un momento por favor, tomo un poco de aire; creo que necesito una enfermera— decía Carlos mientras trataba de tomar oxígeno para sus pulmones, la falta de oxígeno le estaba afectando la cabeza. Ni hablar de Rosa, estaba peor que Carlos trataba de pronunciar una palabra sin que se le notara el agotamiento; su voz se escuchaba entrecortada como tratando de tomar bocanadas de aire con cada palabra que pronunciaba; papá y yo nos miramos las caras confundidos, sin saber que decirles, pero eso no es todo nos quedamos atónitos, con la discusión que empezaron delante de nosotros.