Cuervo de Cuarzo

XIII: No bajes la guardia [Elián]

—Bo, quédate quieta —me quejé sin abrir los ojos. Era de madrugada, y Bo estaba revolviendo nuestras cosas en el armario. Sabía que tenía problemas para dormir, pero tenía la esperanza de que pasara un poco más de tiempo antes de que eso me afectara a mi también.

—¡Bo! —la llamé más fuerte cuando el sonido se intensificó—, ¡ya déjalo!

Pero no se detuvo, y cuando me levanté para devolverla a la cama, no la vi por ningún lado.

—¿Bo?

Dentro del armario, el ruido se hizo más fuerte, como si alguien, algo, estuviera azotándose contra la madera. Por un segundo pensé que quizás Bo estaba allí dentro, pero la idea era ridícula; Bo habría derribado el armario en un par de minutos. Era imposible tenerla encerrada.

Me acerqué al armario y abrí la puerta lentamente, intentando ver entre la penumbra qué era lo que estaba haciendo ese ruido. Desde la oscuridad, una criatura se lanzó hacía mi rostro como un relámpago.

—¡Pyra! —la saludé tan pronto me hube recuperado del impacto. Mi salamandra se había enrollado alrededor de mi cuello, descansando en mis hombros, mientras me lamía la mejilla con su lengua negra y viscosa— ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Acaricié su cabeza mientras miraba dentro del armario; uno de mis bolsos tenía un enorme agujero en un lado. Pyra probablemente lo había abierto con uñas y dientes al ver que no lo había abierto en un par de días.

—Creí que no te volvería a ver, ni siquiera pude despedirme de ti.

El día que habíamos salido para el palacio pasé una larga hora buscándola, y cuando ya no pude aplazar más la partida, acepté que quizás se había ido durante la noche al sentir que la abandonaba. Debí haber sabido que encontraría una forma de llegar hasta aquí. Diablos, la

habría metido a mi bolso yo mismo de haberla encontrado, no podía creer que llevara dos días encerrada sin comida ni aire.

—Supongo que tienes hambre —le dije cuando me dio una pequeña mordida en la cara—.

¿Con qué has estado durmiendo todo este tiempo? No me sorprende, ven, busquemos algo que comer.

Pyra se lanzó al suelo, escurriéndose por debajo de la alfombra hasta llegar al lado de la cama de Bo.

Oh. Bo.

Bastó una rápida mirada para notar que tanto su abrigo como sus zapatos se habían ido, y la ventana junto a su cama estaba levemente abierta.

Pyra me acusó con la mirada.

—¿Qué? No es mi culpa que esté loca —me defendí, mirando hacia el patio. La caída era de más o menos unos cuatro metros, lo que sin duda significaba que Bo simplemente se había lanzado al césped en medio de la noche. Pyra subió a mi hombro—. Ven, vamos a buscarla. Ya podrás comer algo por el camino —dije antes de saltar yo también.

 

 

No tenía idea de dónde comenzar a buscar a Bo. No habíamos hablado demasiado antes de acostarnos; Bo parecía exhausta, y yo no estaba mucho mejor. Mi mejor apuesta era buscarla cerca de la laguna, porque siempre le había gustado el agua, pero en realidad podría estar deambulando por cualquier parte, y sin la ayuda de Pyra y su olfato, habría estado buscándola hasta el amanecer. Mi salamandra avanzaba rápido por entre los arbustos, sin dejar de oler el rastro que había dejado Bo. Yo iba trotando tras ella, intentando no chocar con nada. Había sido inteligente por parte de Bo el no haber tomado el camino principal, pero una gran parte de mi todavía quería matarla por ponernos en peligro (¡y a la operación!) sólo para dar un paseo nocturno.

Luego de un buen rato trotando, nos topamos con cuatro grandes establos, iluminados tan sólo por una pequeña lámpara frente a la puerta de cada uno. Pyra se dirigió como rayo al que estaba más alejado, y me encontré con que el candado estaba abierto y la puerta

levemente entrecerrada. Con lo fácil que era forzar un candado, me sorprendía que la gente todavía los utilizara para proteger sus pertenencias.

Pero cuando me deslicé cuidadosamente dentro del edificio, me di cuenta de que el propósito no era precisamente proteger lo que estaban guardando. Sino mantener a personas como nosotros lejos de lo que estaba dentro.

—Oh, Estr-

Una mano se posó con fuerza sobre mi boca, y sentí el familiar filo del cuchillo de Bo frío contra mi garganta. Levanté las manos de inmediato, sabía lo impulsiva que podía ser Bo cuando se trataba de usar su ‘herramienta’.

—Ah —dijo soltándome—, tan sólo eres tú. ¿Cómo me encontraste?

Pyra salió por el cuello de mi pijama, donde rápidamente se había escondido cuando Bo me tomó por el cuello.

—¡Pyra! ¿Cómo llegaste hasta aquí? Creí que se había ido— me preguntó.

—Se escondió en mi bolso —dije sin prestarle mucha atención. No podía dejar de mirar a la criatura que se hallaba encadenada hacia el fondo de la caballeriza—. ¿Soy el único que está viendo a ese lagarto?

—Pensé que ibas a mencionar a los unicornios primero.

—Lo habría hecho de no haber sido porque nunca he visto algo como eso— repliqué, sin poder quitar los ojos de la criatura.

El animal era una especie de caballo purasangre, pero tan sólo en lo más básico de su anatomía y su altura de al menos dos metros se acababa el parecido. Su piel estaba parcialmente cubierta con escamas que incluso en la pobre luz del establo brillaban como diamantes, y de su cabeza brotaba una enorme cornamenta similar a la de un siervo, pero negros como el carbón. Cadenas lo sujetaban por el cuello y sus cuatro patas, y sus alas venosas estaban cuidadosamente plegadas sobre su lomo. Era la criatura más extraña y amenazante que jamás había visto. Ni en el más retorcido de mis sueños podría haber creado algo similar.



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En el texto hay: fantasia, lgbt, fantasia juvenil

Editado: 25.05.2023

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