Mamá no había pronunciado ninguna palabra durante toda la explicación que Maggie le dio sobre la situación con Thomas. Al escuchar lo poco que sabía no podía sentir nada más que rabia al enterarme que mi padre era un completo mentiroso.
Después de unos minutos, Juliette se percató de las lágrimas contenidas en mis ojos y no hizo más que abrazarme y decirme que todo estaría bien. Llorar apoyada en su hombro como una niña pequeña me ayudó a desfogar un poco los sentimientos encontrados, cuando recuperé la voz, le pedí adelantar mi regreso a San Diego y ella no se negó.
Al terminar de hablar de la vida desconocida de mi padre y alistar mi pequeña maleta con las pocas cosas que había llevado a ese viaje, el novio de la tía Maggie se encargó llevarme al aeropuerto. No sabía si en el camino habían intercambiado palabra alguna, ya que solo había estado viendo la nada a través de la ventana, desconectándome de todo.
Me sentía perdida.
Llegando al aeropuerto, me registré rápidamente y a los pocos minutos hicieron el llamado de mi vuelo. Me despedí de las tres personas que habían ido a dejarme. Le di un último abrazo a mamá, que había decidido regresar a San Diego en la fecha que su boleto lo decía.
Me hizo saber que podía quedarme en casa de los tíos o podía ir donde alguna de mis amigas si es que no quería estar sola.
Todo se sentía irreal. No podía sentirme como una simple mentira, como si nada de lo que hubiera vivido en mi corta vida hubiese sido real.
Subí al avión donde no podía dejar de pensar en una sola cosa: papá nos había engañado por diecisiete años y no sabía que era lo que más sentía en ese momento. ¿Odio? ¿Dolor? ¿Pena? No lo sabía.
Lo único que sí sabía, era que no quería que él volviera, aunque dudaba mucho que se atreviera a hablar conmigo después de verlo junto a su esposa e hija.
* * *
Había llegado a San Diego sin ningún cartel de bienvenida o simplemente alguien esperándome allí. Ni mis primos o tíos sabían que había llegado antes de lo esperado. Ciertamente lo preferí así, no quería pasar por sus miradas curiosas y las ganas que se aguantarían de preguntarme qué había sucedido.
Decidí llamar a Mery con la esperanza de que me acogiera en su casa por dos noches y, para mi buena suerte, me dijo que podía quedarme con ella.
En su casa no había nadie y poco me importaba si alguien se encontraba ahí, por lo que después del abrazo de bienvenida que me dio, empecé a llorar como no lo había hecho frente a mi madre y Maggie. Había logrado contenerme con ellas y finalmente había llegado el momento de desahogarme.
—Jess, ¿qué sucede? —preguntó Mery, mientras me llevaba hacia su habitación sin dejar suaves caricias en mi espalda.
Moví la cabeza de un lado a otro, incapaz de articular palabra alguna, mientras más y más lágrimas corrían por mis mejillas. Vi a Mery buscar algo entre sus cajones y cuando lo encontró, me tendió una caja de pañuelos.
—Dime que tienes, ¿acaso tú amiga o tú ex volvieron a llamarte? —sonreí porque hubiera querido que fuera eso. Habría sido más fácil lidiar con ellos que con la mentira que había estado viviendo.
—No, no sé nada de ninguno de ellos. Los bloqueé —le respondí con la voz entrecortada—. Mi papá...
Mencionarlo dolía tanto como la vergüenza de hablar de la película en la que se había transformado mi vida gracias a mi progenitor. Las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas y caían sobre la tela de mi pantalón, intenté tomar un poco de aire para intentar tranquilizarme porque no quería volver a tener el inicio de un ataque de ansiedad.
Trataba de asimilarlo, pero aún no podía. Mi parte negativa me decía que quizás nunca lo lograría.
—Papá engaño a mamá —susurré, y esperaba que ella hubiera escuchado.
— ¿Qué? —lucía incrédula—. ¿Viste o escuchaste algo? No es bueno que saques conclusiones por algo que malinterpretaste, quizás es solo un malentendido.
Lo negué con una sonrisa triste en mis labios porque en verdad hubiera deseado que aquello fuera un simple malentendido, pero esa no era mi realidad. Empecé a contarle todo lo que había descubierto por mi cuenta y lo que Maggie me contó. Mery escuchaba atenta todo lo que le decía. Había momentos en los que tenía que detenerme, el dolor seguía presente y lograba que haga pequeñas pausas para limpiar mis lágrimas, además de tratar de respirar sin llegar a ahogarme.
—Jess la verdad no sé qué decirte —me dijo al fin—, sólo sé que puedes contar conmigo para lo que sea, porque para eso están las amigas —me sonrió, dejando suaves caricias en mi cabello.
—Gracias, Mery.
El resto de la tarde Mery intentó distraerme con una maratón de las películas de Harry Potter. Mamá llamó y le aseguré que estaba bien. Madison —la madre de Mery—, se unió a nuestra noche de películas y —a pesar de pasar disimuladamente su mirada sobre mis hinchados ojos— no me preguntó nada al respecto, se lo agradecí mentalmente.
* * *
Por la mañana traté de disimular el intenso tono rosado que habían adquirido mis párpados con un poco de maquillaje y logré hacerlo, aunque no en su totalidad. Quise quedarme más tiempo en casa de Mery, pero tuvieron visitas familiares inesperadas y terminé despidiéndome de ella al mediodía, asegurándole que estaría bien sola en casa, pero si necesitaba algo, la llamaría.