Eire no podía soportar los formalismos forzados que se estaban aplicando en su casa .Ella y su familia eran gente honrada y humilde hasta que un duque inmaduro y rico se encapricho de ella. No podía decir que fuese feo pero eso no compensaba lo ridículamente estúpido que era. Su fanfarronería dejaba mucho que desear de lo que sería su vida al lado de ese hombre, pues Eire se casaría con él en menos de tres meses. Todo empezó cuando por fin su madre decidió llevarla al mercado del norte; hablaban maravillas de él y ella quería comprobarlo con sus propios ojos, lástima que en esa visita su futuro cambiara en un instante pues su madre no dudo un momento en arrojarla a los brazos de ese odioso hombre. Pero Eire no podía permitir que hicieran eso con ella, aunque lo único que le gustaba de todo aquello era vestirse como una autentica dama, se sentía como una diosa con esos trajes de encaje y terciopelo, eran una delicia.
Un día su amiga y vecina le conto que en la playa se juntarían los gitanos que andaban por el pueblo para bailar y beber en la playa, Eire no dudo un instante en ir y esa misma noche se escapo de su casa para ir a ese encuentro con su amiga.
Los violines y la enorme hoguera ya se podían oír y ver, las muchachas estaban emocionadas, hacía tiempo que no hacían algo así. Cuando llegaron, los gitanos las llamaron para unirse a la fiesta. Estaban bailando y riendo cuando escucharon un ruido extraño acompañado de un viento misterioso. Pasaba algo en el mar. Pronto una insólita tormenta removía el océano. Los gitanos asustados, recogían sus cosas rápido para irse de la playa lo antes posible, y Eire embelesada por la tormenta y perdida por su amiga se quedó mirando el espectáculo de las olas hasta que el agua inundó la playa llevandose consigo todo a su paso.
Cuando despertó no se acordaba de lo que había pasado, solo tenía en mente unos ojos grises con vetas azules que no conseguía ponerles cara. Pero entonces se acordó, un hombre herido en el mar con una hermosa cola gris azulada. Había ido en su busca metiéndose en las aguas embravecidas pues algo en el mar la llamaba desesperadamente. Era una locura, lo sabía, pero la belleza del tritón era más de lo que había sido su vida. Y entonces vio al hombre tendido en la arena a unos metros de ella. No tenia cola, ¿lo habría imaginado? . Despertó desorientado y Eire corrió a socorrerlo, cuando abrió los ojos un destello de reconocimiento paso por su mirada y entonces lo supo, no lo había imaginado y el hombre parecía igual de fascinado. Sin miramientos la beso y se la llevo a las profundidades del océano para siempre…