Cuarentena

Dustin

— Si quieres puedo ir y ayudarte con la tarea. Es bastante. — Estoy tratando de convencer a Jake para que me deje ayudarlo; ha estado muy enfermo últimamente, odiaría enterarme de que se atrasó sabiendo que pude haber hecho algo para impedirlo.
— Sabes que no es necesario, hermano, en serio. Ya has hecho suficiente. — terco.
— Estaré allí a las cuatro. 
— De acuerdo. Gracias, Dustin.
— No hay de qué, amigo, para eso estoy. — estaba a punto de colgar, cuando noté que él seguía hablando. Devuelvo el celular a mí oreja para oírlo.
— ... Es castaño y tiene unos ojos color miel envidiables. — es la voz de una chica, parece adolescente. ¿Están hablando sobre mí? — Parece que lo conoces muy bien, ¿Verdad? — esa última frase parece haber sido dicha por una voz más madura; tal vez mujer joven, pero definitivamente es más mayor que la anterior. — No en realidad, nunca hemos hablado. Pero no me molestaría hacerlo. — la voz adolescente otra vez. — Es lindo... Muy lindo. — ¿Cree que soy lindo? Basta, Dustin, no te están hablando directamente. — Lo siento, chicas, dejé mí celular aquí... — Maldición, Jake. — Qué extraño... Dustin no colgó la llamada. ¿Hola? — ¡Se dió cuenta! Cuelga. Cuelga. Cuelga. Cuelga. En la desesperación, dejo caer mí celular y se estrella contra el suelo.
Muy bien, Dustin, ahora no tienes celular.

*Esa tarde en casa de Jake*

Estamos copiando la tarea de Historia Francesa haciendo pausas de cinco minutos para descansar un poco. La mamá de Jake nos dejó preparados unos muffins de mora azul que, debo admitir, están exquisitos.
Terminamos con historia y estábamos a punto de comenzar con matemática cuando pidió un descanso.
— Hablemos. No te veo hace una semana, ¿Qué hay de nuevo? — se recuesta sobre el sofá para escuchar lo que sea que tengo que contarle.
— Ahora que lo mencionas... ¿Puedo preguntarte algo?
— ¡Claro que puedes! Dime. — hace unas palmadas sobre el lado opuesto al que se encontraba para que yo me sentara.
— Solo son tú y tu mamá, ¿verdad?
— No, tengo una hermana menor.
— ¿Qué tan menor?
— Nos llevamos dos años de diferencia. 
— Es decir que, si nosotros tenemos dieciséis ¿ella tiene catorce?
— Parece que a alguien le está yendo bien en matemáticas. — me remueve el cabello como padre orgulloso. — ¿No la conoces? Puedo llamarla.
— Oh, no es necesa... — me interrumpe.
— ¡Jaeny! — alza la cabeza como si estuviera dirigiendo su voz hacia donde ella se encontraba. Luego me observa. — Se llama Janneth, pero no le agrada que le digan su nombre completo, y créeme que no quieres verla enojada ¡¡Jeany!! — grita aún más fuerte.
— ¡¿Qué quieres?! — una voz furiosa responde desde algún lugar en el primer piso.
— ¡Ven, Dustin quiere conocerte!
— ¡¿Quién rayos es Dustin?!
— ¡El nuevo integrante de los reyes magos! ¡¿Quién va a ser?! ¡Mí mejor amigo! ¡Deja de hacer preguntas y baja!
— ¡Estoy estudiando, tengo exámen de inglés mañana, no molestes! — Jake roda los ojos.
— Qué buena charla familiar; lo que me recuerda que mí mamá necesita que la ayude con las compras, y ya que no tengo celular para avisarle que iré más tarde, debo irme. — comienzo a recoger las cosas. Tengo el libro de Historia Francesa en mí mano, creo que tengo una idea. Dejo el libro sobre la mesa y cierro la mochila esperando que mí plan funcione.
Llegué a casa con ansias de que llegara el día siguiente; descubriré si el plan ha marchado a la perfección.

Ha finalizado la segunda hora del día y aún no sucede nada, creo que no soy buen planeador.
Me encontraba en mí casillero buscando los libros de matemática e inglés, cuando ella se acercó.

— ¿Dustin Rosser? — Janneth Montgomery. Cierro mí casillero y me recuesto sobre él, a las chicas les encanta cuando las observo así, pero veo que no surge efecto en ella. ¿Tendré algo en el rostro? 
— Para la policía soy Jack Workings.
— Bueno, no soy policía. — wow, sí que es fría. Intentaré romper el hielo.
— Menos mal, porque no ando con ánimos de dar declaraciones.
— Y yo no ando con ánimos de responder a tus idioteces. — touché —Toma, te olvidaste éste libro en mí casa.
— Imposible. Ayer estuve en casa de un amigo y no doy clases particulares de historia. 
— Ya lo sé, no quería tus clases tampoco. — Ok, eso no duele. Eso. No. Duele. — Tu amigo, es mí hermano. Mucho gusto. — la observo de arriba hacia abajo. — ¿Nunca has visto una mujer en tu vida o qué? — lo notó.
— Pero si tú eres demasiado pequeña para ser mujer. Así que eres la hermana de Montgomery.
— No soy pequeña. Y sí, sí lo soy. ¿Tienes algún problema con eso? — es ruda, me agrada.
– No, tranquila, pequeña Montgomery. Dustin Rosser, a tu servicio.
– No te molestes. Sé quién eres. – se da la media vuelta y regresa por donde llegó.

"Pequeña Montgomery"... Me gusta. Creo que la llamaré así de ahora en más. ¿Por qué estoy pensando en eso? Dustin, no. Frena ahí. No te puede gustar la hermana de tu mejor amigo, eso sería muy incómodo. Debes evitar a toda costa no pensar en esas largas y arqueadas pestañas; mucho menos en la forma que sus risos bailan al sentir el viento mientras ella se aleja; ni se te ocurra pararte a pensar en el hermoso tono de piel moreno y... Maldición. ¿Qué es lo que me sucede? ¿Por qué no sale de mí cabeza? 
Esto será un problema...



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En el texto hay: misterio, drama, amor

Editado: 15.04.2019

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