Prefacio

Le dolía la cabeza, no recordaba con exactitud por qué rayos había bebido tanto, pero no quería abrir los ojos.

No tenía las fuerzas ni las ganas para eso sin embargo aquí me encontraba, sufriendo las consecuencias de una noche de tragos con algunos colegas del trabajo.

Por suerte y para su suerte era sábado, y no tenía por qué ir al trabajo.

Se removió en la cama, desconociendo la hora, pero qué más daba, era bueno en su trabajo y era bueno en su… bueno, eso realmente no lo podía asegurar, jamás ha sido responsable de las cosas que hacía, siempre sucedía algo y solía ser algo estúpido.

—¡Maldición!

Levanto las manos a la altura de la cabeza, frotándose las sienes, el dolor de cabeza era insoportable y haberse siquiera levantado un milímetro, había provocado que dicho dolor aumentara.

—Necesito un buen café.

Se vistió   con   apenas   los   pantalones   y   como   a un moribundo salió directo a la cocina, con solo una idea en mente.

“Mandar a la mierda todo”.

Su mala suerte fue que la luz del sol atravesó los cristales de su pequeño departamento y fue como un golpe en seco directo a su cruda y a su visión, fue tan inesperado que termino chocando con uno de los muebles, justo y directamente en el pie.

El dolor le hizo maldecir y refunfuñar como nunca.

Sabía que tendría que prepararse un café cargado si quería sobrevivir el día. Aunque claro, sabía que no le haría ningún bien pero si preferiría morir que fuera por ese medio.

Había empezado la mañana como una de las peores en toda su vida y no había duda de que había hecho algo estúpido la noche anterior, solo, que por ahora, no lo recordaba.

Ya tendría tiempo para preocuparse o simplemente dejarlo   en   el   olvido,    lo    primero    que    surgiera,    y se puso manos a la obra para volver tan pronto como pudiera a la cama.

Sin embargo, Joel Ferreira sintió que algo dentro de él, había cambiado, aunque no tenía ni la más remota idea en qué momento fue ese cambio.