Cuervo de Cuarzo

XVII: Corazón que no siente [Viana]

—Creo que se supone que debemos esperar a Elián —dije al ver que nos estábamos alejando del grupo.

—¿Quién? —preguntó Hiro distraído. Miraba para allá y para acá como si buscara algo.

—Elián —repetí—, el cabo que nos acompaña.

Hiro no contestó, siguió caminando y mirando por sobre su hombro. Comenzamos a girar a la derecha, luego a la izquierda, luego a la derecha otra vez, adentrándonos cada vez más en el bosque y dejando atrás la plantación de castaños.

—Realmente no me siento bien dejando a Lily sola —insistí.

Llegamos a una parte del bosque que no reconocí, había varios pinos y algunos nogales, de los cuáles uno tenía una rama gruesa y lo suficientemente baja como para que nos acomodáramos sin problemas. Hiro se sentó y me indicó con la mano que lo acompañara, miré alrededor para ver si podía limpiar la rama con algo; había musgo y estaba considerablemente húmeda, mis pantalones blancos de equitación no saldrían victoriosos de eso.

—Preferiría quedarme de pie —le dije, aprovechando de mirar alrededor para ver si alguien había logrado seguirnos. Por el momento, estábamos solos.

—Insisto —dijo, y me tiró del brazo mucho más fuerte de lo que habría sido prudente.

Me senté, y sentí como la humedad intentaba traspasar la tela de mis pantalones. Me removí incómoda, pensando que ojalá, Lily hubiese traído otra manta para cubrir la mancha. Si no, tendría que usar la que habíamos utilizado para el picnic.

—Viana —me llamó Hiro.

La sorpresa de oírlo llamarme por mi nombre hizo que, al girarme, me tomara desprevenida. Antes de que pudiera darme cuenta, me había tomado por la cara y me había plantado un

beso. Intenté apartarme, pero Hiro me sostuvo con más fuerza, haciendo que me dolieran los pómulos.

Alguien se aclaró la garganta, y Hiro me soltó de inmediato, apartándose bruscamente.

—Su alteza —dijo Elián con una expresión neutra, pretendiendo que no acababa de ver a dos miembros de la realeza besándose a escondidas en un bosque antes de incluso estar prometidos oficialmente—. Lo lamento mucho, la he perdido de vista por un momento. Por favor sepa disculparme.

No cabía en mí de lo aliviada que estaba. Ni por un segundo se me ocurrió culpar al cabo por perdernos de vista, Hiro había sido muy astuto, y no tenía ninguna intención de reportarlo. Más que eso, me moría de ganas de darle las gracias.

—No hay problema —le dije, tratando de mantener una sonrisa—. Quizás hemos caminado demasiado rápido, ¿les parece si volvemos?

Hiro no contestó, pero echó a andar de vuelta a la plantación. Le ofrecí a Elián mi brazo para que lo sujetara: no era lo apropiado, pero estaba tan nerviosa que sentía que las piernas iban a traicionarme, y por el momento, prefería mantenerme lejos del príncipe Hiro.

 

La cabalgata de vuelta al palacio fue silenciosa. Elián nos seguía tan de cerca que su caballo y el de Lily trotaban a la par. Hiro me lanzaba miradas furtivas cada cuanto, pero pretendía que no lo veía. La única que parecía no enterarse de nada era aquella chica, que, no había dejado de notar, ni siquiera había saludado a su esposo, ni tampoco lo había mirado durante todo el paseo. Al llegar, esperó que desmontáramos y se fue sin decir palabra, pero habría jurado que había repasado a Hiro con la mirada, y aunque me había puesto en una situación incómoda tan sólo media hora antes, se me heló la nuca imaginando que ella bestia entraba a su habitación por la noche con el cuchillo entre los dientes.

Hiro no se ofreció a ayudarme a desmontar, así que Elián nos tendió una mano a Lily y a mí, pero no dejé de notar que no fue en ayuda de su esposa, quién simplemente saltó del caballo de dos metros de alto como si se tratase de bajar un escalón, sin esperar a que le llevaran la escalerilla. Elián saltó del mismo modo, y aunque lo justifiqué diciendo que claramente

entrenaba y tenía buen físico, la horripilante similitud entre su salto y el de ella me dejó los pelos de punta, ¿es qué todo el mundo estaba guardando secretos?

Elián nos acompañó hasta la puerta del palacio, donde Hiro se despidió besando mi mano, no sin antes prometerme que nos veríamos más tarde para la cena que prepararían los mismísimos cocineros de Chiasa que habían venido hasta aquí como miembros de su corte. El soldado se despidió del mismo modo, y no se me escapó que se tomó su tiempo con Lily, dedicándole una dulce mirada y una sonrisa. Los celos que había sentido antes casi habían desaparecido, sustituidos ahora por lástima de no tener a un hombre como él, que parecía ser el perfecto caballero, y recelo hacia mi prometido, que se había comportado de manera tan impropia sin siquiera esperar a que llegáramos a conocernos un poco mejor.

Selma nos recibió en la puerta.

—Su padre la mandó a llamar, su alteza.

 

Para mi sorpresa, mi padre estaba sólo en su oficina. Se veía de mejor humor que la última vez que me había llamado, estaba sonriendo y parecía contento de verme, incluso tenía las ventanas del estudio abiertas, dejando que entrara el débil sol de la tarde.

—Hija —me saludó. Siempre me llamaba Viana.

—Padre —dije sentándome frente a su escritorio—, ¿quería verme?



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En el texto hay: fantasia, lgbt, fantasia juvenil

Editado: 25.05.2023

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