Ya ha pasado una semana. Intentan no demostrarlo y no enloquecer, se suponía que nos iríamos hoy, pero la naturaleza tenía otros planes. ¿Quién sabe? Quizás el destino es el que nos quiere mantener aquí por alguna razón.
La directora encontró un viejo equipo de música con buenos parlantes y algunos CD's que los chicos fueron llevando a lo largo del año. Habían canciones en inglés, algunas de Imagine Dragons, las cuales canté a todo pulmón, obviamente. Hasta que comenzó la tanda de canciones sad y todos se pusieron melancólicos.
Ví algunas chicas llorando y otros chicos que miraban un punto fijo en el techo por no llorar frente a sus amigos. Detesto que le pongan género a las cosas que son normales del ser humano, ¿por qué si un hombre llora es débil? o cuando están peleando cuerpo a cuerpo dicen la típica frase "golpeas como niña", estoy segura de que muchos no saldrían ilesos en una pelea cuerpo a cuerpo conmigo. Además, llorar hace que los chicos se vean tiernos ¡A partir de ahora quiero a todos los hombres llorando!
– ¿Pensando, hermanita? – ¿Se notó demasiado?
– Un poco. Parece que soy más obvia de lo que creí.
– Haces expresiones extrañas y exageradas. Como si estuvieras dando un discurso mental. – odio que me conozca tan bien. Arrastró su mochila para sí, la acomodó bajo su cabeza con un abrigo para que sea más cómodo y se dedicó a lanzar la pelota una y otra y otra y otra vez.
Todavía hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza, y, que ahora suenen canciones de Ed Sheeran, sólo aumenta mis ganas de analizarlo todo. No pierdo nada con preguntar.
– Jake, ¿crees en el destino? – mí pregunta lo distrajo y, la pelota de tenis que estaba lanzando, le cayó en la frente.
– ¡Auch! – se quejó mientras se masajeaba la frente con la palma de su mano. – ¿A qué viene esa pregunta?
– No lo sé, sólo surgió.
– Bueno, no creo en él. – hace una pausa para levantarse – Pero no lo descarto.
– ¿A qué te refieres con "no lo descarto"?
– No lo sé, sólo surgió. – me guiñó el ojo izquierdo, me dedicó una sonrisa y se fue con su grupo de amigos.
No lo descarto... Buena forma de evitar mí pregunta, hermano.
La maestra de filosofía encontró un CD de rock and roll y todos se pusieron a bailar, incluyendo los profesores. Parecía un baile escolar y de pronto todo se normalizó, era como si por unos minutos olvidaron lo que sucedía afuera, el estar encerrados; sólo eran ellos mismos, bailando y riendo, ojalá se hubieran visto.
Ví a Dustin pasar hacia el lado de los vestidores, tomé mis muletas y aceleré el paso para alcanzarlo.
– ¡Dustin! ¡Dustin, espera! – se giró hacia a mí y comenzó a caminar en la dirección contraria a la que se dirigía.
– Lo siento, Jaeny, no sabía que ibas detrás de mí. Hubiera parado. ¿Sucede algo?
– ¿Crees en el destino? – creí que iba a insultarme por molestarlo con esa pregunta, pero al contrario, se puso a pensar una respuesta.
– Creo que hay algo que nos pone donde debemos estar. Ya sea universo, destino o Dios. Piensa esto. Si no hubiera tanta contaminación, no habría surgido la tormenta; si no surgía la tormenta, no nos hubiéramos quedado encerrados aquí. Si tú no hubieras bajado tan rápido las escaleras, no hubieras tropezado y tampoco tendrías la rodilla lastimada. – me paré a analizar cada una de las conexiones que hizo. Increíble. Parecía todo un filósofo. – ¿Qué sucede? ¿Te sorprende que pueda dar una respuesta más allá del "no lo sé"?
– No voy a mentirte, sí. – puso las manos en su pecho e hizo una expresión de dolor, como si mis palabras lo hubieran herido – ¿Desde cuándo... – me interrumpe para completar la oración.
– ¿Soy tan filosófico y calculador?
– Exacto. – ríe y agacha la cabeza.
– Hay muchas cosas de mí que no sabes... – ésta vez soy yo la que interrumpe para completar la oración.
– Pequeña Montgomery. – sus ojos se iluminan y sonríe.
– Veo que ya lo has entendido. – sin decir más, se dió la media vuelta y retomó su camino. ¡¿Entender qué?! ¡Dustin a veces me estresas demasiado!
– ¡Maldito cliché! – ¿Acaso dije eso en voz alta? Miro a mí alrededor, todos me observaban. Creo que sí fue en voz alta.
El profesor de informática encontró una caja de cosas que sobraron del baile de otoño; un par de luces, unas decoraciones, algunos ajustes y voilà, teníamos un intento de baile de graduación o invierno o lo que sea. Dos estudiantes destacados en informática se ofrecieron a ayudar: uno controlaba las luces, (cantidad de brillo; colores; encendido y apagado; etcétera) y el otro en la música. Bastante bien planeado para ser unos estudiantes atrapados en el colegio. Pasaron las canciones rápidas y bailables, y comenzó la lista de lentos. Sólo quedaron parejas, y algunos que bailaban sólos para bromear un poco con su triste vida amorosa y solitaria.
– Damisela, espero que no le resulte un atrevimiento de mí parte, pero me permite ésta pieza. – en frente mío estaba Jake tendiendo su mano como si fuera un caballero de elegante armadura.
– ¿Las chicas te rechazaron y vienes a buscar a tu pobre y desolada hermana menor?
– Me hieren sus palabras, mí damisela. Sabe que no existe una joven en éste reino que diga que no a un baile con éste magnífico caballero. He venido por el baile que le debo por su fiesta de cumpleaños. – es verdad, me lo debe. Cuando cumplí dieciséis, él enfermó y no estuvo en mí fiesta de cumpleaños.
– Bueno, debido a su insistencia, accederé. – Me puse de pié y dejé una de las muletas en la pared. Jake se acercó al dj y le pidió un vals, afortunadamente, encontró uno. Comenzamos a bailar y reírnos de su pésimo baile, no es que yo sea una profesional, pero no bailo tan mal como él.
La música terminó, Jake hizo una reverencia, yo igual, y volvió con su grupo de amigos.
Estaba ahí parada, en medio de la pista de baile, moviéndome al ritmo de la lista de reproducción de lentos. Fue entonces cuando comenzó a sonar Million Reasons y empecé a sentir unas ganas inexplicables de llorar. Un cúmulo de sentimientos me recorrió todo el cuerpo e intenté salir de allí. Caminando entre parejas, tratando de no tropezar, mí vista se puso borrosa y casi pierdo el equilibrio por un momento. Logré llegar a las escaleras, pero ¿cómo voy a bajar? El dj tuvo que correr al baño y la canción se repetía una y otra y otra vez. De nuevo empezó.
Estando ahí al pié de la escalera, me dí cuenta de que era demasiado complicado bajar. Rendida, me senté en un escalón y dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas.