Cuervo de Cuarzo

XVIII: No es un monstruo, es sólo su sombra [Bo]

Apenas había logrado escabullirme bajo uno de los sofás de la princesa cuando sus doncellas entraron. La que la había acompañado, Lily, se dejó caer pesadamente sobre el asiento donde estaba escondiéndome y la otra, una mujer de edad, se sentó en uno de los sofás pequeños. (Probablemente Eli me diría que se llamaban de otra forma, pero no tenía tiempo de preocuparme por eso en ese momento.) Habría preferido que la mujer se hubiese sentado donde estaba Lily, porque parecía notar que algo no andaba bien, y no dejaba de mirar alrededor como si pudiera olerme. Gracias a la Estrella, Lily también traía ese olor a heno que tanto caracterizaba mi trabajo en el establo.

—¿Fue todo bien? —le preguntó la mujer a Lily—, ¿la viste contenta?

—Sí, pero ¿sabes, Selma? podrías preguntárselo tú misma —le respondió la otra—. No les haría daño.

—Espero que el rey no la haya llamado para regañarla —continuó Selma, ignorándola.

—No veo por qué —dijo Lily—. La señorita ha manejado todo como debía. Aunque claro, aún está por llegar el día en el que su padre la llame simplemente para pasar tiempo con ella.

—Lucías muy linda hoy con el vestido de Viana —comentó Selma. Me sorprendió que usara su nombre tan libremente, incluso cuando no estaba en su presencia—. Deberías aceptar más a menudo sus ofertas para probar nueva ropa.

—Sólo no siento que sea apropiado, eso es todo.

—La princesa te tiene mucho cariño —dijo la mujer, que sonaba un poco triste—, no lo desperdicies. Ya viene, por cierto.

—No entiendo cómo haces para escucharla antes de abra la puerta —rio Lily—, es muy delicada para caminar.

Lily abrió la puerta en el momento exacto en el que la princesa estaba por entrar. Reconocí sus botas de montar y sus pantalones blancos que sólo pude dejar de mirar gracias a que iba liderando la marcha.

—Lily —dijo apenas entró, con una voz mucho menos dulce que la que había usado mientras había estado de paseo— ¿podemos hablar un momento?

—Por supuesto su alteza, ¿pero no quiere cambiarse primero?

La princesa dijo que podía hacerlo más tarde y se sentó en la cama al otro lado de la habitación. Selma dio otra mirada alrededor, como buscando algo que no estaba allí, tuve que contener la respiración por un momento, temerosa de que su oído fuera mejor de lo que Lily pensaba. Por suerte, la princesa la envió por un té a la cocina, y luego Lily fue en busca de ropa.

“El sólo pensar que debo cambiarme una vez más para ir a cenar me cansa” había dicho la princesa, y en ese momento quise salir de mi escondite para decirle unas cuantas cosas, pero mi rabia no duró mucho, ya que un momento después la princesa lanzó un grito ahogado y luego se quedó en silencio por un largo tiempo.

Había encontrado el cuchillo.

No podía ver nada desde donde estaba, pero cuando Lily volvió, la princesa actuó como si nada hubiera pasado, y se apuró a enviar a Lily a su propio cuarto para que se cambiara. La observé un rato caminar en círculos, pero de a poco mis ojos se fueron cerrando y no vi nada más.

 

Desperté con el pecho apretado y empapada en sudor. La alfombra sobre la que me había quedado dormida emanaba calor, y tenía el cuerpo acalambrado por haberme quedado tanto tiempo en una posición tan incómoda. Afuera la noche era cerrada, y la pálida luz de la luna caía a los pies de la cama de la princesa. Eli iba a matarme, era ya la segunda vez que desaparecía de noche, lo peor era que esta vez ni siquiera había vuelto del trabajo. Sabía que tardaría en ir por mí: generalmente dejaba que me las arreglara sola, pero también tenía claro que se encontraba en estado de hiper alerta por todo eso de la misión y el Cuervo… lo único

que le pedía a la Estrella es que estuviera todavía en la habitación, odiándome si era necesario. Lentamente, me puse a apretar y soltar los músculos de piernas y brazos para aliviarlos del calambre, mientras intentaba que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Fui deslizándome hacia afuera sin hacer ruido, y cuando ya no me encontraba bajo el sofá, esperé un minuto antes de incorporarme. Todavía nada, la princesa dormía como Pyra en una hoguera recién encendida. Sabía que no era seguro bajar por la ventana, la última vez casi me había partido una pierna: no conocía el camino y había muy pocos relieves en los cuales apoyarse, pero salir por la puerta principal no parecía una opción más sensata: la princesa tendría que haber sido bastante tonta de no haber pedido más vigilancia en sus cuartos después de la última vez. La última vez, Estrellas Bo, jamás aprendes. Vaya, incluso sin Eli cerca, aún podía escuchar su voz decepcionada.

Al acercarme a la ventana, le di un pequeño tirón para saber si estaba cerrada con llave, mientras con la otra mano buscaba mi alambre.

—No creerías que iba a dejarlas abiertas, ¿o sí?

El vello de mi cuello se erizó. Ahora sí, esta vez si la había cagado.

—No intentes nada —dijo antes de que pudiera darme la vuelta—, esta vez sí gritaré.

La verdad, me sorprendía que no lo hubiese hecho todavía, pero aproveché su falta de experiencia para tratar de ganar tiempo. Algo se me tenía que ocurrir. Comencé a caminar lentamente hacia su cama, contando con que mi presencia y el recuerdo del cuchillo en su garganta harían el resto.



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En el texto hay: fantasia, lgbt, fantasia juvenil

Editado: 25.05.2023

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