Cuervo de Cuarzo

XXVI: Todo el mundo esconde un secreto [Elián]

Bo volvió del cuarto de baño demasiado pronto, y por un momento estuve tentado a seguir durmiendo mientras ella permanecía quieta sentada en su lado de la cama, pero no pasó mucho tiempo antes de que las sábanas se empaparan y el olor a sangre subiera por mis fosas nasales.

—Estrellas, Bo ¿¡qué te pasó!? —pregunté al verla. Bajo la luz de la luna las cosas no se distinguían del todo bien, pero el líquido que caía por su rostro era inconfundible

Ella no respondió. Tenía los ojos fijos en la sábana, donde la estela dejada por el agua sanguinolenta se volvía cada vez más grande y descolorida. No tuve que mirarla para saber que sus irises debían ser prácticamente blancos; era la primera vez que veía a mi amiga de ese modo. No solo asustada, sino que completamente paralizada por el miedo.

Un cuervo desplumado y con la garganta cortada arrojado dentro de la tina sin duda era una amenaza, pero por más que lo intentábamos, no podíamos dar con el mensajero. Nos habíamos pasado los últimos días tratando de averiguar que significaba ese mensaje tan sádico, pero yo entrenaba prácticamente todo el día y Bo tenía que guardar el mayor reposo posible para que sus heridas curaran bien, por lo que no habíamos tenido oportunidad de hacer mucho más que tirarnos en la cama y hacer conjeturas.

El hecho de que no hubiéramos recibido nada más solo lograba ponernos más nerviosos. Y tanto Bo como yo estábamos trepando las paredes desesperados por averiguar lo que fuera, pero, aunque había otros miembros del Cuervo infiltrados en el palacio, Bo y yo no nos habíamos topado con ninguno, lo cual me tenía más inquieto de lo que estaba dispuesto a admitir. En términos prácticos, estábamos completamente solos, y comunicarnos con los miembros de la rebelión que seguían en el Borde era tan impensable como el usar nuestros poderes a vista de todos.

Excepto que eso ya lo habíamos hecho…

Y la única persona que nos había visto estaba tan callada como aquellos que intentaron asustarnos.

Sabía que necesitaba hablar con Lily, pero ya fuera debido a falta de tiempo o falta de valentía, todavía no me animaba a hacerlo. Bo estaba pasando mucho tiempo con la princesa, quién la llamaba cada día para que Lily le limpiara las heridas y que cada día la invitaba a pasar la tarde con ella para ver esto o mostrarle lo otro. A pesar de eso, ella tampoco había tenido la oportunidad para hablar con Lily, ya que nunca se encontraban a solas, y porque, según me contaba, la doncella evitaba tener más contacto del necesario y nunca le sostenía la mirada.

Con la excusa de ir por Bo, subí por la escalera de servicio hasta el piso residencial del palacio. Era sorprendente la poca seguridad que tenían, porque además de un par de guardias quienes charlaban en vez de hacer sus rondas, no podía ver nada más que protegiera los cuartos de la princesa. Tenía la impresión de que ese no sería precisamente el caso en cualquiera fuera la zona del palacio donde el Rey tenía sus cuartos, pero con lo que respectaba a su hija, al menos, era visible que no se habían tomado las medidas necesarias. Siguiendo las instrucciones de Bo, dar directamente con su puerta fue un juego de niños. Era fácil entender como había dado con ella por accidente.

Lily me dejó entrar luego de cerciorarse de que era yo tras la puerta, pero apenas me dedicó un movimiento de cabeza y volvió rápidamente a la mesa donde se encontraba leyendo un libro. Sabía que Bo no era buena para seguir reglas de etiqueta, pero me sorprendió verla tirada en el sofá de la princesa con los pies sobre el apoyabrazos y más me sorprendió ver a la princesa misma con una actitud relajada y ropa mucho más cómoda que la que solía usar en público.

Bo se volteó cuando me escuchó llegar, y se enderezó rápidamente. Su expresión me hizo pensar que había interrumpido algo, pero la Princesa me saludó tan amable como siempre, y me invitó a sentarme con ellas alrededor de su mesa de té.

—Lo siento, su alteza —me excusé—. Pero debo declinar su invitación, estoy aquí para buscar a Bo.

—Oye, soy perfectamente capaz de volver sola a nuestra habitación —se quejó Bo, y la princesa sonrío para sus adentros.

—Por favor, Elián. Insisto en que no es necesario que seas tan diplomático —dijo la princesa—. Además, estamos esperando que nos traigan unos bocadillos de la cocina. ¿Por qué no te quedas a comer?

—En realidad quería pedirle algo —aventuré—. Y bueno, a Lily también. En realidad no sé a quién debería preguntárselo…

—¿Tiene que ver conmigo o con ella? —preguntó la princesa, directa.

—Con ella, su alteza.

—Entonces pregúntale a ella, es perfectamente capaz de responder por sí misma.

Me pareció que la princesa estaba un poco molesta, o quizás solo tenía una personalidad más fuerte de lo que mostraba cerca del Príncipe Hiro y desconocidos como nosotros. Lily levantó apenas la mirada de su libro, un signo de que me estaba escuchando pero que aún estaba reticente a prestarme atención.

—Lily, me gustaría invitarla a dar un paseo, si le parece bien.

—¿Un paseo por el jardín? —preguntó, poniendo finalmente el marcador dentro del libro.

—Hoy no hace tanto frío —ofrecí, sabiendo que eso ofrecía muy poco atractivo—. Y aún es temprano, podemos aprovechar la luz.

Lily le lanzó una mirada a la princesa, de esas que son obvias entre personas cercanas pero que un extraño jamás puede descifrar, y luego se puso de pie para guardar el libro en el estante.



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En el texto hay: fantasia, lgbt, fantasia juvenil

Editado: 25.05.2023

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