Cuentos de La Tata

Cambio de escuela

Han pasado tres meses desde que Marcela llegó al colegio. Lucía algo tímida y asustada en su primer día. Bueno, es normal, cualquiera lo está en su primer día de escuela luego de ser trasladado desde otra institución. Al parecer, sus padres le hicieron cambio de escuela, y la mandaron a esta ciudad a vivir con su tía, porque hubo problemas en el anterior colegio.

Cuando fue presentada en el salón, todos despertaron su curiosidad por saber quien era Marcela. ¿Y cómo no sentirla, si la chica es bonita, tiene un cabello sedoso y perfecto, y una agradable sonrisa? Ese primer día se ganó el corazón de algunos chicos, y la envidia de todas las chicas. Yo en cambio... bueno, para no entrar en detalles: me enamoré de ella.

He tenido algunas oportunidades de acercarme a ella, pero no sido capaz de tomarla. Así que he optado por admirarla y disfrutar de su belleza desde la distancia, como lo he hecho desde el primer día que la vi luciendo su uniforme azul a cuadros hasta este momento.

Ahora, la veo divertirse con sus amigas como si las conociera de toda la vida. Es bueno para ella que haya podido adaptarse. Juegan al "Avioncito". Consiste en lanzar una piedra a uno de los números que están dibujados en el piso encerrados en cuadros en orden ascendente; y luego, saltar sobre el resto de los cuadros en un solo pie haciendo el recorrido por los números en forma ascendente y luego descendente. Es su turno. La veo tirar la piedra. Intenta saltar por encima del número cuatro, y todo pasa tan rápido: tropieza, cae, se golpea la cabeza y pierde el conocimiento. Me da un vuelco al corazón y siento morir, pero no puedo paralizarme. Debo correr a su lado, cuál príncipe en rescate de su doncella.

Llego junto a ella. La tomo en mis brazos para llevarla inmediatamente a enfermería. Es tan ligera... 

- Profesor Ricardo, ¿Qué pasó? - pregunta la enfermera una vez arribo.

- Ella estaba jugando, trastabilló y se cayó - contesto fingiendo preocupación - Se torció el tobillo, se golpeó la cabeza, y perdió el conocimiento.

- Tome este paño con alcohol e intente despertarla. Voy a llamar a urgencias. 

La enfermera sale. Seguramente se dirige a la oficina de coordinación administrativa. Es el único lugar con teléfono fijo. Yo voy tras ella, para colocar el seguro de la puerta apenas salga. Tomo el pañuelo empapado de alcohol y lo coloco en el rostro de Marcela para despertarla. 

Ella vuelve en sí. Sonrío.

- Marcela, ¿estás bien? - le pregunto. Su rostro se transforma en horror al reconocerme. Eso me llena de alegría. Ella no me ha olvidado. La he seguido hasta aquí y lo sabe. Ella asiente a mi pregunta con cara de espanto, se sujeta su falda de cuadros rojos y aprieta sus piernas, pero no dice una palabra, y jamás lo hará.

Obvio. Es muda.



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En el texto hay: humor negro, realismo oscuro, terror suspenso y sangre

Editado: 10.04.2024

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