Ya pasaron cuatro días y creo que los estudiantes ya se rindieron. No hay nada que podamos hacer para salir, el clima no depende de nosotros. En estos momentos necesitaría que los superhéroes sean reales.
Le pedimos a la directora que encendiera la pantalla grande para ver el reporte del clima.
– Nos encontramos nuevamente aquí para traerles unas noticias para nada agradables. La tormenta se volvió una helada y todo estará bloqueado hasta que hayan concurrido cuarenta días. Lamentablemente no podrán salir de los lugares donde se encuentran por seguridad, desconocemos las causas climáticas que están aconteciendo. Les iremos informando sobre la situación. Claramente nosotros también estaremos atrapados aquí.
En otras noticias... – apagan el proyector.
– ¡¿Cuarenta días?! ¡¿Acaso afuera está la mismísima peste negra?! ¡Yo me largo! – la directora se acercó al alumno y lo sujetó con fuerza del brazo para que no se fuera.
– Nadie se va a ir. Comprendo completamente su desesperación, pero no podemos salir, todos escucharon el pronóstico, hay una helada. Los vehículos están congelados y no trajeron ropa lo suficientemente abrigada para salir y enfrentar ese nivel de frío. Por favor, mantengan la calma mientras reviso con los tutores la cantidad de comida que tenemos.
Nada más decir esas palabras, todos hicieron caso omiso a la parte de "mantengan la calma". Comenzaron los gritos, algunos lloraban, los que consiguieron que su batería durara, estaban haciendo llamadas; se creó un alboroto incontrolable. Tengo que salir de aquí.
Bajando las escaleras resbalé y tropecé, caí por los últimos tres escalones. Lastimé mis rodillas ¡Buena manera de tomar un atajo en las escaleras, Jaeny! Me puse de pié, pero al dar el primer paso, un dolor punzante en la rodilla me impidió seguir, provocando otra caída que acabó por golpearme la nuca contra un escalón. ¿Cómo voy a subir las escaleras ahora? Podría gritar si no me doliera tanto la cabeza. Haré el intento.
– ¡¡Ayuda!! ¡¡Por favor, alguien!! ¡¡Me lastimé la rodilla, no puedo subir!!
Estuve gritando así durante unos quince o veinte minutos; recosté la cabeza en la pared agotada de insistir. El sueño está venciéndome; cierro mis ojos un momento.
– ¿Hola?
– ¿Respira, verdad?
– Claro que respira, idiota. Ayúdame a levantarla. – Tengo los ojos entreabiertos y escucho su conversación.
– ¿No es la hermana de Montgomery?
– ¡Tienes razón, es ella! – El chico se emocionó como si tuviera frente a él la superestrella del momento.
– Tampoco te emociones, que el tipo ese nos parte la cara si nos ve llevando a su hermana casi inconsciente.
– Es verdad, quizás debamos dejarla aquí. – suelta mí brazo izquierdo decidido a dejarme. – Vamos, hermano, no quieres que ese tipo te parta la cara; te operaste la nariz el año pasado.
– Cuando tienes razón, tienes razón. Pero, ¿La vamos a dejar aquí? ¿No le avisamos a nadie? – entonces todo se puso negro.
–Por Dios, ¿Jaeny? Ven, Dustin, ayúdame. – siento que me levantan.
– Jaeny, ¿me oyes? Por Dios santo, despierta. Tiene la rodilla hinchada. Ve a buscar hielo, Marc, voy a tratar de llevarla arriba, podría tener una contusión.
– ¿Tú solo?
– ¿Crees que no puedo? Rápido vete. – recupero el conocimiento.
– ¿Dustin? ¿Ahora sabes primeros auxilios? – hablo con dificultad.
– Por el amor de Dios, pequeña Montgomery, casi me matas del susto. – nunca creí verlo tan preocupado – Imagina si llego al gimnasio contigo en brazos e inconsciente. Tu hermano me mata, menos mal que despertaste, me moría de miedo porque mí bello rostro quede desfigurado. – y volvió el Dustin Rosser insoportable y engreído que tanto detesto.
– Eres un presumido sin remedio.
– Y tú una torpe que no sabe bajar escaleras. – touché.
– Te golpearía si no tuviera un dolor insoportable de cabeza. No puedo siquiera pensar insultos para ti.
– De acuerdo, sujetate. – me agarró las manos ayudándome a incorporarme. – Bien, sube a mí espalda.
– No tengo cinco años.
– ¿Qué creías? ¿Que iba a levantarte en brazos como si fueras una princesa?
– No, pero...
– Tienes un golpe en la rodilla que dudo que te permita subir sola. Además, no veo que tengas opción. ¿Quieres volver al gimnasio o no?
– Sí.
– Entonces deja de quejarte y sube a mí espalda. – pongo los ojos en blanco, pero accedo.
– ¿Crees poder subir dos pisos conmigo encima?
– ¿Crees poder callarte y no cuestionar todo? – a veces (siempre) es insosportable. – Gracias.
Subió los dos pisos con una facilidad envidiable. Al llegar, me llevó con mí hermano. El rostro de Jake parecía pálido por un instante, abrió los ojos como platos y corrió hasta nosotros.
– ¡¿Qué le pasó?! ¡Si le hiciste algo, Rosser, te juro que yo...!
– Oye, oye, relájate, Montgomery, – lo interrumpe – no le hice nada a tu pequeña hermanita. Por algo la traje ¿Me crees capaz de lastimar a Jaeny? En serio, Jake, sabes que nunca lo haría.
– Tienes razón, lo lamento, Dustin, lo dije sin pensar. Es que la ví así y... contigo y... No voy a justificarme, hermano, lo siento. – le da unos golpes suaves en el hombro.
– Tranquilo, Jake, te entiendo. Yo también me hubiera violentado de esa forma si habría visto a mí hermana así. – me deja caer en el suelo y no puedo evitar poner una cara de dolor al apollar la rodilla. – Creo que tus escapes del gimnasio se acabaron. – lo golpeo en el brazo, se queja y Jake ríe.
– Dustin tiene razón, claramente no sabes bajar las escaleras. – también lo golpeo – ¡Oye! Soy tu hermano mayor, deberías demostrarme respe... – volví a golpearlo.
– Creo que otro es el que debe aprender a respetar. – exclama Dustin entre risas. Pongo una cara de orgullo inevitable. – Pero que no se te suban los humos, pequeña Montgomery, recuerda que tuve que ayudarte a subir las escaleras.
– Sí, luego te doy tus zanahorias, caballito. – su sonrisa se borra y aparece la de mí hermano.
– ¿Te dejaron sin palabras, Rosser?
– Como sea. Mantén a ésta mocosa lejos de las escaleras; no soy burro de carga de nadie.
– Fuiste el mío. – me lanza una mirada asesina y se pierde entre la gente.
– Así que, ¿Tienes un nuevo caballo?
– Cállate.
– De acuerdo, – habla entre risas – lo siento. Te iré a buscar hielo, siéntate.